El papel de la biotecnología agroalimentaria e industrial en el incremento del valor añadido de los productos, así como su papel esencial para reducir el impacto ambiental y aumentar la eficiencia de los procesos, ha sido la principal idea sobre la que ha versado el VII Bioencuentro organizado por la Asociación Española de Bioempresas (ASEBIO). La jornada, celebrada en la Fundación PONS, también ha servido para fortalecer a la biotecnología como una de las principales alternativas para producir alimentos seguros y funcionales.
Según datos ofrecidos por ASEBIO, actualmente, la industria alimentaria ya constituye el mayor sector en Europa con 289.000 empresas y más de 4 millones de personas empleadas. En España también mantiene su posición predominante, al dar trabajo a cerca de 2,5 millones de personas y liderar las exportaciones. No obstante, según ha manifestado la directora de operaciones de ASEBIO, Isabel García, se trata de un sector que “necesita innovar desde la materia prima hasta el consumidor”. Sin embargo, García ha lamentado que «quizás no hayamos sabido hacer que esta apuesta por la innovación cale en la imagen que la sociedad tiene de la industria alimentaria».
Por eso, desde ASEBIO han enfatizado la necesidad de contar con un marco regulatorio adecuado, una mayor y mejor divulgación de la ciencia, crear nuevas vías de colaboración público-privada y la implantación paulatina de este tipo de modelos y productos a través de la compra pública innovadora. En opinión de García, «tenemos la oportunidad de, mediante la innovación ‘biotec’, crear nuevas variedades vegetales, hacer cultivos más resistentes a las plagas, comida con propiedades más saludables, minimizar el impacto ambiental de los cultivos o diagnosticar antes la presencia de cualquier patógeno».
Déficit de información
Quizás uno de los mayores obstáculos para cambiar la visión que a veces se tiene de la biotecnología agroalimentaria es la existencia de un “déficit de formación y comprensión” por parte de los emisores y de los receptores, según ha destacado Lourdes Zuriaga, presidenta de la Asociación de Periodistas Agroalimentarios de España (APAE). A su juicio, “la palabra biotecnología provoca un cierto rechazo porque se asocia a los alimentos transgénicos”. Además, ha señalado que a veces se ofrecen “mensajes muy amplios” que pueden inducir a la confusión, cuando “la biotecnología es un ámbito muy complejo”.
Según Zuriaga, hay muchas informaciones que requieren de “una explicación que no se da bien o simplemente no se da”. Una realidad a la que ha puesto cara con el ejemplo del arroz dorado “rodeado de controversia y que, sin embargo, podría generar vitamina A y beneficiar a la población mundial”.
En este sentido Mertxe Alonso, directora de IP & Projects de PlantResponse, ha repasado cómo la demanda mundial de alimentos está creciendo de forma exponencial en las últimas décadas. Según ha expresado, “para conseguir cubrir las necesidades previstas, es necesario promover una agricultura sostenible en la que se pueda incrementar la productividad, conservando los recursos naturales”. Para ello, ha concluido, las innovaciones que se producen en el ámbito científico y tecnológico deben ponerse “al servicio de la agricultura” de tal forma que “se adopten de forma inminente”.
Economía circular
Finalmente, otro de los asuntos analizados en este VII Bioencuentro ha sido la vuelta a la necesidad de potenciar un modelo basado en un uso más eficiente de los recursos. Javier Velasco, delegado de la comisión de biotecnología industrial de ASEBIO, ha afirmado que los dos últimos siglos han sido “una anomalía” con una economía “adicta al petróleo” que ha consumido recursos naturales a gran velocidad. Por eso, cree necesario escapar del actual usar y tirar, en el que cada ciudadano de la UE genera 4,5 toneladas de residuos al año.
Velasco cree que la solución pasa por una economía circular que, por ejemplo, pueda convertir en materia prima lo que suele considerarse basura. Según ha afirmado, “gracias a los procesos de biotecnología industrial, esto empieza a ser posible”. No obstante, para que este cambio de paradigma sea una realidad, no sólo basta con un cambio en el modelo de producción, sino también “un cambio en el modelo de consumo”.