Se ha especializa en la realización de estudios toxicológicos de fármacos. La particularidad de la labor que lleva a cabo la doctora Jimena Prieto, investigadora del Conicet en el Laboratorio de Biomembranas, es que trabaja a partir de experimentos en el pez cebra.
Su modelo permite advertir, a priori, cuáles serían los efectos en caso de suministrarse en humanos. Ha concentrado sus investigaciones en compuestos para tratar epilepsia y enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer.
“Desde aquí, junto con otros miembros del Laboratorio, evaluamos qué efectos causan los compuestos nanotecnológicos que diseñamos en las larvas de estos animales, durante sus primeros días de vida al salir del huevo”, afirma la investigadora de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ).
Tratan de predecir posibles repercusiones en humanos, desde malformaciones del hígado o el corazón, hasta la muerte, pasando por otros parámetros comportamentales como la neurotoxicidad. “Realizamos, en este marco, diversos test que nos permiten advertir ciertos resultados que tienen como horizonte lo que podría ocurrir con los seres humanos y una terapia ante una posible enfermedad”, señala Prieto en una entrevista publicada en Argentina Investiga.
¿Por qué utilizan peces cebra? El motivo es que en ellos “existen ciertos órganos que, desde una perspectiva celular, presentan estructuras y funciones muy similares a las nuestras”. “Por tanto, si el compuesto que desarrollamos es hepatotóxico en las larvas (dañan sus hígados), probablemente, lo mismo sucederá en humanos”, explica la científica argentina.
Son capaces, por ejemplo, de inducir la enfermedad de la epilepsia en el animal y luego suministrarles los fármacos para evaluar cómo respondían. “Ahora mismo tenemos una línea de investigación que también se concentra en el desarrollo de tratamientos para Alzheimer y otras enfermedades neurodegenerativas –explica–. En este caso puntual, colocamos medicamentos en un transportador que actúa como un delivery y los traslada directamente al cerebro”.
Estos transportadores son productos que diseñan “a escala nanométrica e incrementan la efectividad con la que el fármaco llega al cerebro; a diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, cuando una persona toma una aspirina y se disemina por todo el cuerpo”.
Si los fármacos funcionan con efectividad en larvas, se pasa a probarlos en modelos más complejos, como los ratones. “Si los resultados también son los esperados, debemos recurrir a un apoyo monetario suficiente para promover un escalado –apunta–. Una cosa es probar la droga en el laboratorio y otra muy distinta es producirla a nivel industrial”.
Jimena Prieto deja claro que la nanotecnología, empleada en el campo de la salud, “está presente en los objetos más cotidianos: desde las raquetas de tenis hasta medias y pinturas”. “Incluso, salen al mercado y las compramos sin advertir que podrían haber sido desarrollados sin respetar los parámetros de toxicidad. Por ello es tan importante que el testeo previo que realizamos para nuestros ensayos de laboratorio también se practique en el diseño de productos pertenecientes a otros ámbitos”.