Caridad, ecuatoriana de 27 años afincada en Santiago de Compostela, pasó la última semana buscando modelos de bicicletas en internet. Cuando llegó el fin de semana, abrió Youtube para ver el vídeo de su vlogger favorito. De repente entró la publicidad. Era un anuncio de bicis. ¿Coincidencia? Absolutamente no. Aquello fue obra del ojo omnisciente de Google. Si hubiese abierto su Facebook habría sido la misma historia. Y así con muchas otras páginas. Todo es obra de los trackers (rastreadores), que analizan la actividad de los usuarios. Cada vez hay más gente consciente de este fenómeno y han surgido distintas iniciativas para encriptar la información de los cibernautas. Un ejemplo es la startup gallega IUVIA de Sofía Prósper y Santiago Saavedra.
Por muchos años, especialmente cuando se inició el siglo, la gente compró la idea de que el internet era gratis. El concepto se reforzó cuando buscadores como Google ofrecieron distintos servicios, como el correo electrónico Gmail, a cambio de nada. Lo mismo sucedió con las redes sociales. Pero no es que no hubiese un precio. El coste es el uso de los datos de quienes entran en esas páginas.
IUVIA es, grosso modo, un escape. Permitirá (saldrá al mercado a finales de año) a los clientes gestionar sus datos con las mismas plataformas que ya ofrecen los gigantes tecnológicos: una nube, un e-mail, un calendario... Pero con opciones alternativas donde no se les rastrea. En pocas palabras, el servicio funciona como un paquete en donde la navegación se quede en casa, literalmente, con una especie de router del tamaño de una caja de zapatos.
Del activismo al emprendimiento
Prósper, arquitecta de 30 años, y Saavedra, ingeniero informático de 29, hablan con Innovaspain en una videollamada. Los lucenses cuentan que la startup es resultado de años de activismo en una época donde pocos —según ellos, “solo unos cuantos frikis”— levantaban la voz en contra del uso masivo de los datos personales. Los dos gallegos se conocieron desde el instituto, en A Coruña, pero no fue hasta que entraron en la universidad cuando se comprometieron con la causa de un internet libre.
Antes de fundar la empresa lanzaron una asociación llamada Trackula. La presentaron en una convocatoria de Medialab Prado, un laboratorio de ideas en Madrid. Prósper y Saavedra crearon un complemento (plug-in, en inglés) para el navegador Mozilla Firefox, que mostraba gráficamente, en forma de las raíces de unas setas, cómo los rastreadores pillan cada movimiento del historial de búsqueda de un usuario promedio. Al poco tiempo también ganaron un proyecto en la Agencia Española de Protección de Datos. Los dos continuaron su activismo y dieron charlas constantes para concienciar a la gente además de montar un pódcast: Nada que esconder.
Sin embargo, la gente se les acercaba y les pedía más. "Teníamos a un montón de gente que nos estaba animando y nos decía: 'No os podéis quedar solo en activismo", recuerda Saavedra. El escándalo en 2016 de Cambridge Analytica —la empresa británica que accedió ilegalmente a los datos de casi 90 millones de personas en Facebook, y que ayudó a que Donald Trump ganase la presidencia de Estados Unidos— fue un hito. Prósper asegura que aunque el caso les sirvió como una reivindicación: "De repente ya no eres un loco con un gorro de papel de aluminio en la cabeza".
Lanzamiento para finales de año
El paso al empresariado tras presentar el proyecto en LEDGER, una iniciativa que forma parte del programa Next Generation Internet de la Comisión Europea. Por ahora Prósper y Saavedra trabajan en los últimos detalles para comenzar una campaña de recaudación de fondos (lo que en inglés se conoce como crowdfunding) que irá a la par de los primeros pedidos entre octubre y noviembre. Eso sí, más allá de haber dado el paso del mundo de la sociedad civil al de las empresas, Prósper deja claro: "No hemos dejado el activismo".
IUVIA cae en un mundo que comienza a darles la razón. Según el informe Actitudes ante la Tecnología y Usos de las TIC en la Sociedad Española en el marco del Covid-19 de la Fundación BBVA, el 81% de los españoles le inquieta mucho o bastante que las empresas accedan a sus actividades o datos virtuales. La Comisión Europea, por otro lado, ya ha movido ficha y trabaja desde finales de años en sancionar este tipo de actividades con el 6% de la facturación. Eso en Bruselas, pero en Lugo ya le habían visto las orejas al lobo desde mucho antes.