Llega a su estudio (LightBender, en Santa Mónica) un poco más tarde de lo previsto. El tráfico ha vuelto a Los Ángeles. “La ciudad tiene el dudoso honor de ser la más golpeada por el virus y eso que, en general, en California la gente se dejó influir menos por Trump”. Juan Ignacio Cabrera habla con Innovaspain desde la luminosa costa oeste días después de convertirse en el primer colorista español que ha entrado a formar parte de la Sociedad Americana de Cinematografía (ASC).
Comenzó su carrera hace más de 25 años, como supervisor de efectos visuales, trabajando para algunos referentes del cine nacional de la talla de Julio Médem o Álex de la Iglesia. Una década después, evolucionó hacia el color y el finishing, que en su ya larga aventura americana le han llevado a ser parte activa de algunas sagas con las que creció como Star Wars o Star Treck.
La buena noticia de su ingreso en la ASC -una decisión que se prolongó durante meses, tras ser propuesta su candidatura por Fernando Argüelles y Gonzalo Amat- se mezcla con un periodo de cierta inactividad. Tras el parón de los rodajes a consecuencia del COVID-19, el día a día del estudio vive un paréntesis en el que Cabrera aprovecha para hacer backup y, fundamentalmente, cuidar de su hija. A la vuelta de la esquina le esperan dos proyectos grandes: una producción animada y una serie de las que, como mandan los cánones, “poco o nada puedo contarte”.
LightBender
“También es buen momento para dedicarle tiempo a proyectos más pequeños, pero no por ello menos valiosos”, apunta. Así ha colaborado en la posproducción de un corto dirigido por un buen amigo español. “No quiero cortar el vínculo con el mundo indie; un terreno más experimental donde es sencillo probar cosas nuevas y del que suelen nacer contactos importantes. Además, me gusta ayudar al talento emergente”, añade.
Tras fundar su primer estudio con solo 17 años y pasar un tiempo en Reino Unido en ‘formato’ freelance, Juan Ignacio Cabrera llegó a Estados Unidos en pleno boom del 3D. “Se abrieron muchas puertas. Es curioso cómo pude moverme de un proyecto a otro gracias al boca-oreja”.
La puesta en marcha de LightBender tuvo que ver más con una filosofía que con una mera fachada comercial. “Tiendo a tener un proyecto propio porque busco la máxima eficiencia en el trabajo, algo muy complicado en un gran estudio, donde la burocracia ralentiza la toma de decisiones”.
De operar por turnos con una sola máquina, hoy las instalaciones de LightBender constan de cinco salas de color y de todas las herramientas necesarias para ofrecer un servicio de máximo nivel. “Todo es más serio ahora, pero sigo diciendo que somos una boutique. Quiero seguir cerca del director en cada proyecto, que estén cómodos y perciban que nos ocupamos al máximo del trabajo que nos han pedido”.
¿Qué hace un colorista?
“Todo cambia con Matrix (1999)”. Juan Ignacio Cabrera marca un punto de inflexión para su oficio en la mítica película de los hermanos (ahora hermanas) Wachowsky. “Más espectadores empezaron a ver en el color una herramienta narrativa”. Casi en paralelo, otros hermanos, los Cohen, trasladaron al ordenador la fotoquímica de ‘Oh Brother !’ Empezaba una nueva etapa.
“Las cámaras no ven como nosotros. Ni mejor ni peor. Quieren capturar el mayor rango de luz posible y el director de fotografía toma una serie de decisiones a través de la elección de las lentes. A partir de ahí hay mucho que modificar”, detalla Cabrera sobre su entrada en escena. “Además, desde un punto de vista más logístico, una película es rodada en días distintos, con climatologías y luces que cambian y en múltiples localizaciones. A todos estos elementos hay que darles coherencia técnica. De eso nos encargamos”.
