Desde que en 1994 obtuviera su doctorado en Astrofísica por la Universidad de La Laguna (España), José Antonio de Diego Onsurbe siempre se ha sentido muy vinculado a Canarias. Tras finalizar su tesis, se incorporó al Instituto de Astronomía de la Universidad Nacional Autónoma de México (IAUNAM) en 1995, del que ahora es investigador titular y donde ha ejercido como docente en el área de Astrofísica Extragaláctica, Núcleos Activos de Galaxias y Estadística. Sus campos de investigación se centran en el estudio de los núcleos activos de cuásares, lentes gravitatorias y galaxias con altos desplazamientos al rojo. En la actualidad, dirige un proyecto de desarrollo tecnológico y ha sido nombrado jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia del IAUNAM.
Él ha formado parte del Programa de Visitantes Severo Ochoa, iniciativa del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) que trata de incrementar la colaboración entre su personal e investigadores de prestigio de otras instituciones científicas punteras. Durante esta instancia ha colaborado con el grupo de investigación dentro del proyecto OTELO, “un cartografiado profundo del cielo en una región de aproximadamente un grado cuadrado”, afirma el propio De Diego Onsurbe.
Y es que, como él mismo asegura, “quedan muchas preguntas por resolver en relación con la evolución de las galaxias”. “Por ejemplo, desde el punto de vista morfológico, vemos que las galaxias tienden a ser espirales o elípticas, aunque hay otros tipos, como las irregulares”, afirma en una entrevista realizada por Marián Moreno Otero y publicada por el IAC. “Las espirales contienen gas, polvo, estrellas jóvenes, estrellas viejas… mientras que las elípticas solo contienen estrellas viejas. Las espirales, por tanto, forman estrellas de manera continuada a lo largo de la historia del Universo. Las elípticas las formaron rápidamente, en un periodo de unos 1.000 millones de años, y después, dejaron de producirlas. ¿Por qué estas diferencias? No se entiende bien porque unas galaxias han evolucionado de una manera diferente con respecto a otras”, se plantea.
De revolución en revolución
La buena noticia es que la historia nos ha demostrado que la Astronomía no deja de avanzar. “Por ejemplo, en el Neolítico tiene lugar la invención del calendario. Esto permitió que las sociedades se hicieran sedentarias y pudieran conocer los momentos idóneos para sembrar y cosechar la tierra, lo que supuso una revolución muy importante para la historia de la humanidad”, apunta el científico del Instituto de Astronomía de la UNAM. “Mucho más tarde, en el siglo XIX, Fraunhofer y Kirchoff demuestran que el Sol y las estrellas están formadas por los mismos elementos que encontramos en la Tierra. En la década de 1920, Hubble descubre que algunas nebulosas que se ven en el cielo son galaxias diferentes a la nuestra, y eso aumenta el tamaño del Universo conocido de manera extraordinaria. Unas décadas más tarde, en 1965, Penzias y Wilson detectaron la radiación cósmica de microondas. Sin olvidar la gravedad, de Newton a Einstein; y este mismo año, la detección de las ondas gravitatorias”.
Sin embargo, en su opinión, “la revolución más importante se produjo en el siglo XVI, cuando Copérnico y Galileo desplazan a la Tierra del centro del Universo, muestran la mutabilidad del cielo mediante los satélites de Júpiter, las manchas solares… Con ello, la astronomía aristotélica, que hasta este momento es el paradigma, se cambia por un sistema basado en la validación y refutación de las teorías, un sistema de prueba. Esto inaugura el método científico moderno que se aplica a todas las ramas de la Ciencia, no solo en Astronomía”.
Nuevos retos
José Antonio de Diego Onsurbe cree que, “como sociedad, tenemos que ser conscientes de la importancia que tiene la Ciencia para nuestro desarrollo”. “La Astronomía no es solo una forma de satisfacer nuestra curiosidad como humanos; hoy en día es una apuesta de futuro para el desarrollo tecnológico y, en última instancia, para aprovechar los recursos más allá de lo que es capaz de permitir nuestro planeta –continúa-. Algunos ejemplos de la aportación tecnológica que ha supuesto los tenemos en los sistemas de navegación convencionales y los GPS, el tratamiento de imágenes en medicina o las cámaras digitales de los teléfonos móviles”.
Y avisa: “En el futuro, la construcción de telescopios de clase 30 metros supondrá retos para la ingeniería computacional, electrónica, óptica y mecánica”. “La colaboración científica a nivel nacional e internacional que suponen estos proyectos, y también los proyectos espaciales, son una puerta para la cooperación en campos políticos, industriales y comerciales, no solo académicos”.
En el campo de la Ciencia nunca dejan de plantearse nuevos retos. “La inmensa cantidad de datos que se generan hoy en día en Astronomía, y los que se prevén que se generarán en un futuro cercano, que doblarán, por ejemplo en radioastronomía la transmisión de datos que se hace a través de internet en la actualidad, tienen que ser analizados, por lo que se necesitarán nuevos algoritmos computacionales”, señala el investigador de la UNAM.