Objetivos 2030

Con la colaboración  de

Cosentino

Arte y ciencia para preservar los océanos

El Museo Thyssen-Bornemisza organiza una exposición de proyectos de investigación que se unen a la cultura y la ecología
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Detalle de la instalación de vídeo y de parte de la estructura de madera de Ziggy y la estrella de mar (2023), de Anne Duk Hee Jordan. (Imagen: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza)

Los océanos se pueden preservar de muchas maneras. Dos de las más importantes sean, quizá, la investigación y la concienciación. Para la primera, es indispensable la ciencia; para la segunda, el arte como vehículo de comunicación. Y ambas ayudarán a que la crisis climática pueda solucionarse en mayor o en menor medida.

Esa es la idea de Inteligencia líquida, una exposición organizada por el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y TBA21 -y patrocinada por Urbaser-. Además de acoger a artistas internacionales y productores en instalaciones expresamente creadas para la ocasión, la exposición contará con charlas, performances o proyecciones que “reunirán a comisarios, artistas, músicos, performers, científicos, filósofos e investigadores internacionales”.

“Esta exposición contribuye a crear un campo de conectividad entre sistemas”, declara Chus Martínez, comisaria de Inteligencia líquida junto a Soledad Gutiérrez y María Montero.

Según ella, imaginar la inteligencia es “difícil”, pero es un ejercicio “maravilloso” que “nos invita a comprender un mundo que quiere y desea estar en contacto permanente consigo mismo, y del que todos formamos parte”.

Y de ahí el nombre de la exposición, disponible hasta el 28 de enero del próximo año: “La inteligencia líquida es una sustancia pedagógica, una red de impulsos que mantienen al mundo atento a los peligros que acechan, capaz de corregir el rumbo de acciones dañinas, capaz de contar historias, capaz de dejarse acariciar por los artistas y mostrarse en sus obras una y otra vez para comprenderlo mejor”.

¿Y cuál es la relación de esta inteligencia con el océano? Para Martínez, entender el océano como inteligencia líquida “no sólo nos permite cuidarlo y amarlo, sino que también exige que lo aceptemos como una entidad con agencia y capacidad para decidir y proponer futuros desde su propia perspectiva”. Además, la comisaria de la exposición del Thyssen indica que “una de las grandes dicotomías incorporadas a nuestra cultura es una forma de pensar que prioriza la materia sólida y considera secundarios los fluidos y la vida líquida”.

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Parte de otra instalación audiovisual, esta vez de Pájaro, cómeme (2023), de Beatriz Santiago Muñoz. (Imagen: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza)

Del arte a la ciencia

En Inteligencia líquida se reúnen más de diez años de trabajos con proyectos de investigación. Proyectos de investigación, eso sí, liderados por artistas que trabajan en el ámbito de la ecología. Según su programa, los artistas no trabajan solos: colaboran con ellos científicos, expertos en legislación, responsables de políticas públicas, conservadores, activistas…

Todas las propuestas artísticas presentadas en el Museo Thyssen, de la Colección TBA21, generan experiencias inmersivas con el objetivo de comprender esa inteligencia líquida.

Por ejemplo, en la exposición se puede encontrar la videoinstalación Ziggy y la estrella de mar (2016-2022) de Anne Duk Hee Jordan. En ella se reflexiona sobre la inteligencia líquida y también sobre la estupidez artificial. “La obra se conecta con la larguísima tradición asiática de entender la inteligencia natural desde la vida de larvas, virus, bacterias, insectos y animales”.

En cuanto a instalaciones del Thyssen también está la obra de Inês Zenha, sobre “la importancia de ser agua, de entender los afectos desde la inteligencia oceánica que todo lo envuelve creando la posibilidad de un nuevo imaginario expresivo, afectivo, fértil y orientado a una pedagogía de la coexistencia”. Básicamente, pretende envolver al visitante en mareas y corrientes y estimular los sentidos a través de la fascinación por el exotismo del siglo XIX.

Por otro lado, también se encuentran trabajos específicos de TBA21 y TBA21–Academy, que muestran la investigación de los artistas, “capaces de traducir hechos y datos en experiencias orientadas a la comprensión”. En Inteligencia líquida son dos obras de este tipo, concretamente dos trabajos fílmicos: Pájaro cómeme, de Beatriz Santiago Muñoz -centrado en el Caribe- y Te desposamos, mar, en señal de un verdadero y perpetuo dominio, de Sonia Levy -sobre Venecia y su laguna-. Ambos trabajos cuentan con diferente metodología, aunque las imágenes, según el programa, “surgen de la observación pormenorizada de casos específicos de ecosistemas, centrando la atención en un lugar concreto y en un tiempo histórico delimitado”.

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Detalle de la obra pictórica Enredos (2023), de Inês Zenha. (Imagen: Museo Nacional Thyssen-Bornemisza)

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