Ahora que la Inteligencia Artificial amenaza con tener todas las respuestas conviene que las personas comencemos a centrarnos en las preguntas. Y procede, además, que seamos capaces de hacerlo de forma colectiva, ensamblando perspectivas y habilidades de unos y otros, aunque sea por la pura necesidad de mantener nuestra hegemonía epistémica.
La digitalización nos provoca contradicciones porque es circular, performativa y paradójica, mientras nos ayuda a resolver la complejidad de nuestra era, añade, a la vez, capas de profundidad e introduce millones de nuevos datos en la ecuación, produciendo con ello más complejidad. Se activa así un ciclo que se antoja infinito que, más allá de utopías y distopías futuristas, nos exige que repensemos la arquitectura de nuestras sociedades.
Por ello, recuperar la esencia de aquellos diálogos socráticos, reapropiarnos de los dilemas, deliberar sobre nuestros desafíos, diseñar socialmente o co-crear las soluciones, en definitiva, problematizar colectivamente el futuro en un sentido filosófico, debe erigirse como una misión fundamental de las instituciones democráticas.
Esas son las coordenadas del LAAAB, el Laboratorio de Gobierno Abierto de Aragón, un ecosistema de innovación pública y social con el que hemos querido redefinir las relaciones entre las instituciones y la ciudadanía, partiendo de algunas premisas.
En primer lugar, las instituciones y los gobiernos no podemos hacer frente en solitario a la magnitud de los nuevos problemas complejos. Por lo tanto, tampoco podemos prescindir de la energía y la creatividad que emerge fuera de nuestros muros (Academia, emprendedores, activistas, …). Pensamos que el stock de inteligencia colectiva es abundante y solo hay que canalizarlo adecuadamente para producir el mayor valor social posible. Los puntos están ahí, nuestra misión fundamental es unirlos.
Y, por otro lado, la democracia, entendida como manual de nuestra vida en común, como sistema operativo de nuestra civilización, habilitante de todos nuestros derechos y libertades, es el gran valor a preservar. Lo cual no resulta tan obvio en estos tiempos, en los que han renacido viejos fantasmas olvidados, algunos como Putin que nunca se fueron, y otros más cercanos a nosotros, que esperan pacientes su momento.
Por todo ello, en el LAAAB practicamos una innovación al servicio de la democracia y un nuevo contrato social. Desarrollamos casi una treintena de proyectos que tienen su epicentro en nuestra sede en la propia Plaza del Pilar, pero que se extienden por todo el territorio e, incluso, trascienden nuestras fronteras con una clara vocación de impacto.
Desde VisualGOB, un portal que permite chequear en tiempo real los objetivos del gobierno, a Co-Diseño de servicios públicos, que mezcla diseñadores, ciudadanos y funcionarios; pasando por Gobierno Fácil que trabaja con chavales con discapacidad intelectual, la comunidad Aspasia que introduce la perspectiva de género en las políticas públicas, o la Compañía, un grupo de mayores influencers que ayudan a otros mayores con la brecha digital. Open Kids con participación infantil, Social Impact Academy con jóvenes innovadores, Radar mapeando la innovación rural, Comunidad Hola enfocada a la innovación pública o Hateblockers, que aborda el tema del odio en las redes sociales, son otros ejemplos de lo que hacemos.
En el LAAAB se diseñan casi todas las políticas públicas de Aragón de forma participativa, desde una ley a la reforma de un parque. Y hacemos laboratorios ciudadanos para, por ejemplo, imaginar cómo serán las viviendas del futuro, poniendo el foco en la soledad no deseada.
Poco a poco, nos hemos ido convirtiendo en una suerte de consultoría estratégica interna en el gobierno que promueve la innovación y el cambio cultural desde dentro. Practicamos el hacking inside como un Caballo de Troya, cuyo único adversario es el statu quo y la dictadura de la inercia.
Toda esta experiencia me permitió teorizar un modelo de innovación sistémica. Lo llamamos HIP (Hexágono de la Innovación Pública) porque define un código primordial para el cambio, a través de seis vectores que, de forma casi universal, encontramos en todos los ecosistemas innovación del mundo: OPEN/abrir, TRANS/mezclar, FAST/agilizar, PROTO/experimentar, CO/colaborar y TEC/digitalizar.
Para nosotros el contrato social es el gran entregable de la democracia, su producto estrella. Es también, un pacto que trasciende los individuos y el presente. Implica, por lo tanto, dos cuestiones ¿quiénes somos nosotros cuando decimos nosotros? y ¿cómo garantizamos un futuro mejor que nos invite a seguir juntos?
No por casualidad, los seis vectores del hexágono operan en ambas dimensiones. Abrir, mezclar y colaborar, refuerzan y amplían el perímetro del nosotros. Agilizar, experimentar y digitalizar, prefiguran el futuro. Esa es la innovación que nos interesa en el LAAAB. Una innovación al servicio de la democracia, de un nuevo contrato social, que aprende, crea, delibera y se hace preguntas. Que ensambla identidades diversas en un nosotros amplío y generoso. Que nos invita a formar parte de un futuro mejor, sin renunciar a la bella, contingente e impredecible condición humana.