La transformación digital se ha convertido ahora en un concepto de moda en casi todos los sectores. Gracias a ella, se busca una mayor productividad, procesos más eficientes pero, también, una mayor transparencia en el consumo de los recursos de cada empresa. En el camino para alcanzar estos objetivos, están surgiendo nuevos requisitos que causan un cambio en la industria, tanto estructural como tecnológicamente.
Si una cosa ha quedado clara en los últimos meses es la necesidad de disponer de procesos digitales flexibles. Hemos comprendido que las circunstancias externas a veces obligan a los empresarios a actuar más rápido de lo previsto. Las consecuencias de la pandemia están afectando particularmente a las siguientes áreas:
- Presión de costes: El rediseño de las cadenas de suministro a veces provoca un aumento del coste de los productos. Al mismo tiempo, una demanda más débil está obligando a los fabricantes a ajustar sus costes.
- Requisitos de seguridad y salud: Los fabricantes deben cumplir con las nuevas directrices de seguridad y salud para las enfermedades infecciosas pandémicas, que no siempre son compatibles con los procesos de producción actuales.
- Ciclos de demanda impredecibles: Las fluctuaciones del mercado y el estancamiento del crecimiento económico están causando problemas de demanda y nuevas complejidades para la cadena de suministro.
Por lo tanto, el impacto pandémico acelera la presión por la innovación, sobre todo con servicios digitales para plantas y productos. Al mismo tiempo, ha reforzado la tendencia de ir a modelos industriales más sostenibles, que la sociedad espera como parte de la ‘nueva normalidad’, y donde la transformación digital también puede jugar un papel clave.
Se ha vuelto indispensable que la industria aborde estas cuestiones ya. La cuestión que surge de esto no es cuándo, sino de qué tecnologías puede dotarse la industria tanto para los desafíos conocidos como para los nuevos.
Las soluciones y servicios digitales conectados son claves para que la industrial pueda competir y afrontar los retos del futuro. Tres tecnologías son importantes en términos de flexibilidad, procesos eficientes y mayor productividad: Internet de las Cosas (IoT), Inteligencia Artificial (IA) y aplicaciones en la nube. Desde hace varios años, han sido las grandes apuestas para mejorar la eficiencia y el ahorro de costes.
La nube, IoT e IA, pioneras de la transformación digital
Con el aumento de la red de información y de la cantidad de datos de una amplia variedad de fuentes como máquinas, dispositivos, vehículos y similares, se incurre en un gasto considerable en la gestión y el uso de estos datos. Conocimientos clave como por ejemplo la velocidad de producción, corren el riesgo de perderse en el caos de datos si no se fusionan e implementan de forma estructurada. Por lo tanto, es importante integrar todas las fuentes de datos a través de IoT, combinando diferentes interfaces y protocolos de comunicación. Además, cuando la persona y la máquina están físicamente separadas, se debe garantizar una supervisión y un control fiables para poder reaccionar rápidamente y desde la distancia a una emergencia.
Tanto la cantidad de datos como su integración están predestinados al uso de una infraestructura en la nube donde la información no solo se coloca, sino que al mismo tiempo se integra de forma segura y se analiza de forma inteligente, preferiblemente con la ayuda de servicios cloud flexibles.
Por otro lado, en la industria, los procesos controlados por IA permiten que los dispositivos informen automáticamente de su estado y, por lo tanto, desencadenen automáticamente acciones que anteriormente requerían supervisión manual. Por ejemplo, la generación de informes automatizados de plazos de entrega y el uso de soluciones inteligentes de cadena de suministro y logística reducen riesgos de producción. Además, las máquinas de autoaprendizaje entrenan su IA con cada acción para aumentar su fiabilidad. En particular, la vinculación inteligente de estas plantas con la producción autónoma juega un papel en el que muchas acciones, desde el suministro de materiales hasta la gestión de energía, están controladas por reglas almacenadas y algoritmos.
Por lo tanto, los sistemas autónomos asumen tareas que, por un lado, son monótonas, peligrosas y agotadoras o, por otro lado, son muy complejas para tomar decisiones que no requieren intervención humana. La combinación de IoT, IA y la nube ya están haciendo que la producción sea más eficiente, flexible y confiable, por lo que es una parte indispensable de la industria moderna.
La huella de CO2 en el punto de mira
Además, las soluciones inteligentes consiguen una mayor transparencia sobre el consumo de energía y, por lo tanto, una gestión energética eficiente de CO2, algo cada vez más demandado. Para una operación sostenible y una planificación financiera óptima, es crucial que los costes de energía puedan predecirse y reducirse lo más automáticamente posible. Esto sólo se puede hacer con un sistema de gestión de energía digital de largo alcance que rastrea e influya directamente en todos los consumidores y productores.
Un ejemplo es la producción evitando las cargas máximas, lo que permite a las empresas controlar inteligentemente su consumo de energía. Una vez introducida, una solución de este tipo allana el camino para un nuevo modelo energético que maximice el uso de energía renovable, reduzca los costes de fabricación y distribución, y garantice altos estándares ambientales a lo largo de toda la cadena de valor. No es menos importante debido a las fluctuaciones en el volumen de producción causadas por la demanda, con la que muchas empresas industriales están luchando. Por lo tanto, una gestión inteligente de la energía no sólo ofrece ventajas de costes sino que también es valiosa desde una perspectiva ecológica.
En definitiva, la pandemia ha corroborado que la transformación digital de la industria es imprescindible. Esta revolución ha venido marcada por tecnologías como el cloud, IoT o IA que han demostrado ser capaces permitir una mayor productividad y unos procesos más eficientes, pero, también, de diseñar estrategias de consumo de recursos mucho más sostenibles.