Me fascina encontrarme con pymes que innovan. Son una caja de sorpresas y una colección de historias donde la imaginación, un cierto heroísmo y el sentido de la supervivencia se mezclan con el trabajo, la voluntad, el esfuerzo y, como no, con el fracaso. Muchos llegan a la innovación por un fracaso y saben que están abocados al mismo si en un determinado plazo no son capaces de lograr esa masa crítica de clientes que les permiten ir sobreviviendo hasta que alcanzan su objetivo de tener un margen suficiente que les permita seguir creciendo, encontrar un inversor o a descubrir ese producto o servicio ingenioso, o simplemente oportuno que, aunque sencillo, estaba esperando que alguien lo encontrara.
A pesar de todo, esa es la parte positiva. Junto a ellos y entre nosotros hay gente que no encuentran fácilmente el camino y van al fracaso por diversas razones. Y después de eso solo toca repetir el intento. Reconocer a tiempo que te has equivocado es un triunfo. Igual que detectar que el momento es para el que está seguro de que su ingenio triunfará, al menos en el corto plazo. Después, ya veremos, que muchas veces es como funcionan un buen número de pymes.
El otro día asistí a un acto convocado por Impulsando Pymes, una organización que ha juntado diversos intereses de grandes empresas para ayudar a las más pequeñas en varios caminos, entre otros el que lleva a la innovación, aunque sea desde niveles muy bajos y muchas veces iniciáticos. Y allí me encontré con un puñado de empresas y empresarios, la mayoría jóvenes, que luchan por hacerse un hueco en un mercado que descubres que es muy amplio. Es decir, llegar a la conclusión de que no tienes que encerrarte en el ámbito que ya conoces no es mala cosa, por muy arriesgado que te parezca. Por lo visto allí, aprovechar lo que conoces para trasladarlo a otros sectores no es mala cosa. Hay que rebuscar en tus propios conocimientos y habilidades, como han hecho la gente que conocí allí.
Conocí, por ejemplo, a Enrique, el fundador de Universo Arcade, una pequeña empresa que tiene un taller en Vallecas que este año va a facturar 200.000 euros haciendo y vendiendo máquinas para juegos de los que se suelen jugar en consolas, es decir, en aparatos pequeños. Muy aficionado a estos juegos, se le ocurrió la idea cuando sufría una baja laboral producida por una enfermedad en el corazón. Tres meses inactivo dan para mucho y a él se le ocurrió hacer unas máquinas tipo “flipper”, para jugar a estos juegos. Solo lleva poco más de un año pero me pareció ingenioso que de un hobby hiciera una empresa.
A otro personaje la crisis le deja sin trabajo y ahora ha salido del bache gracias a otra idea magnífica para ayudar a otras empresas pequeñas en temas relacionados con las tecnologías modernas. Otro caso. Pilar habló de Behavior-Based Safety Improvement, que se dedica a la formación psicológica que ayudas a tener conductas adecuadas en tu profesión, en este caso, pilotos. Daba un dato que está en el origen de este trabajo. En la Primera Guerra Mundial, de cada cien aviones derribados, solo 8 lo eran como consecuencia de las acciones del enemigo correspondiente y de fallos del avión; el resto, lo eran por fallos humanos de los propios pilotos. Y se dedican a ayudar psicológicamente a la gente relacionada con el riesgo en empresas aeronáuticas.
Inserious se dedica a la fidelización de clientes mediante acciones de gamificación, entre otras actividades. Trabajan en España y en el exterior y es una pyme que se mueve en el entorno de grandes empresas. Es un ejemplo más de la cantidad de empresas que nos han pasado desapercibidas y tiene un punto trágico. “Lo que no se cuenta no existe” escribió Charles Wright Mills.
Cuántos retos y cuantos esfuerzos para crear y sostener una pequeña empresa que no solo facilita la vida de su creador y propietario, sino que facilita a muchos más. En España, que el 99,9% de empresas son pymes, tenemos que ser conscientes de varias cosas; entre otras, que en este mundo hay algo más que las grandes empresas que actúan de locomotoras. Detrás vienen los vagones, unos de primera, otras de segunda, otros de tercera, pero todos con los mismos problemas y necesidades en una relación que parece inverso a su tamaño.
Para que una pyme pueda innovar y arriesgarse al fracaso hay que tener ganas. No tienes dinero, no tienes personas suficientes, tienes dentro poco talento porque tienes pocas personas, es complicado articular tiempos extras, no eres conocido y no te dejan dinero, es decir, un largo etcétera de obstáculos. Pues bien, a pesar de eso hay empresas brillantes y ocurrentes de todos los tamaños y, probablemente, esa magia de la innovación solo la encontremos en ejemplos como los citados. Poca gente les conoce, pero hacen cosas brillantes y detrás hay grandes historias de superación.