Jaime Martín, socio fundador de Lantern

Jaime Martín
Jaime Martín

Lantern nació hace cinco años y por sus trabajos, con empresas como Repsol, Caixa, Google USA, Metro AG, Grupo Schweppes Suntory o Central Lechera Asturiana, es uno de los agentes más significativos de lo que se ha dado en llamar ecosistema innovador. Jaime Martín es su director general, además de ser socio fundador. Está encantando de ayudar a las empresas a anticipar el futuro a través de la investigación que desarrollan para buscar nuevas oportunidades de negocio, unas veces a través de productos, otras a través de marcas e, incluso, buscando nuevos modelos de negocio.

Es de los que piensa que la crisis ha sido buena para que la empresa española entienda que la internacionalización y la innovación son fundamentales para afrontar esta etapa compleja e incierta que llevamos viviendo desde hace unos años. “A muchas empresas la crisis las cogió en un estado de complacencia y de pereza intelectual y ahora veo más ganas y ambición por reinventar el negocio”, dice.

Para él, el tamaño de la empresa no importa. El espíritu verdaderamente innovador, como cualquier cosa del espíritu, nace en el interior de personas, y de ahí se puede propagar, o no, al resto de la organización. “Conozco pymes de menos de 10 empleados que proporcionalmente son más visionarias e innovadoras que muchas grandes empresas. La diferencia es que la gran empresa puede dotarse de recursos y procesos sofisticados, y sobre todo, cuenta con una red de activos (distribución, sistemas, marca etc.) que permite acelerar y escalar la innovación, algo que no está al alcance de la pyme. Las grandes empresas deberían trabajar más en red con pymes y start-ups, ahí tienen una fuente de talento y espíritu innovador inagotable”.

A su juicio, ¿qué sectores se están viendo más afectados por la necesidad de innovar?

Ninguna empresa puede vivir de espaldas a imaginarse el futuro y empezar a diseñar su negocio en base a esa visión. La innovación no es opcional. Necesitan mucha innovación sectores maduros como alimentación y bebidas, donde no hay crecimiento demográfico, hay un vuelco absoluto en el comportamiento de muchos consumidores, y donde la MDD se ha llevado la mitad del pastel. Necesitan mucha innovación sectores donde las discontinuidades tecnológicas permite puentear a actores tradicionales creando modelos de negocio mucho más eficientes y diseñados con el cliente en el centro, sea la banca, seguros o retail. Y necesitan mucha innovación sectores que no pueden vivir solo de fabricar productos, sino que tienen que añadir capas de servicio enteras (por ejemplo la industria).

¿Cómo debe ser la evolución de un proceso innovador en una empresa? ¿Nos puede poner un ejemplo adaptado a los diferentes tamaños de una empresa?

Muchos clientes nos piden ayuda con este tema: diseñar un proceso de innovación que les permita ser más competitivos. El proceso adecuado no es tanto una función del tamaño de la empresa, sino del músculo innovador. Empresas con una gran tradición innovadora suelen adoptar modelos más descentralizados, más abiertos. Las empresas que empiezan a innovar suelen buscar poner orden, y van a modelos sencillos pero que permiten mayor control de recursos y unificar aprendizajes. Un buen proceso de innovación, da igual el tipo, debe permitir aprender mucho y caminar ligero.

A lo largo de estos de años hemos visto como marcas que pensábamos que eran indestructibles como Kodak, Nokia, Blackberry…

Innovación y marca van de la mano. Los CEOs deben tener en su agenda no solo innovar, sino saber diseñar un lenguaje propio que haga que el producto destaque, emocione y venda más. Productos buenos con mal marketing no llegan ni a la vuelta de la esquina, sobre todo en mercados internacionales. Una marca fuerte es un colchón de confianza con tus clientes, un intangible de gran valor, pero si el producto se queda atrás, si no innovas, los consumidores te darán la espalda.

¿Qué cinco sectores son los que tienen que abordar ya una reforma express de su actitud hacia la innovación si no quieren verse sobrepasados por la realidad tecnológica de este momento y del próximo futuro?

Solo diré uno: las administraciones públicas. Por un lado, deben innovar para ser lo más austeras posibles, trabajando con menores recursos para poder prestar mejores servicios públicos. Nadie habla de esto porque en este país es un tabú, pero la tecnología va a hacer redundantes cientos de miles de puestos del backoffice funcionarial. Por otro lado, las administraciones deben diseñar sus servicios poniendo al usuario en el centro, incluso co-diseñando junto a él. Esto nos permitiría imaginar una sanidad, una justicia, una educación y unos servicios mejores y más pegados a las necesidades reales de la sociedad, no ligados a los bandazos políticos. Para conseguir esto hay varios obstáculos. Dinero, transformar la administración no es barato. Segundo, no tengo claro que los incentivos adecuados estén ahí. Tercero, somos un país muy ideologizado, y estas cosas necesitan luces largas y visión no partidista.

¿Cómo afecta la educación al espíritu innovador?

No creo que se pueda cargar a la escuela o la universidad con toda la responsabilidad de crear ‘innovadores’. Las familias tienen mucho que aportar también a la hora de educar a sus hijos, aunque sea a contracorriente de lo que se respira en el ambiente. Pero cuidado, vivimos en una sociedad en la que corren mitos tan variopintos como que todos los niños pueden ser pequeños Mozart, Einstein o Picasso. Eso es falso. Los talentos con los que las personas venimos al mundo son los que son, y según el medio se desarrollan o no.

De ahí sigue que no todo el mundo tiene madera de innovador, igual que no todo el mundo tiene madera de músico o de matemático. El espíritu innovador cuaja en gente con capacidad inventiva, curiosa e inquieta, inasequible al desaliento, que sabe sufrir reveses y arriesgar, que conecta cosas inverosímiles, que tiene la ambición de romper el statu quo, que quiere prosperar con su talento y generar, si puede ser, un capital propio que les recompense. ¿Estamos construyendo una sociedad que favorece que la gente ambicione estas cosas, o más bien gente conformista que aspira a jornadas de 35 horas? ¿Son referentes para la sociedad en su conjunto estos valores, o al final, los medios ensalzan a personajes como Ronaldo o Pedroche?

Hace unos meses, usted se atrevió a hacer un mini diccionario de palabras relacionadas con la innovación. ¿Cuáles son las palabras clave? ¿Están agotadas o cada época tiene las suyas?

Somos todos a veces un poco gregarios. Es divertido ver como se propagan palabras, sobre todo anglosajonas, en el mundo de la empresa. El otro día me reía en un evento escuchando al director creativo de una gran agencia de publicidad que se lamentaba porque “vivimos en la dictadura del insight” (sic). Ni siquiera con la Fundeu hemos conseguido una buena traducción de este término tan central al mundo de la innovación. Creo que el diccionario sigue siendo válido, no sé cuales son las palabras más definitorias de este periodo, pero ahí están para que el lector las escoja.

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