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Javier Conde: “La clave para hacer buena ciencia es estar siempre fuera de la zona de confort”

El profesor de la ETSIT ES el primer español en obtener el premio de The Marconi Society a jóvenes investigadores en tecnologías de la información y las comunicaciones
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Javier Conde y Guglielmo Marconi.

Acostumbra a vestir camisetas, pero estos días anda buscado dónde alquilar un esmoquin. Javier Conde, profesor ayudante doctor en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Telecomunicación (ETSIT) de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM), necesita la prenda de etiqueta para la ceremonia en la que recibirá un premio otorgado por The Marconi Society.

Se trata del Paul Baran Young Scholar Award, que reconoce la investigación innovadora realizada por jóvenes científicos e ingenieros en el ámbito de las tecnologías de la información y las comunicaciones. Junto a otros tres laureados con la misma distinción pertenecientes a universidades estadounidenses, recogerá el premio el día 26 de octubre en Bolonia (Italia), ciudad natal de Guglielmo Marconi. Es la primera vez que la organización internacional fundada hace 50 años en el centenario del nacimiento del pionero de las comunicaciones inalámbricas premia a un español. El reconocimiento llega por su trabajo con gemelos digitales.

El premio de The Marconi Society es quizá el mayor reconocimiento que puede recibir un joven ingeniero de telecomunicación.

Representar a España en un premio tan relevante lo hace muy especial. Pero también es una responsabilidad. Y la vez puede servir de inspiración para las futuras generaciones ver que alguien totalmente normal como soy yo puede aspirar a competir con candidatos de las mejores universidades de EEUU. Eso sí lo hace especialmente importante para mí y para toda la comunidad científica española.

 El jurado ha destacado su labor investigadora en el campo de los gemelos digitales. ¿Cómo podríamos definirlos?

El término se ha pervertido mucho en algunos campos. A mí me gusta definir el gemelo digital de una forma muy sencilla: es un equivalente virtual de un producto o una entidad física; pero, aunque la gente se queda muchas veces ahí, lo que marca realmente la diferencia entre un gemelo digital de otro tipo de simulaciones es que existe un intercambio de información, bidireccional, entre la identidad física y el entorno virtual.

Para entendernos: puedes tener una cosa tan simple como una válvula (o algo tan complejo como un avión) y su gemelo digital. La válvula puede decir a la entidad virtual en qué estado se encuentra actualmente, y en esa entidad virtual tú puedes realizar procesamientos muy complejos (incluyendo inteligencia artificial, big data) y predecir, mediante la definición física de cómo se comporta una válvula, su estado futuro o qué pasa si la someto a unas determinadas condiciones.

Con ese conocimiento que generas a partir de la información que tienes en tiempo real de la válvula física, no te quedas ahí, sino que puedes cerrar el círculo y transmitir órdenes a esa válvula. “¡Oye, como sigas así vas a reventar! Baja un poco tu presión”. Así consigues una retroalimentación, que es lo que hace realmente potentes a los gemelos digitales.

¿Qué otras aplicaciones tienen?

Son muy variadas. Por ejemplo, para diseñar productos. Puedes obtener información del mundo físico y diseñar en el mundo virtual un producto para ver cuál sería su impacto. En concreto, yo he hecho gemelos digitales de índoles muy diferentes: uno de un aeropuerto en Aberdeen, en Escocia, y otro de una zona de bajas emisiones en Guadalajara. Son dos campos totalmente distintos pero que han utilizado la fortaleza de los gemelos digitales para tratar toda la información disponible.

Vivimos en un mundo de datos hoy en día -muchos sensores, mucho IoT [internet de las cosas]- y podemos pasar todos esos datos a la entidad virtual para realizar ahí los procesamientos que queramos. Se trata de aplicar todo lo que damos en nuestra escuela sobre ingeniería de datos e ingeniería de telecomunicaciones a un caso específico con el objetivo de mejorarlo en cualquiera de los sentidos.

