La psicología de los jóvenes es la más vulnerable al confinamiento y a la situación generada por la pandemia del COVID-19 (ver especial). Así lo indican los primeros resultados de la investigación internacional codirigida por el Laboratorio de Emociones de la Universidad de Málaga y el Grupo de Investigación Cognición, Emoción y Salud de la Universidad Complutense de Madrid. Antonio Cano Vindel, catedrático de Psicología de la UCM está al frente del estudio.
Los resultados han sido obtenidos a partir de una encuesta, y precisan que los jóvenes se sienten especialmente castigados por diferentes motivos. Entre ellos, que la pandemia rompe o amenaza sus proyectos vitales (Selectividad, exámenes, comenzar una carrera o buscar un empleo, por ejemplo). También porque su estilo de vida es más activo y se ve especialmente alterado por el confinamiento.
El estudio también habla de una especial afectación de las mujeres. Los expertos han detectado que esta casuística coincide con los análisis psicológicos llevados a cabo tras otras situaciones traumáticas, en las que las mujeres presentaron más ansiedad y episodios de depresión.
Prevenir
Como explica el catedrático de Psicología de la UMA Pablo Fernández Berrocal, director del Laboratorio de Emociones, durante las distintas fases de la desescalada, es fundamental poner en marcha estrategias de prevención psicológica. “Así evitaremos que los síntomas negativos terminen convirtiéndose en psicopatológicos, en especial ante un rebrote del virus”.
Fernández Berrocal recuerda que a lo largo de la historia las epidemias han provocado otros confinamientos de la población. “Ya pasaba en el siglo XVI. Ahora, con los medios de los que disponemos, debemos ir más allá y prevenir consecuencias negativas para el bienestar de las personas”. El especialista recomienda la aplicación de algunas medidas a este respecto, como la disponibilidad de psicólogos en Atención Primaria y en los centros escolares.
Resultados
En la encuesta han participado 1.750 personas de todo el país. La media de edad ha sido de 40 años. Un 37 % casados y un 35 % solteros. La gran mayoría con educación avanzada (40 % estudios universitarios y 40 % de post-grado). Un 47,8 % trabaja en jornada completa y un 23,2% está en paro.
Los resultados que se han extraído, además de los referidos a la vulnerabilidad de los más jóvenes y las mujeres, indican que un 15,3% de los encuestados presentaron un diagnóstico de Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG). Un 20.8 % tuvo síntomas de ansiedad de carácter moderado y severo, y un 40.4 %, síntomas leves.
Un 12,2 % obtuvo un diagnóstico de Trastorno Depresivo Mayor y un 22,8 % sufrió síntomas depresivos de carácter moderado y severo (en este caso, en un 36.2 % fueron síntomas leves).
Un 17,2 % presentó un diagnóstico de Trastorno de Pánico y un 25,7 % tuvo ataques de pánico. De nuevo, todos estos trastornos afectaron en mayor medida a mujeres que a hombres y también fueron más vulnerables otros grupos como los solteros y las personas con situación socioeconómica baja o en desempleo.
Por el contrario, algunos factores de protección fueron: estar casados, un nivel educativo alto o estar jubilados.
Adaptarse
Fernández Berrocal también destaca que otro factor clave para entender estos efectos tiene que ver con las estrategias de regulación emocional. Quienes utilizan estrategias desadaptativas -como la rumiación o la catastrofización- presentaban más síntomas y más trastornos. Sin embargo, los que optan por estrategias adaptativas como la reinterpretación y la focalización positiva tuvieron menos síntomas y trastornos. Un hecho que evidencia que se puedan realizar estrategias preventivas en el entrenamiento del manejo de estas estrategias.
Desde la UMA detallan que los resultados subrayan la necesidad de incentivar la investigación psicológica sobre lo que nos esta ocurriendo emocionalmente durante este confinamiento. Un primer paso para desarrollar estrategias eficaces de prevención de la salud y el bienestar personal de la población, sobre todo en los grupos identificados como más vulnerables.
Los investigadores han enviado el estudio para su publicación en una revista científica y tienen previsto realizar un seguimiento a las personas que han aportado sus datos para analizar en qué medida evolucionan.