Cuando uno decide emprender una aventura empresarial, solo o con compañeros de viaje, un tema recurrente y vital es el de la financiación, la cual ha de ser la gasolina para poder comenzar, crecer e ir afrontando las diferentes etapas por las que podría pasar la compañía.
Este artículo no pretende ser una exposición de opciones que hay en el mercado, ya que para eso tenemos a Diego Soro, CEO de Fundera y experto en financiación que escribe en este mismo medio. Sin embargo, sí me gustaría reflexionar sobre lo que está sucediendo en el mundo bancario y cómo creo que se deberían acometer los asuntos relacionados con empresas de nueva creación ya que el común denominador de todos ha de ser el de generar riqueza a la sociedad y prosperar todos juntos como colectivo. Para ello, considero que es imprescindible facilitar las cosas a la gente que decide apostar, arriesgar y crear valor.
Es curioso que cuando uno va al banco y presenta un proyecto innovador, todo el mundo lo mira con muy buenos ojos. Sin embargo, luego uno se encuentra con la dura realidad de los equipos de riesgos, y es ahí cuando todo se para. Los bancos a día de hoy NO están preparados para analizar este tipo de proyectos, ni por política, ni por personal especializado para ver el potencial y la viabilidad de las propuestas. Para ser justos, es cierto que esta situación está cambiando y, aunque de manera muy lenta, podemos encontrar excepciones. Existen algunas entidades que están montando nuevas unidades de análisis especializadas para proyectos novedosos en los que el máximo activo es el equipo que está detrás, su plan de negocio y, en el mejor de los casos, una pequeña tracción de su viabilidad en el mercado.
Mientras tanto, otras corporaciones privadas -y algunos organismos públicos- saben que tienen que estar ahí y, mientras los bancos montan esos equipos, ellos ya están empezando a apostar por estos proyectos. Pues bien, hasta que las entidades bancarias no se den cuenta que las cosas están cambiando y que la manera de analizar las cosas ha de ser diferente, no conseguiremos que realmente su función de “engrase” del tejido empresarial sea el óptimo. Cierto es que la tecnología está cambiando las reglas de muchas industrias y el sector bancario no se queda lejos. Las llamadas Fintech, empresas tecnológicas jóvenes y con foco en el sector financiero, iniciativas colaborativas como las plataformas de crowdfunding o crowdlending (préstamos P2P) entre otras, van a hacer escribir muchas líneas de nuestro panorama actual y, como las instituciones clásicas no activen su maquinaria más rápido podrían quedarse atrás.
Además, si se fuera consiguiendo este objetivo, se podrían alinear muchos intereses comunes. Por ejemplo, que las entidades financieras estuvieran más presentes en la vida digital de las personas y que las iniciativas empresariales innovadoras fueran entendidas desde sus inicios por el tejido empresarial y no únicamente por ciertas entidades públicas.
El inmovilismo es la única estrategia certera que asegura el fracaso, así que o se toma acción, o la probabilidad de que se vean superados en muy poco tiempo por nuevas realidades es muy alta.