En 2012, un grupo de emprendedores llevó a cabo algunas experiencias de cultivo nunca vistas en la costa onubense. Entre ellos se encontraba el ingeniero técnico agrícola David González Sánchez. “En aquellas primeras pruebas en el entorno de El Caño de la Culata, en El Portil, verificamos que determinadas especies de macroalgas podían crecer en condiciones óptimas”, explica González a este periódico. Era el principio de La Huerta Marina. La iniciativa acaba de hacerse con uno de los Premios Emprendemos que concede la Consejería de Empleo, Formación y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía, a través de la Fundación Andalucía Emprende.
En el caso de La Huerta Marina, primero fue la filosofía y después el producto. “Desde el principio sabíamos que queríamos hacer algo relacionado con la economía verde y circular; escoger un recurso natural y maximizarlo de manera sostenible y ecológica”. Analizaron la “oferta” disponible en las paradisiacas costas de Huelva y rápido llegaron a la conclusión de que las algas serían las elegidas. En concreto las macroalgas Ulva y Gracilaria. “Si analizamos sus perfiles biológicos, más que de un alimento preferimos hablar de materia prima por la riqueza nutricional que aportan a humanos y animales”, afirma David González.
Giro en el negocio e I+D intensivo
Después de años de tramitaciones, paulatinamente consiguieron los permisos necesarios para empezar a operar desde una finca antes destinada al cultivo y engorde de la dorada, ubicada en el Paraje Natural de Marismas del Río Piedras y Flecha del Rompido, en el término municipal de Cartaya. “Nos convertimos en la primera empresa en obtener licencia tierra adentro (con lo que aprovechan los ciclos de las mareas) en la historia de la acuicultura española”, afirma David González, que hoy ejerce como director técnico y de I+D de La Huerta Marina.
Desde 2016, trabajan en los cultivos y en la puesta en marcha de su propia fábrica. La comercialización arranca en 2017. Si inicialmente pusieron el foco en productos dirigidos a la alimentación humana, actualmente el negocio principal de la empresa está en los extractos de algas para uso agrícola. “Cuando empezó la pandemia llevábamos un tiempo trabajando en esta dirección. Los testeos funcionaron muy bien”.
La Huerta Marina tiene abiertas otras líneas de investigación gracias a las que diversificará su actividad. Una de ellas, junto a la Universidad de Huelva, tiene por objeto la alimentación de rumiantes. Por otro lado, de la mano del IFAPA, la empresa desarrolla principios activos para uso agrícola y la suplementación de piensos para peces con la idea de mejorar su sistema inmunológico. "También estamos analizando el recorrido de las macroalgas en el ámbito de la dermocosmética".
Alguicultura made in Huelva
Llegados a este punto, el proyecto ha adquirido un carácter genuino. “Hasta donde yo sé, somos los únicos denominados como alguicultores, ya que nos movemos en un territorio híbrido entre la agricultura y la acuicultura”. La Huerta Marina también cumple una función de carácter social. “Pensamos que favoreceremos la reconversión de algunas industrias vinculadas. Utilizamos instalaciones en desuso o declive, que vivieron buenos momentos en los años 80, pero que en los últimos tiempos han sufrido mucho desgaste en parte debido a la competencia desleal procedente de fuera de la Unión Europea”. A la primera finca han incorporado una segunda anexa. “Según crece el proyecto, percibimos mayor interés por parte de gente de otros sectores. Esperamos tener un impacto positivo”, dice González.
Cada mañana, los integrantes de La Huerta Marina confirman que acertaron con sus intenciones iniciales. Es más, ahora son parte de la rica biodiversidad de la zona (el paraje es miembro de la Red Natura 2000). “Cuando llegamos y empezamos a cultivar, digamos que las macroalgas actuaron como base de la pirámide ecológica. A su alrededor empezaron a proliferar pequeños crustáceos y moluscos; se creó una zona de alevinaje de peces, llegaron el águila pescadora, los flamencos o las garzas. Trabajamos rodeados de una vida muy rica y natural. Es fácil cruzarse también con zorros, conejos, nutrias o perdices. Siempre hemos procurado causar el mínimo impacto en la zona”.
Los planes de Europa hacen que este sea un buen momento para la propuesta de La Huerta Marina, pero hay algunas losas que siguen inamovibles. “La burocracia es un impedimento para emprender cualquier actividad en España. Si encima es un proyecto un tanto diferente los trámites son aún más pesados. Por suerte, la industria se mueve hacia la sostenibilidad y la ecología. Los tiempos así lo exigen, y la UE está legislando el sector agrícola para conseguir productos en esta línea y con un menor impacto en los entornos de los cultivos. Es la propia la sociedad la que va a demandar iniciativas como la nuestra”, concluye David González.