Hemos hablado mucho en las últimas semanas del implacable avance de la Inteligencia Artificial y el deber de concienciarnos y asumir que los grandes avances de la ciencia, aplicada a todos los entornos de la sociedad, hacen este mundo mejor pero modifican estructuras sociales de todo tipo. El impacto de los grandes inventos o desarrollos siempre ha sido, es y será grande, pero seguirlos y dominarlos conceptual y materialmente debe ser el objetivo.
El proceso no es fácil y requiere transformaciones significativas en diversos campos empezando por la enseñanza y siguiendo por las organizaciones de todo tipo. Si nos centramos en España es, además, preocupante. Los resultados del último informe PISA alertó sobre el problema en materia de educación, pero en estas semanas se han producido hechos que hay que considerar muy relevantes por el tremendo vacío que hay en ciertas profesiones y materias, sobre todo técnicas.
Hace unos días, el Observatorio de la Ingeniería en España llamó la atención sobre el déficit de ingenieros que se puede producir en España: ¡¡necesitamos 200.000 para cubrir las vacantes que se van a producir en los próximos 10 años!! Y el problema no sólo está en esta realidad, sino que hay que mantener, como mínimo, el total de 750.000 ingenieros que hay en la actualidad y son pocos si, como parece, la evolución nos obliga a tener unos conocimientos técnicos que ahora no tenemos la mayor parte de la sociedad.
Es una realidad que la robotización y el desarrollo de la informática, la evolución de la IA, el imperio de los Datos, etc, ya tiene efectos en las características de los empleos y eso quiere decir que los que no estés preparados tendrán dificultades para acceder a un puesto de trabajo. Sobre el tema hemos escrito bastante y hemos señalado al colectivo de las mujeres como una parte esencial para poder abarcar el ingente reto en el que ya estamos.
Hace ahora siete años que pusimos en marcha nuestra sección de “Mujeres STEAM” como medio para mostrar referentes femeninos en estudios de ciencia en general e ingeniería en particular. Es necesario que el porcentaje de mujeres en estudios de Ciencia, Tecnología, Economía, Arquitectura+Arte y Matemáticas crezca de forma importante. Cuando se habla de que solo un porcentaje de poco más que el 20% de esos 750.000 ingenieros son mujeres quiere expresar que es un déficit muy importante. Desde su aparición, en la sección de Innovaspain citada ya han salido miles de mujeres que nos sirven de referentes y que deben serlo también en los colegios, universidades, empresas y, como no, Administración.
Eso no quiere decir que todos, hombres y mujeres, nos dediquemos a enseñanzas técnicas. Quizás el cambio que tiene que venir debe tender a unos estudios que compartan asignaturas que en la actualidad no tienen nada que ver en los diversos planes de estudio. La Filosofía no debe estar alejada de la Matemática o la Física. La Cultura deberá ser amplia y variada: “La interfaz cerebro-ordenador puede cambiar lo que significa el ser humano”, tituló The Economist en enero de 2018 y éste es uno de los grandes retos que tenemos.
Los profesionales de la Medicina no comprenderán nada si no están al tanto de los avances técnicos y cómo manejar la tecnología que está invadiendo la profesión, pero tampoco los administrativos o los agricultores, o los propios ingenieros no tienen la preparación adecuada. Está en nuestra memoria la sustitución de animales por tractores, la desaparición del arado, un invento de hace 3.500 años, la aparición de las segadoras, la desaparición de los trillos y un largo etcétera que cambiaron la civilización.
La situación no es nueva. He estado leyendo estos días el libro recientemente editado sobre el comienzo de las carreras de Ingeniería, libro sobre el que entrevistamos a la autora Darina Martykánová y vemos cómo evolucionan, en este caso las carreras. Como tal, las ingenierías nacen en España en el siglo XVIII pero no era el principio. Ahí están los monumentos que consideramos históricos como son puentes, caminos, el arado que citaba antes y un largo etcétera. Tenemos que tener en cuenta a estas referencias de cambio y de personas que hicieron posible estas innovaciones para estar al tanto de las revoluciones industriales que se han sucedido a lo largo de la historia.
Por poner un ejemplo, no he encontrado el dato de cuántos ingenieros nombran las calles de Madrid, por poner un ejemplo, pero seguro que nos encontramos muchas decenas y merecerían ser reconocidos como tales. Jorge Juan, Isaac Peral, Sagasta (que fue, además, Presidente del Gobierno), Arturo Soria, Juan de la Cierva, Eduardo Torroja… fueron ingenieros de primerísimo nivel y no sólo en España. Todos, y por supuesto, Leonardo Torres Quevedo y los Premios Nobel Santiago Ramón y Cajal y Severo Ochoa, que desarrollaron la “ingeniería del cerebro” en su profesión médica y científica, traspasaron fronteras y se habla más de ellos fuera que dentro.
“Necesitamos conocer para comprender, y comprender para tomar decisiones y actuar”, escriben José Antonio Marina y Javier Rambaud en la introducción a su excelente “Biografía de la Humanidad”. Y eso cambia las estructuras del mundo de la Educación. El tema no es que sepamos hablar de la IA, es que tenemos que saber cómo aplicarla a cada actividad y para ello tiene que haber gente formada para resetear adecuadamente el funcionamiento de las tecnologías que tenemos, transformarlas si hay que hacerlo, descubrir soluciones, adaptarlas y el largo etcétera que supone la evolución.
Es la hora de la Ingeniería y no solo eso. Es la hora, probablemente, de hacer un profundo cambio en la educación a todos los niveles, probablemente a un tipo de estudios que favorezcan la conjunción de la técnica con el pensamiento que supone las “letras”. Como buen intelectual, Eduardo Torroja dijo que “el ingeniero es un granito de arena en la construcción de un mundo mejor”. Estupenda definición que vale para todos, no solo para los ingenieros.