La mitad norte peninsular vive días de frío y nieve. La situación se prolongará hasta finales de esta semana, pero a todas luces quedará lejos del carácter extremo y de los estragos causados por Filomena hace tres años. “Los efectos más notables del actual temporal terminarán probablemente el viernes. Cabe destacar que será algo momentáneo, nada que ver con una secuencia de olas de frío”, aclara a Innovaspain el investigador Jorge Olcina.
Catedrático de Análisis Geográfico Regional en la Universidad de Alicante, donde también dirige el Laboratorio de Climatología, Olcina establece algunas diferencias entre las causas que motivaron la explosividad de Filomena y este temporal. “Filomena fue una DANA de gota fría en la que el flujo de aire procedente del Mediterráneo, cargado de humedad, ‘chocó’ con aquella masa de aire polar provocando copiosas nevadas en el centro del país”. En esta ocasión, el fenómeno se quedará más al norte, en la cuenca del Ebro, Navarra, País Vasco, Aragón y Cataluña. El experto añade que quizá veamos nevar también en algún punto de Castilla y León y de La Rioja.
Vínculo con el cambio climático
“Existe una clara relación entre los episodios de frío extremo y el sobrecalentamiento atmosférico”, argumenta Olcina. El investigador se refiere al incremento de la frecuencia de eventos climatológicos potentes. “Las masas de aire que afectan a España se mueven cada vez con más intensidad, lo que deriva en cambios bruscos de tiempo. Hace apenas unos días, encontrábamos ciudades que rozaban los 20 grados y hoy están casi bajo cero. Todo esto es consecuencia del cambio climático. La atmósfera terrestre vive un desajuste térmico, y las masas se mueven en búsqueda de un equilibrio que nunca van a lograr porque las emisiones de gases de efecto invernadero no cesan”.
Pasarán el invierno y la primavera; y el verano llegará, siguiendo la dinámica de los últimos años, antes de lo previsto. “La tendencia de temperaturas en el país es clara: la época cálida del año ya no se limita a julio y agosto, sino que extiende su huella desde junio hasta principios de octubre”. A estos veranos prolongados también contribuye el calentamiento del Mediterráneo. “Se trata de un factor regional de cambio climático que multiplica las noches tropicales en España y limita el confort térmico”.
Respecto al verano de 2024, es pronto para saber si será tan tórrido como los dos precedentes. Jorge Olcina se detiene en un factor condicionante: “El fenómeno El Niño, en el Pacífico, atraviesa una fase intensa. Cuando esto sucede, el verano español suele ser más caluroso. Si de aquí a marzo confirmamos una realidad que ya afecta a las costas de Perú y Chile, es de prever que pasemos calor España”.
Lluvias irregulares
Además del imparable ascenso de las temperaturas, un punto que preocupa al catedrático tiene que ver con la irregularidad de las precipitaciones. “No es que llueva más o menos, ya que la tendencia no es del todo clara, y la precipitación es difícil de modelizar. Tampoco estoy de acuerdo con los alarmistas que vaticinan que España se convertirá en un desierto, pero es evidente que pasamos meses sin una gota de lluvia y días con chaparrones muy intensos y poco aprovechables”.
En este sentido, Jorge Olcina considera que la agricultura española tiene que dar un paso al frente y adaptarse a las nuevas circunstancias, “algo que no ha hecho, al contrario que otros sectores, como el turismo”. El experto percibe que es necesario incorporar sistemas energéticos de ahorro, riegos más eficientes o contadores que controlen el consumo.
Pero dadas las circunstancias, este giro adaptativo nos tocará afrontarlo todos. “El problema es que el proceso de calentamiento atmosférico es global. China, EEUU, Brasil, Rusia e India concentran el 70 % de las emisiones nocivas y no tienen intención de controlarlas. No se sumaron a los acuerdos de Kioto y París, y las sucesivas COP se quedan en una declaración de intenciones. El resultado es que, año tras año, batimos el record en emisión de gases de efecto invernadero. No nos queda otra que adaptarnos. Europa ha realizado una apuesta clara por cambiar su modelo energético y debemos ser fieles a los compromisos marcados para 2030 y 2050. Todo ello sin olvidarnos de reajustar el territorio y las necesidades económicas, ya que el cambio climático seguirá vigente en las próximas décadas”.
Trabajo investigador
Desde la parte que les toca, profesionales como Jorge Olcina se beneficiarán de la incorporación de las nuevas tecnologías. “Grandes centros de predicción en Europa y Estados Unidos ya siguen protocolos de inteligencia artificial. En el fondo, la predicción meteorológica se basa en lo que ha sucedido históricamente en situaciones similares para mejorar el pronóstico en el futuro. Con IA se puede hacer más rápido. Este es un campo que va avanzar notablemente gracias a estas innovaciones. Mejoraremos el porcentaje de acierto, ya de por sí bastante alto, situado en el 97 % a dos-tres días vista. Llegar al 100 % es difícil porque no olvidemos que la atmósfera es un sistema caótico que siempre deja algún elemento fuera de nuestro control”.
Dentro de la UA, Jorge Olcina incluye entre sus actividades la dirección de la Cátedra Aguas de Alicante de Cambio Climático. En este momento, siguen dos líneas de trabajo principales. “Por un lado, ultimamos un informe relativo al estado de la cuestión del cambio climático en Alicante tomando en consideración distintos parámetros como los cambios en la frecuencia de las lluvias y las alteraciones de temperatura. Creemos que son elementos que hay que incorporar para una gestión del agua más óptima. En las próximas semanas lo subiremos a la web de la cátedra y la intención es actualizarlo cada año a fin de poder llevar a cabo una análisis evolutivo”.
En paralelo, y junto a técnicos expertos en agua, los miembros de la cátedra trabajan para marcar posibles cambios en los sistemas de drenaje urbanos. “La intensidad y temporalidad de las lluvias obliga a redimensionar la red de alcantarillado basándonos en distintos estudios estadísticos que ayudan a diseñar nuevos planteamientos”. La idea, según explica Jorge Olcina, es que Alicante sirva de ejemplo a otras ciudades españolas que han de adaptarse en una dirección similar, fundamentalmente en el litoral mediterráneo, donde el cambio climático se hace notar con mayor rotundidad. “Conviene además mejorar las infraestructuras verdes, instalar fuentes en plazas y calles para poder beber agua en todo momento, incrementar las zonas de sombra… en definitiva, recuperar parte del confort climático perdido a través de actuaciones sostenibles”, concluye.