Compara la historia económica con la arqueología, ya que ambos buscan señales, “restos” de otras épocas, para comprender a las generaciones que nos precedieron. Por ejemplo, entender cómo funcionaban en el pasado el mercado de esclavos, cómo incidió en la economía europea la desaparición de más de la mitad de la población en el siglo XIV, o cómo funcionaban las economías en las que el capital se contabilizaba en cabezas de ganado.
“La historia económica cuenta con más información sobre etapas recientes, hasta llegar a las economías gig, que están creciendo gracias a las tecnologías; y junto con las economías, evoluciona el rol del Estado”, ha señalado el historiador holandés Joel Mokyr, tras su investidura como doctor honoris causa por la Universidad de la República de Uruguay (Udelar). Sus estudios lo han llevado a confiar en la unión de la ciencia y la tecnología como clave para lograr el desarrollo económico.
El homenajeado ha agradecido la distinción y ha reflexionado acerca de las similitudes entre Uruguay y su país natal, Holanda. Ambos están “rodeados de gigantes” y son a la vez economías pequeñas, abiertas y exitosas. En su opinión, la historia económica se ocupa de estudiar cómo las personas han luchado en un ambiente hostil para sobrevivir, cómo se han enfrentado a los poderosos que concentran la riqueza, pero también es una historia marcada por diferentes “milagros” producidos por los avances del conocimiento científico.
ESPERANZA EN EL FUTURO
Según sus palabras, la historia económica es, por definición, un campo multidisciplinario. También ha asegurado que el mejor momento para nacer, sin dudas, es hoy. Antes la enorme mayoría de las personas eran pobres, sufrían hambre, enfermedades y sus necesidades básicas estaban insatisfechas. “Es tarea de los estudiosos de la historia económica traer optimismo sobre nuestro futuro”.
Mokyr ha defendido que “hoy no debería haber pobreza en ningún lugar del mundo”, porque las economías modernas tienen la capacidad de producir para lograrlo. La historia económica puede ayudar a ese objetivo y, citando a William Faulkner, ha subrayado que “el pasado no está muerto, ni siquiera es pasado. Está a nuestro alrededor”.
Después de la ceremonia, Mokiyr ha ofrecido la conferencia titulada ‘Is technological progress a matter of the past?’, en la que argumentó en contra de las visiones tecnopesimistas que predicen que no podrán superarse las enormes innovaciones de mejora de la productividad generadas en el último siglo y medio. Como consecuencia, y de acuerdo a esta postura, las economías avanzadas pasarían a tener un crecimiento lento en los próximos años.
En oposición, Mokyr sostiene que, con respecto a los avances tecnológicos, “todavía no hemos visto nada. Lo mejor está por venir. Los avances pasados en los campos de la biología, la física, la óptica o la química posibilitaron, a su vez, la construcción de herramientas más eficaces para alcanzar más conocimientos. Los nuevos conocimientos permitieron más avances tecnológicos; de manera que la ciencia y la tecnología caminan en retroalimentación positiva, ha señalado.
Si bien nuestros avances tecnológicos han traído consecuencias negativas, como el calentamiento global, la resistencia a los antibióticos o la eutrofización, “solo podremos superarlos con más y nuevas tecnologías”, ha concluido.
La entrega del título fue promovida por el Programa de Historia Económica y Social, con el respaldo de la Comisión Académica de la CSIC, el Grupo de Historia Económica de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, el Comité Académico de la Licenciatura en Desarrollo, la Asociación Uruguaya de Historia Económica, la Red Temática de Estudios del Desarrollo, la Unidad de Ciencia y Desarrollo de la Facultad de Ciencias, y el Research Institute on Development, Economics and Growth.