"En Boston están pasando cosas interesantes". Las palabras del profesor de Deusto Business School, Francisco González Bree, daban comienzo al tercer y último encuentro del 'Ciclo de Desayunos de Innovación' –organizado por la escuela de negocios y este periódico–, que abordó aspectos tan debatidos en una sociedad cada vez más imprevisible como la investigación y disruptiva y la innovación tecnológica. ¿Pero realmente las acciones que toman las empresas en materia de innovación funcionan?
Como si de una clase personalizada se tratase, el profesor Carlos Osorio, de Deusto Business School, guió a los asistentes a realizar una autoevaluación sobre la implantación de la innovación en sus empresas para, a través de su diagnóstico, poder considerar acciones futuras. Basándose en sus experiencias en Boston, conocido como el mayor ecosistema de conocimiento del mundo, Osorio aseguró habló de los diferentes niveles de innovación válidos para empresas de todo tipo, desde las grandes hasta las startups. "Cuando hablamos de innovación debemos entenderla como aquello que genera una disrupción continua, o lo que es lo mismo, mejorar día a día nuestra propuesta".
Osorio diferenció entre el deseo y la sensación que tienen las compañías en torno a la innovación y el verdadero resultado que estamos obteniendo. "Aquí sucede lo mismo que en las relaciones personales. Uno siempre piensa que es el mejor marido o la mejor esposa, ¿pero realmente estamos haciendo lo correcto?". En este sentido, el riesgo juega, a su juicio, un papel determinante. Tanto que cuando se dirigió al público y preguntó ¿cómo de arriesgado es hacer innovación?, hubo cuórum en la respuesta: "mucho".
Sin embargo, la innovación no siempre va ligada al riesgo, sino también a la incertidumbre. "El riesgo, la incertidumbre y la complejidad tienen comportamientos muy similares. Cuando tenemos una empresa suceden cosas que no teníamos planificadas. Y a veces el coste de arreglar un problema es tan alto que hace inviable el proyecto". Para ello, Osorio recomienda algo que, aunque parezca obvio, no siempre se aplica: rodearse de los mejores. "En Boston tienen claro que la diversidad es la receta para evitar puntos ciegos de las personas: Es decir, las empresas se nutren de personas capaces de manejar todos los aspectos", sostuvo. Esto supone, al mismo tiempo, acabar con los egos. "Cuando me rodeo de los mejores no necesariamente tienen por qué caerme bien. Cuando cada uno es un especialista de su parcela es cuando las cosas salen bien".
Por ello, el experto recomienda nunca mezclar negocios con placer. O lo que es lo mismo, "no caer en el error de empezar un proyecto entre amigos". En esta composición de la perfecta estructura empresarial, Osorio aseguró que "con ocho personas se puede poner un negocio en marcha; con seis ya se empiezan a ver las debilidades". A su vez, apostó también por la diversidad de género. "En un equipo nunca debe haber más de un 60% del mismo género, al igual que es preferible que haya una gran diversidad entre la diversidad técnica y de otras áreas".
Las enseñanzas de Boston
"En España, y en Europa en general, las empresas suelen planificar a cinco años.En Boston lo hacen a 20". Es en esta visión del largo plazo donde Osorio sitúa gran parte del éxito de la ciudad estadounidense. Allí existen 64 universidades y se produce la mayor concentración de startups por metro cuadrado. "Se habla siempre de Silicon Valley, pero Boston es un ecosistema creciente. Existe una intensa interacción entre gobierno, empresas y universidades, además de acoger talento de todo el mundo y ser un foco de descubrimiento".