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La bicicleta eléctrica es el transporte del futuro

En los últimos años, la movilidad en las ciudades está experimentando muchas novedades. Tantas que podríamos hablar sin miedo a exagerar de que se está produciendo una auténtica revolución de la movilidad urbana.

Algunos elementos han venido a aportar su granito de arena a esta revolución. El primero de ellos es la conciencia de que necesitamos cambiar la forma en que nos movemos, especialmente en las ciudades, para reducir el consumo de combustibles fósiles. El otro elemento es el tecnológico, y reside en la oferta: han surgido nuevas formas de movilidad ágiles, baratas y cuya huella de carbono es muy inferior a la del coche de gasolina o diésel que hasta ahora parecía intocable. Entre esas alternativas está la bicicleta eléctrica.

Las ciudades se «movilizan»

El problema de la movilidad en las ciudades es cada vez más acuciante. Urgen soluciones ante una evidencia que es palmaria ya en muchos lugares: no caben más coches en los centros urbanos. A ello se suma un motivo esencial. Las ciudades, que pese a su crecimiento siguen representando un porcentaje mínimo de la superficie del planeta, son el gran foco de contaminación ambiental. Desde las grandes urbes contaminamos el planeta. Basta echar un vistazo desde el exterior de muchas de ellas, en un día soleado y claro, para observar el humo que las envuelve sin que nos demos cuenta.

Ante esta evidencia, cada vez son más las grandes ciudades que están explorando alternativas para sus ciudadanos. Madrid implementó Madrid Central para restringir el acceso al centro de cientos de miles de vehículos, pero los ejemplos en esta línea se cuentan por miles.

  • Amsterdam es bien conocida por ser la ciudad de las bicicletas. Hay 400 kilómetros de vías exclusivas para ciclistas, y cerca del 60% de los desplazamientos se realizan en ese medio de transporte. Menos conocido es que también sea uno de los referentes en movilidad eléctrica gracias a una amplia red pública de carga y el objetivo de convertirse en 2025 en ciudad libre de emisiones.
  • Copenhague es otra ciudad que apostó hace mucho por las bicicletas. Además, ofrece un innovador modelo de coches eléctricos compartidos.
  • Río de Janeiro ha desarrollado un tranvía eléctrico y un sistema inteligente que permite descongestionar el tráfico gracias a la información que aportan sensores y dispositivos ubicados en más de 200 puntos estratégicos de la ciudad.

Son solo tres ejemplos, pero podrían ser muchos más porque las grandes ciudades tienen como uno de sus principales retos el de articular alternativas de movilidad eficientes, rápidas, baratas y, sobre todo, no contaminantes.

Un problema de salud acuciante

En España, el Observatorio de Movilidad Urbana estima que más del 60% de los desplazamientos al trabajo se producen en vehículo privado, y que la mala calidad del aire produce alrededor de 44.000 muertes prematuras cada año. Las enfermedades respiratorias se han disparado, y no son pocos los días en que la mala calidad del aire obliga a tomar medidas preventivas. Ya no es inusual que en algunas grandes urbes como Madrid se desaconseje hacer deporte al aire libre.

La Organización Mundial de la Salud y la Comisión Europea consideran que el transporte urbano y su impacto en la salud suponen un problema de primer orden. La alternativa son los medios de transporte eficientes, seguros, saludables, equitativos y competitivos.

Uno de ellos es, sin duda, la bicicleta. Se trata de un vehículo saludable, ligero, que evita los problemas de congestión en el centro urbano y que no produce contaminación. Las plegables incluso eliminan el problema del aparcamiento. Y entre las bicicletas están las bicicletas eléctricas. Es cierto que estas pueden necesitar de una recarga, pero esa energía eléctrica tiene una huella de carbono incomparable con la que produce un coche u otro vehículo a motor.

La bicicleta como solución

Si vives en la ciudad habrás visto que cada vez circulan más bicicletas eléctricas. Esto es gracias a la puesta en marcha de nuevos carriles bici, que hace más fácil su uso, pero también a la aparición de nuevos modelos de fabricantes históricos de bicicletas como Orbea.

Hay que tener en cuenta que la bicicleta eléctrica no es una moto. El motor eléctrico aporta, por ley, asistencia al pedaleo. Y debe disponer de un sensor que no puede acelerar si no es pedaleando. Ahora bien, este tipo de vehículo salva los inconvenientes que esgrimían muchas personas para desistir de usar la bicicleta en sus trayectos diarios. «Es que hay mucho desnivel». «Es que hay mucha distancia». «Es que tardo demasiado en llegar». Pues bien, una bicicleta eléctrica sigue siendo saludable, porque sigue siendo una bicicleta, pero soluciona esos inconvenientes: supera las cuestas con potencia eléctrica, ayuda a recorrer distancias largas, y es más rápida.

Por todos estos motivos, se estima que las bicicletas eléctricas ya suponen en torno al 10% de las ventas de bicicletas en España. Un volumen muy apreciable para un vehículo relativamente novedoso, que llegó hace apenas un par de años a nuestras ciudades.

Sin duda, en los próximos años veremos como las alternativas al coche privado ganan espacio, y las bicicletas eléctricas están llamadas a ser uno de los vehículos del futuro en nuestras ciudades.

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