El programa de Becas de la Fundación la Caixa (con más de 5.000 beneficiarios en todo el mundo), organizó ayer una mesa redonda online en la que tres científicas de centros españoles explicaron su experiencia liderando equipos de investigación. Un encuentro en el que Mónica Giménez, Bárbara Rivera y Belén de San Cristóbal, investigadoras apoyadas por la entidad, detallaron las claves de un momento crucial en su carrera, a caballo entre la etapa posdoctoral y la estabilidad definitiva. Una posición anhelada pero difícil de lograr.
“Un arranque positivo es esencial para seguir después”
Mónica Giménez es investigadora posdoctoral en el Instituto de Ciencia Molecular de la Universidad de Valencia. Con su trabajo pretende determinar la utilidad de los materiales inteligentes en biomedicina o cómo estos ayudan a reducir el impacto medioambiental. Percibe que el papel de la mujer en su campo investigador ha ganado enteros, pero también que aún queda trabajo por delante para reducir la brecha de género. “Los planes educativos deberían contemplar estos aspectos desde edades tempranas”, apuntaba Giménez.
La vocación de la investigadora fue tardía. En su periplo como Erasmus en Holanda fue su mentor quien le dio el espaldarazo definitivo para que se lanzara a hacer la tesis. “Después tuve mucha suerte con mi director de tesis. Es un periodo crítico en el que puedes caer en malas manos que no sepan acompañarte. Un arranque positivo es esencial para seguir después. Gente que te apoye. También es fundamental salir fuera de España”.
Del soporte de la Fundación la Caixa valora que, “por fin”, hizo posible arrancar un proyecto personal. “La opción de contratar a otra persona como ayudante en la investigación hace que seas consciente de que comienza un periodo como investigadora líder. No se puede decir que sea una posición consolidad, porque no tenemos plaza estable, pero sí permite desarrollar ideas con una financiación suficiente. Hasta ahora, esto no era sencillo en España”.
De las compañeras con las que hizo la tesis, muchas son las que, con el tiempo, han interrumpido su progresión profesional. “Algunas habrán decidido hacer otra cosa, pero, ¿cuántas se han quedado con ganas de empujar un poco más?”. Giménez recuerda como en un momento de la carrera alguien le dijo: “Haz lo que quieras hacer”. “Es cierto que la maternidad es un momento complicado”, afirma. “Hay que entenderla como una etapa puntual para después reengancharte. Conviene rodearse de buenos compañeros de viaje porque los vas a necesitar. La vuelta al trabajo supone una implicación al 300 por ciento”.
En su día a día no deja de sorprenderse con la energía que los estudiantes con los que se codea defienden sus trabajos de fin de master o lo rápido que progresan. “Llegan muy verdes y se van formados. Merece la pena ir cada día a trabajar y ser testigo de su dinamismo”. Un contexto en el que Giménez aboga por no perder la calma cuando las cosas no salen a la primera. “Todos los días me pregunto si lo estoy haciendo bien. Es importante conocer nuestras limitaciones para superarlas y que no sean un obstáculo. Hay que aprender a vivir con ese nervio en el estómago y avanzar sin boquearse”.
“Este es un trabajo en el que ocurren cosas geniales, merece la pena darse una oportunidad”
Bárbara Rivera es investigadora principal del grupo de Cáncer Hereditario del Institut de Recerca Biomèdica de Bellvitge (IDIBELL). “Tratamos de entender cómo el background genético puede dar lugar a distintos tipos de tumor”. Por su experiencia en biomedicina, ha tenido la oportunidad de trabajar con un numero considerable de mujeres. “Cada vez son más las investigadoras principales pero, según subes, el porcentaje cae. Mi percepción es que casi todas de las que me he rodeado eran una especie de ‘Señora de Rojo sobre Fondo Gris’, un batallón de fuerza. Quizá por eso las recuerdo tanto”.
“Con 14 años estaba en clase de solfeo y el profesor nos preguntó qué queríamos estudiar. Como aquello no era lo mío, dije, por decir, que ingeniería genética”. Un Erasmus, una tesis y un posdoctorado después, Rivera también cree en la importancia de un buen mentor en el momento adecuado. “Mucho de lo que nos pasa parte del empuje de la gente que nos rodea”.
Firme defensora del trabajo en equipo, cuando recibe la beca de la Fundación la Caixa, la investigadora había alcanzado cierta posición en Canadá. “Mi idea era volver. Lo había intentado pero ninguna oportunidad me convencía. El día que me entero de la beca la cabeza hizo click y aquí estoy. Es una ventana abierta que me permite hacer lo que realmente quiero”.
A aquellas jóvenes estudiantes o investigadoras que temen dar un paso al frente, Rivera les invita a tomar la decisión de intentarlo. “No hay que ser Marie Curie ni Juana de Arco, pero sí valiente para probar y no temer al fracaso. La clave es dar lo mejor de ti. Este es un trabajo en el que ocurren cosas geniales, merece la pena darse una oportunidad”.
Entre esos grandes momentos, la investigadora se queda con las ‘primeras veces’. “Ese día en que descubres algo y durante un rato sólo tú lo sabes. También emociona cuando eso mismo le ocurre a uno de tus estudiantes que entra gritando de alegría en la oficina. En otra ocasión, me dieron un proyecto importante y me pasé llorando cinco minutos al teléfono”.
“No hay que perder la confianza, aunque las dudas son lógicas en una carrera tan incierta como la nuestra”
Belén de Sancristóbal es investigadora posdoctoral en la Universitat Pompeu Fabra. “Estudiamos el cerebro cuando duerme y cuando está despierto para ver qué diferencias se producen en la percepción de los estímulos sensoriales en uno y otro estado”. Para ello mezclan herramientas de neurociencia computacional y llevan a cabo experimentos. Un mix en el que se ha encontrado con una mayor presencia femenina en el laboratorio. “En el campo teórico la mayoría son hombres”.
De Sancritóbal estudio Física con la intención de dedicarse a la cosmología, una idea que desechó con el tiempo. “Vi que prefería algo más tangible, menos abstracto. Hice un máster en biofísica mientras crecía mi interés por el cerebro, entendido como un circuito eléctrico al que las emociones o la memoria hacen especialmente complejo. Encontré el camino”.
El afán investigador caló en ella poco a poco. “No era del todo consciente de que me estaba labrando mi propia carrera. Llegó un momento en que me di cuenta de que era capaz de orientar a otras personas, diseñar proyectos o pedir financiación. Y me gustó. La investigación tiene una componente solitaria que implica coordinación”.
Tras un tiempo fuera de España, la beca de la Caixa le ha permitido contar un grupo investigador propio. “Es un salto proporcional. No hay que perder la confianza, aunque las dudas son lógicas en una carrera tan incierta como la nuestra. Es mejor ser consciente de las dificultades. Somos muchos y las plazas escasas, más en España. A las jóvenes les diría que fueran a por aquello en que lo creen. Si hay algo que falla, lo reconocerán”.
En su caso, la maternidad le permitió “poder decir STOP”. “Para lo bueno y lo malo, la investigación no conoce horarios. Es posible conciliar, pero se habla poco de las medidas de conciliación entre los hombres, aunque muchos empiezan a dar pasos adelante. Ese es el camino de la igualdad real”.
Nota: el evento fue moderado por María Crespo, responsable de comunicación de Global Entrepreneurship en Telefónica.