El tercer vértice es el más artístico. “Podemos convertir un deslumbrante mediodía en un cálido atardecer. En definitiva, somos de los pocos en la cadena de producción que tocamos toda la película. Es una labor parecida a la mezcla de sonido. La película tiene que sonar bien y con sentido. Hoy día, todo el contenido que veas en una pantalla ha pasado por un colorista”, agrega.
Flexibilidad estilística
“Ante un nuevo proyecto lo primero es sentarse y empezar a hablar. Ayuda que traigan referencias, aunque sea de otras producciones, incluso fotos o telas. Por lo general, director y director de fotografía llevan mucho tiempo hablando de la luz que buscan; sobre cómo se tiene que ver y sentir. Normalmente acuden a mí con una idea”, explica Cabrera.
Pero el grado de involucración de LightBender varía. “No siempre vienen al estudio con un look muy marcado y claro. Otros me piden que proponga cosas. Es un diálogo donde puedo sugerir si creo que algo es mejorable. Partamos de la base de que el contraste de color es distinto para cada uno de nosotros”.
El colorista se declara seguidor del estilo Spielberg, que tantos otros han continuado en producciones como ‘Super 8’. También Juan Ignacio Cabrera admite haber buscado “ese toque” en ‘Max Winslow and the House of Secrets’. “En general, me llaman la atención detalles de la ciencia ficción más oscura, un género al alza. Cintas como ‘La llegada’, ‘La Señal’ o ‘Valerian y la ciudad de los mil planetas’, una película con una paleta de color más cálida, poco habitual. No me gustan los mismos estilos repetidos una y otra vez. ‘The Crown’ es correctísima, pero no hace que te caigas de espaldas”.
El impulso de las plataformas y el futuro de las salas de cine
“Creo que le debemos mucho a Netflix”, afirma rotundo. “Antes, el trabajo del colorista se mimaba mucho si el destino de la producción era la gran pantalla, mientras que la televisión era la hermana fea. De pronto, se han dado cuenta de que la gente mira cada vez más la tele y que demanda buenos proyectos”. Juan Ignacio Cabrera opina que la llegada de las plataformas ha implicado disponer de mejores presupuestos con los que hacer más cosas. “No tiene que ver con la disponibilidad de herramientas. Es una cuestión de dinero. ‘Juego de Tronos’ o ‘Mindhunter’ son series que no tienen nada que envidiar a la mejor producción cinematográfica”.
Con el sofá de casa como centro de gravedad desde el que disfrutar del ocio audiovisual en los últimos meses, ¿qué ocurrirá con las salas de cine? “No nos confundamos. Seguiremos yendo al cine porque es un hecho que trasciende las propias películas: se trata de vivir una experiencia. Las series seguirán funcionando en casa, pero tendremos ganas de meternos en una sala, un lugar confortable, a centrarnos en la proyección durante un par de horas sin interferencias de ningún tipo”.
Tecnología y producciones made in Spain
De la primera máquina que utilizó a las actuales, la velocidad se ha multiplicado por 30. También han crecido los requerimientos, primero con la HD, y después 4K u 8K. “Las tecnologías van más rápido que los requerimientos, y eso nos permite ser más eficientes. Fundamentalmente, los avances se traducen en una reducción de los costes. Ahora puedo suscribirme a un software para el desarrollo de un proyecto concreto. Años atrás, era una atadura de miles de dólares difícil de asumir y justificar”.
Juan Ignacio Cabrera rompe una lanza a favor de las tecnologías (con softwares como Mistika) y las producciones españolas. “Se están haciendo cosas increíbles. No hay nada en Estados Unidos que no esté disponible en España. Ya no hay excusas para no producir con el mejor color y tener un buen look. No es caro y sin embargo es un aspecto importantísimo. En un mundo global, desde cualquier rincón del planeta es posible que alguien vea ‘La Casa de Papel’ o ‘La Peste’, proyectos españoles muy potentes y cuidados”, concluye.