Su trabajo en este campo se centra en garantizar la escalabilidad, la interoperabilidad y la seguridad de la información para los sistemas de gemelos digitales.

Esos tres pilares son fundamentales en un gemelo digital. La interoperabilidad es necesaria; sin ella no podría haber una comunicación entre distintos gemelos digitales, sería como si hablaran idiomas diferentes. Esa es una pata muy importante. Otra es la escalabilidad porque, si queremos modelar un avión, cualquier cosa que requiera mucha información, vamos a tener que diseñar tecnología que pueda soportar el procesamiento de gran cantidad de datos, de modo que todas las capacidades de big data, todos los avances de los últimos años, deben incorporarse al gemelo digital.

En cuanto a la seguridad, lo mismo. Imagina qué relevante es un avión o un aeropuerto, pues toda la comunicación desde esa entidad física a la entidad virtual tiene que estar securizada. Cualquier fuga o manipulación de información dentro de la entidad virtual y el envío de comandos erróneos a la entidad física sería un problema muy grave.

 Dentro del grupo de investigación del que forma parte, Internet de Nueva Generación, también toca otras cuestiones.

La verdad es que el nombre del grupo es bastante elocuente; nunca pasa de moda porque siempre hay una nueva generación. Ahí desarrollamos muchas líneas de investigación diferentes, como la de datos abiertos, que apliqué también a los gemelos digitales. Puede publicarse en abierto una parte de la información de un gemelo digital y que otro la utilice. Para esto hay una serie de métricas que te dicen cómo de buenos son tus datos, cómo de interoperables.

También desarrollo mucha investigación en inteligencia artificial. ¿Cuál fue el origen de esto? Pues que, dentro del gemelo digital, parte del procesamiento puede implicar la introducción de un módulo de inteligencia artificial con el que potenciar sus capacidades. Desde el boom de la IA generativa hace un par de años, otra parte de mi investigación está dedicada a la inyección de errores en los modelos, a ver qué pasa si cambia, por ejemplo, un bit, qué impactos puede tener en las salidas.

Y también me dedico a la evaluación de los modelos, algo muy relevante para la sociedad pero también para la ingeniería. Porque no siempre el mejor modelo es el más adecuado si, por ejemplo, te cuesta mucho dinero o consume mucha energía; a veces puede interesar utilizar otro que sea un poquito peor si su consumo de energía es muchísimo menor.

¿Cómo valora el ecosistema de investigación e innovación que engloba la UPM?

Soy un producto 100 % UPM y ETSIT. Aquí estudié el grado, el máster y el doctorado, aunque he colaborado y trabajado en otras instituciones. Con todo ello puedo afirmar que la UPM y la ETSIT me parecen un lugar idóneo para el desarrollo de una carrera académica. A nivel de instalaciones, tenemos a nuestra disposición muchísimos recursos. Hoy en día, sobre todo en mi campo, cuando hablas con colegas siempre te preguntan cuántas GPU [unidades de procesamiento gráfico] tienes. Pues justo aquí, en el IPTC [Centro de I+D+i en Procesado de la Información y Telecomunicaciones de la UPM],  se ha acometido un esfuerzo muy grande para montar una buena infraestructura. Es un centro de datos muy potente.

Si no tienes unos recursos necesarios, no puedes hacer ciencia de calidad. No puedes llegar a probar las cosas. Y la ETSIT aporta esos recursos. Por otra parte, el ambiente laboral, con los compañeros tanto de mi grupo como de otros, es maravilloso. Nadie está acomodado. Y yo creo que la clave para hacer buena ciencia es estar siempre fuera de la zona de confort. He estado en otros sitios donde sí he visto que la gente va a veces mucho más lenta. Están en su zona de seguridad y no les muevas de ahí. Pero aquí nos metemos en mil berenjenales y eso es lo mejor, porque, si no, te estancas, y la ciencia es todo lo contrario.