Todo empezó cuando comenzó a dar clases al mismo tiempo que estudiaba Física. "Como profesor no sabía cómo dar clases, así que traté de hacerlo como lo haría un divulgador: contando anécdotas o historias, tratando de construir con los alumnos lo que queríamos ver”, afirma Juan Nepote (1977, Guadalajara, México).
También ensañaba cálculo diferencial, una materia que lo cogió por sorpresa. Sin embargo, buscó la trastienda detrás de los términos que utilizaba esta disciplina y así fue como se enfrentó a sus alumnos: con una historia que contar.
Nepote había encontrado, aunque él no lo sabía todavía, una habilidad que explotar profesionalmente. Por eso fue invitado a un proyecto emergente relativo a un museo donde necesitaban su destreza a la hora de contar la ciencia como si se tratara de una historia. “Tenía inquietudes e intereses y de pronto me dijeron que había un proyecto que necesitaba ese tipo de historias, pero ahora convirtiéndolas en lenguaje de museo; así entré en esto y me eché a perder, sentí que la divulgación era algo a lo que me podía dedicar”, bromea en una entrevista de la Agencia Informativa Conacyt.
A inicio de la década de 2000 y con el auge de los museos interactivos en México, un grupo de expertos y novatos en temas museográficos fue convocado para la creación de un nuevo museo, que en 2003 se concretaría como el Museo Trompo Mágico, localizado en Zapopan (Jalisco). En ese equipo se encontraba Juan Nepote, un joven con muchas ganas de hablar de ciencia.
Esta etapa laboral le dio la oportunidad de explotar su manera de contar la ciencia, pero ahora a niños más pequeños. Gracias al contacto con ellos, quedó fascinado con la curiosidad que muestran y tomó este rasgo para mejorar sus estrategias de divulgación y así acercar la ciencia de una forma más cotidiana.
En su opinión, esa curiosidad de niño que observó al trabajar con ellos es un rasgo que debe estar siempre presente entre la comunidad científica, sobre todo para así aprovechar la sorpresa ante nuevos descubrimientos o la imaginación para pensar más allá de lo establecido. “Es como si los científicos fueran niños permanentes, con suficiente imaginación para relacionar cosas que aparentemente no están vinculadas o que no tienen miedo a hacerse todo tipo de preguntas o a comprometerse con explorar posibles respuestas”, añade.
La relación entre la literatura y la ciencia es una de las pasiones de Juan Nepote, quien actualmente trabaja en el rescate de la historia de personajes relevantes para la escena científica en Jalisco, entre ellos el poco conocido José María Arreola, quien llegó a “predecir” terremotos, y a quien califica como una de sus influencias personales como divulgador de ciencia.
Aunque reconoce que no se imaginaba como divulgador de ciencia cuando era niño, afirma que se siente cómodo con su labor, pues complementa ese hábito que tenía desde joven de crear historias en cualquier momento de su vida y darlas a conocer. “Siempre estaba esa necesidad de conocer o descubrir algo y tener esa imperiosa necesidad de ir a contarle a alguien más y decir ‘¿ya viste esto?’”.
Además de ser divulgador, Nepote también es editor de libros sobre ciencia y escritor, ademas de colaborar en medios de comunicación en los que comparte su visión de la ciencia. Uno de estos es la revista Ciencia y Desarrollo del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt), y actualmente forma parte del equipo que trabaja en la integración del Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara.