Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.

Juan Garcés, director del Departamento de Servicios de Copernicus

Juan Garcés

Juan Garcés, director del Departamento de Servicios de Copernicus en el Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas a Plazo Medio (ECMWF, en sus siglas en inglés) está muy orgulloso de lo que él denomina “el proyecto más ambicioso que se ha creado nunca sobre la observación de la Tierra”. Garcés se refiere a Copernicus, una iniciativa de la Unión Europea que, al contrario de lo que piensa la gente, no solo mira desde el espacio: supervisa el clima, el medio ambiente, combate el cambio climático y ayuda a todas las naciones (no solo a los estados miembro) en cualquier problema que pueda surgir desde nuestro planeta.

Monitorizan glaciares, océanos, aspectos meteorológicos o la mera composición del agua. Todo ello desde barcos, globos aerostáticos, aviones o los famosos satélites Sentinel, una muestra de la colaboración público-privada entre los países europeos más innovadores. Básicamente, es un servicio operacional que entiende el clima, asegura a la Tierra, presta ayuda a las industrias que lo soliciten o controla fronteras. En sectores especializados se conoce el proyecto Copernicus, pero todavía “no hemos llegado al gran público, es muy difícil mostrarse a ellos”, se lamenta Garcés.

Pueden ser muchos los motivos, pero él considera que, principalmente, “existe cierto escepticismo sobre todo lo que conlleva la generación de datos. El hecho de que haya una gran cantidad de información ya abruma”. Sin embargo, concienciar de este tema es necesario. “Todavía hay negacionistas del cambio climático en EEUU, por eso nosotros intentamos convertirnos en referencia mundial: para concienciar. No es nada político: todo es científico”, asegura. “Hemos sido muy innovadores. Todo esto empezó a fraguarse en el año 2000, cuando no hacía falta, y ahora colaboramos con Norteamérica o con China. Somos accesibles con todo, sobre todo en la cuestión del cambio climático”, explica. Para Garcés, este proyecto (“que ha tenido una gran inversión”) tiene que repercutir en los ciudadanos, para que vean en qué se gasta su dinero. Predicen, ayudan y conciencian. Pero todavía hay un problema, y grande. Para la Comisión Europea es todo un reto revertir el dinero invertido.

La innovación de nuestro país también sufre por este motivo. Quizá por eso no se invierte lo suficiente. Él cree que “la industria espacial española contribuye en medida de lo que sabe y puede hacer. A nivel de facturación, España está en quinto lugar, tras los grandes: Alemania, Inglaterra, Francia e Italia. Copernicus tiene entre sus satélites instrumentos y herramientas concebidas aquí: software de tierra (que están muy especializados), y hardware. También a nivel de servicios tiene su participación”. Y si bien le gustaría “que fuera más”, sentencia que “hay que tener capacidad técnica para hacerlo, y no todo el mundo la tiene”. Los que invierten más, tendrán un mejor lugar en este tipo de proyecto, “como es lógico”, pero España tiene que aportar más. “Si quieren algún contrato, primero tienen que ofertar”, opina.

Garcés cree que podría haber una solución, pero que no se dará nunca: investigaciones financiadas por las empresas privadas. “Estos proyectos no surgen de la noche a la mañana, son proyectos en los que hay que invertir sin saber muy bien si al final van a salir o no. Creo que hay que incentivar la innovación mucho más”, considera. “Habría que fomentar aquellas partes de la investigación que realmente se aplican de forma comercial. Cualquier investigador diría que es un problema de recursos, pero creo que es un problema de prioridades, de gestión, de cultura. La comunidad científica tiene que comprender que no solo hay que investigar, sino investigar para algo, para lo que demande nuestra sociedad. Entiendo que lo hagan de forma pura, de ciencias, pero si empieza a haber un sentido comercial, deberían tener una colaboración más estrecha con las entidades privadas. Estas dirigirían una investigación, darían plazos y pondrían objetivos más que el ente público”. Países como EEUU utilizan esta financiación mixta.Pero Garcés no piensa que lo que hay ahora sea la solución. “No veo muchas muchas posibilidades de que de repente España tenga la capacidad de aumentar significativamente su presupuesto en investigación. La gente de la administración no hace política, hace gestión, pero eso sí, no lo hace con mala intención, y con lo que tienen, lo hacen muy muy bien».

Al plantearle una cuestión, que las entidades privadas tampoco hagan mucho por la labor, Garcés (antiguo CEO de Thales) coincide, pero subraya: “las empresas privadas invierten en investigación, porque lo necesitan, aunque en muchas ocasiones están obligadas desarrollar competencias que a lo mejor no necesitan tener y estarían mejor en un centro de investigación público que se dedique exclusivamente a eso. Hay cosas que las empresas podrían investigar mediante centros o universidades, pero eso no ocurre mucho, y debería ocurrir mas. Intentan lo mejor, con los medios de los que disponen, y lo hacen muy bien, pero esto no pasa. Muchos investigadores van directos a lo público porque no tienen que dar explicaciones. En una empresa privada hay que rendir cuentas”.

Sin embargo, Copernicus es público, y ayuda a la ciudadanía y a empresas privadas. Su servicio operacional no hace distinciones, porque lo hace por bienes mayores: la sostenibilidad, la seguridad, el combate a los males atmosféricos que dañan nuestro planeta. Y por la investigación científica.