Convencer es la palabra. De todas las experiencias que hemos ido recogiendo en los años transcurridos desde nuestro inicio he tratado de buscar la palabra con la que más se relaciona la innovación y el proceso que lleva hasta ella. Que sea un verbo no es casualidad. Representa la actividad continua que es todo proceso innovador. Hay que estar convencido; tienes que convencer a tus jefes o a tus empleados; tienes que convencer a tu entorno más cercano; tienes que convencer a tus potenciales inversores; a los bancos; a tus accionistas, si es que los tienes; a tus potenciales clientes e, incluso, a tus clientes.
Me imagino lo que tuvo que trabajar Thierry Breton, CEO de Atos, para convencer a su comité de dirección de que había que convencer a todos los integrantes de la empresa para que dejaran de utilizar el correo electrónico por la cantidad de tiempo que se le dedicaba. Lo cuenta David Burkus en su libro Bajo una nueva gestión. La idea dio resultados excelentes. En su día, Breton lo comparó a las acciones que tuvieron que hacer muchas empresas para reducir la polución medioambiental después de la Revolución Industrial.
Esto es un ejemplo de innovación que han seguido más grandes empresas. Supongo que es posible y lo es porque alguien convenció a otros de que era necesario hacer una prueba que, en principio, puede parecer una locura más que una anécdota. Sin embargo, no es ninguna de las dos cosas: es una estrategia que tiene como objetivo el hacer crecer la productividad.
Los objetivos en las empresas, sean grandes o pequeñas, deben ser claros para que puedan adoptarse estrategias que suponen una innovación en la gestión. Demasiadas veces vemos como se confunde en el mundo empresarial objetivo y estrategia o como los primeros son, simplemente, líneas de actuación que no llevan a ninguna mejora real, sino a incrementos que, en muchas ocasiones, no superan los vegetativos; es decir, lo mínimo imprescindible para mantenerse.
Esta circunstancia está motivada por la falta de estudios concretos sobre el comportamiento de los empleados, de los directivos, del mercado en general o de los clientes. No cambiar porque así va bien es el principio del fin de las empresas. Merece la pena confundirte y tener que corregir acciones, que no confundirte por no hacer nada y hundirte al poco tiempo.
Por eso es tan importante aprender a convencer. Es sobre esta palabra la que gira el mundo de la innovación fuera de lo que puede ser las definiciones formales. Convencer es una trayectoria exigente pero necesaria en una sociedad donde los cambios premian el esfuerzo y lo que has aprendido de los errores, otro tema sobre el que hay que convencer a mucha gente. Equivocarse en desarrollar un proyecto no es malo. Sí que lo es no hacer proyectos nunca. Nos tenemos que convencer.