“Han pasado muchas cosas desde el 72, pero quizá no tantas como debieran”. Luis M. Jiménez Herrero se refería al año en que ONU celebró en Estocolmo la primera conferencia que miraba a los problemas de medio ambiente desde una óptica global. El presidente de la Asociación para la Sostenibilidad y el Progreso de las Sociedades (ASYPS), vivió aquella cumbre en primera persona. 50 años después, Jiménez analizaba los pasos hacia delante (y hacia atrás) que hemos dado ante la urgencia del reto. Lo hacía en una jornada organizada por Fundación Naturgy y el Capítulo Español del Club de Roma. En el encuentro participaba también Hugo Morán, secretario de Estado de Medio Ambiente (leer la crónica de su intervención hoy en Innovaspain).
“El 72 fue importante; el año del “quien contamina, paga”, de la OCDE o el de la primera Ley Ambiental de España, ligada a la contaminación atmosférica”. Luis M. Jiménez Herrero detallaba la debilidad de este primer avance legislativo del país. Considera que aquel enfoque normativo, al igual que las exigencias de la cumbre de Estocolmo, carecían de estabilidad. “Era una mentalidad muy distinta”.
El experto recordaba cómo nacieron las fricciones entre países que hoy siguen vigentes y que dificultan los grandes acuerdos. “El punto de divergencia incluye los factores pobreza y contaminación. Los países en vías de desarrollo preguntaban (y preguntan): ¿De qué contaminación quieren que hablemos? Los países ricos debaten en torno a la contaminación industrial, el desarrollo urbano, los recursos naturales no renovables… Los problemas de los pobres son otros, más vinculados al medio ambiente social, son cuestiones que dependen de un modelo de desarrollo determinado”.
Entre tanto desacuerdo, Jiménez Herrero extrae una síntesis clara, ya apuntada en Estocolmo y hoy de plena actualidad: sin medio ambiente no hay desarrollo y viceversa. “Protegerlo requiere medios, mecanismos, administraciones eficientes…La confrontación continúa, pero es verdad que existe una conciencia global que dice que, o no salvamos todos o no se salvará nadie. Así las cosas, las responsabilidades no pueden ser las mismas para unos y otros países”.
El cambio de guion comenzará, a su juicio, cuando aportemos al planeta más de lo que extraemos. “La economía circular es esencial. Son muchos los principios que sobrevuelan la realidad desde el 72”. El presidente de ASYPS dibujaba una secuencia que ayuda a entender el paso a la acción con nuevas perspectivas. “Crecimiento no es igual que desarrollo, pero desarrollo no significa los mismo que bienestar y bienestar no es sinónimo de felicidad; aunque el PIB no la mida, la necesitamos en los indicadores”.
En este cambio de modelo, “más allá del desarrollo”, Jiménez Herrero se mostraba rotundo y equilibrado: “El crecimiento indefinido en un sistema finito es imposible. Si sumamos bienestar social y bienestar ambiental ampliamos mucho más el marco. Entonces incorporamos otra variable: el decrecimiento sostenible. Hemos de buscar un paradigma basado en el bienestar sostenible con decrecimiento”.
Pero, ¿quién quiere oír hablar de estas cosas mientras todos miramos al PIB de reojo? “Es posible lograr un crecimiento no solo material. Precisamos que el PIB aumente en otros términos más allá del consumo y la energía. Este debate de nuevos indicadores es un paso que debemos dar de manera muy decidida. Lo dice la UE de manera oficial: el crecimiento económico no es un fin en sí mismo. Por ahí van las cosas”.
Qué hacer con los negacionistas
“Es una cuestión difícil. No atienden a los miles de científicos que ya han evidenciado el coste humano y económico del cambio climático”. Ante esta falta de capacidad de entendimiento, Jiménez Herreo llamaba a acercar las posiciones de ciencia y política.
“Hasta el momento, la ciencia ha ido por un lado y los políticos por otro. Hablamos de una frontera prácticamente insalvable, pero ambos se necesitan. El diálogo estratégico y las fórmulas de aproximación son fundamentales”. El presidente de ASYPS sumaba una tercera variable: la aceptación social.
“Lo lograremos con participación pública suficiente, acción ciudadana… Así la sociedad entenderá de qué estamos hablando. Que asuman de buena gana los cotos, la mitigación de riesgos o la existencia de una sola salud. El mecanismo de progreso es acercarse a la ciudanía con más información con todas las partes en un mismo proceso integrativo. De este modo, los fundamentalistas quizá se moderen y dejen a la sociedad trabajar”, concluía Jiménez Herrero.