José Carlos Ruiz: "Actuamos juntos, pero sin ningún nexo de unión"

El filósofo ha intervenido en la VII edición del congreso Eduemoción, organizado en Madrid por los Colegios Zola
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José Carlos Ruiz, ayer en Madrid. Imagen: Colegios Zola.

Elegancia y educación. A priori puede parecer una asociación fuera de lo común. Esa percepción cambia después de escuchar a José Carlos Ruiz. El filósofo, ferviente impulsor del Pensamiento Crítico, participaba ayer en la VII edición de Eduemoción, el congreso sobre educación emocional organizado por los Colegios Zola, celebrado en CaixaForum Madrid. “Alguien elegante es alguien que sabe elegir. No es fácil en una sociedad que ha multiplicado la opcionalidad, pero acertar es fundamental en la construcción de la identidad de nuestros hijos y alumnos. Debemos educar con criterio, dentro de una jerarquía muy clara en los procesos de elección”.

Ruiz se detenía en cómo la sociedad contemporánea nos empuja y presiona para hacer siempre la mejor elección. “Es agotador. Terminamos por no saber a qué dedicarle el tiempo y la atención. En el proceso educativo, fallamos al intentar configurar personas que hagan siempre la elección perfecta. Es preferible educar a las personas para que sepan cuáles son sus necesidades, cómo jerarquizarlas y cómo cubrirlas, sintiéndose satisfechas con sus decisiones”.

Respetar el pasado

Licenciado en Filosofía por la Universidad de Sevilla y Doctor en Filosofía por la Universidad de Córdoba, donde actualmente imparte clases, José Carlos Ruiz pasó 20 años como docente de Secundaria y Bachillerato. Autor de “Incompletos”, “El arte de pensar” o “Filosofía ante el desánimo”, argumentaba que, en este proceso de acceso de la elegancia en el criterio educativo, es necesario preservar lo contemporáneo como hilo conductor que une a todos los sujetos. “En un aula, docente y alumno deben compartir un código contemporáneo; una forma de ver la vida. Es algo que se está perdiendo”.

La cadena en la que el abuelo transmitía valores al nieto se ha roto. “Las generaciones estaban interconectadas e intercambiaban conocimiento. Hoy la contemporaneidad ha sido sustituida por la simultaneidad. Actuamos junto a los demás, hacemos las mismas cosas, pero sin ningún nexo de unión”. Ruiz añadía que cortar esos vínculos con los otros daña el proceso de construcción de identidad. Los más jóvenes ya no reconocen al que está por delante. La experiencia vital de los mayores deja de tener valor.

En esta línea, el filósofo llamaba a no perder de vista el legado. En el terreno educativo aseguraba que “algunas tendencias se imponen sin criterio científico ni recorrido suficiente”. La neofilia abraza lo nuevo y rechaza el trabajo previo por sistema. Países como Francia han recuperado en las aulas el dictado, el cálculo mental o la lectura comprensiva. No es casual. Los últimos resultados eran nefastos. “Revisemos la herencia de lo recibido y no olvidemos que este mundo tecnológico es obra de personas que se educaron en los antiguos sistemas, no en los actuales”.

Ética y estética

La elegancia diseccionada por Ruiz tiene su propia ética. El experto ha rememorado la casi olvidada figura del dandi y sus modales; su nobleza. “Nos referíamos a personas que hacían sentir cómodo a su interlocutor. El elegante construye una identidad serena que hoy no atraviesa su mejor momento. Seduce sin querer, sin espolear al otro”.

En cuanto a la estética, ha expuesto la conveniencia de poner orden en el proceso educativo, ya sea en casa o en el aula. Ello induce a la calma en el que aprende. Ruiz aludía a los nocivos efectos de la crisis que atraviesan los procesos de comunicación o al maltrecho uso del léxico de la sociedad actual. “De poco sirve hablar de educación emocional si no sabemos expresarnos. Debemos recuperar esa riqueza y promover el pensamiento aseado, curioso en el sentido global. Una persona elegante es cuidadosa consigo misma y con los demás. Cuidar de ello redunda en un crecimiento identitario sólido”.

Pantallas y redes: sí, pero no a cualquier precio

“Me preocupa tanta homogeneidad”. José Carlos Ruiz ha defendido una constitución de la identidad anclada en lo real y en lo próximo, pero dando un amplio margen para la propia elección “desde que los alumnos son bien pequeños” para hacer madurar el criterio propio. “Cuantas más máscaras tenga un sujeto, mejor le irá en su interconexión con los otros. Es importante tener claro con quién estamos hablando en cada momento y adaptarnos”.

Frente a esta nutritiva socialización se sitúa un uso indiscriminado de las redes sociales o de la propia internet. “Las redes son muy útiles para conectar con gente con la que compartes intereses. Favorecen el intercambio de conocimiento y creatividad”. Pero cuidado: las pantallas funcionan bien cuando nos acercamos a ellas con un criterio concreto, previamente cerrado. “Si no es así, será la red la que se aprovechará de nosotros”.

El filósofo, durante su intervención. Imagen: Colegios Zola.

Ruiz ensalzaba la importancia de la vivencia, de la corporeidad. “No debemos limitarnos a ser un avatar, a que deshumanicen una parte de nosotros. El conocimiento adquirido a través de las pantallas no está mal cuando suple la imposibilidad de la vivencia”. Y considera que educar en la experiencia real es la única manera de humanizaros como seres completos. “Si observamos y aprendemos solo por medio de una pantalla, la realidad nos dará un guantazo cuando intentemos aplicar el conocimiento al día a día”.  

Recuperar la biografía

El filósofo también ha llamado la atención sobre cómo la oralidad ha sido sustituida por la comunicación a través de dispositivos. De este modo, construimos autobiografías idealizadas en lugar de verdaderas biografías. En la formación de nuestra identidad es importante lo que los demás dicen de nosotros; aquellos que nos conocen y nos rodean. “Fallamos en eso, como también lo hacemos en la pedagogía del placer: ser parte de una comunidad y repetir aquello que nos gusta de manera rutinaria. El placer ha desaparecido de la construcción de la identidad y ha sido sustituido por la persecución constante de una nueva meta y el deseo pendiente. El alumno necesita tranquilidad en su desarrollo educativo y la repetición se la da”.

“En definitiva”, concluía Ruiz, “la misión de los profesores y de la pedagogía es aumentar la intensidad del placer en esta vida; y la cultura nos permite vivir con el doble de intensidad respecto a los que no la tienen”.

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