No existen dos niños iguales. Sin embargo, durante siglos, la enseñanza se ha enfocado de modo rutinario y estandarizado. Afortunadamente, la tecnología colaborativa está dando hoy a los profesores las herramientas que necesitaban para sacudir el viejo sistema y reinventar la educación. El foco ha pasado de los libros de texto a la relación alumno-profesor, personalizando el proceso de aprendizaje para dar respuesta a las necesidades individuales de cada estudiante y reforzar pedagógicamente allí donde sea preciso.
Ciertamente, no sabemos qué trabajos existirán en el futuro. Sin embargo, sí podemos estar seguros de que la tecnología ayudará a los niños del presente a desempeñar las profesiones del mañana. Por ello, los profesores han empezado a ver con claridad que el uso intensivo que hacemos hoy de la tecnología en nuestra vida cotidiana podía, y debía tener su reflejo en la escuela. De otro modo, las lecciones no conseguirán ya captar la atención y motivación de unos alumnos que viven inmersos en la tecnología desde que nacen.
Nuevos modelos llaman a nuestra puerta apoyados en las nuevas tecnologías. Un buen ejemplo es flipped classroom o aula invertida que tanto éxito está teniendo estos los últimos tiempos y que combinan la enseñanza clásica en el aula con el aprendizaje online. Porque la flipped classroom convierte a los alumnos en los protagonistas de su propio aprendizaje: en sus casas, los estudiantes leen, investigan y ven vídeos relacionados con la asignatura; en clase, los profesores pueden dedicar más tiempo al trabajo en grupo, al debate y a la participación activa.
En el mismo sentido, la tecnología ayuda también a los niños a “aprender haciendo”. En lugar de escuchar de forma pasiva lo que les cuente el profesor, pueden trabajar con otros compañeros y aprovechar, tanto los recursos sonoros como los visuales, para ayudarse con representaciones concretas de los conceptos, fijando mejor los contenidos en su memoria. A los profesores, la tecnología les ayuda en tareas rutinarias como el control de asistencia o el seguimiento del progreso de la clase, lo que les da más tiempo para centrarse en necesidades concretas de cada estudiante. En ningún caso la tecnología reemplaza al profesor, sino que le ofrece nuevas herramientas para contribuir a enriquecer los temas a aprender.
El protagonismo de los textos impresos y libros en papel sigue siendo, no obstante, importantísimo para el estudio. Según la consultora Voxburner, el 62 de los estudiantes de entre 16 y 24 años prefieren los libros impresos a los ebooks. Además, la tecnología permite a los profesores personalizar los materiales que desean imprimir y, en lugar de trabajar con el mismo libro de texto para toda la clase, crear recursos didácticos a la medida de cada alumno.
En los cursos de Infantil, los niños se familiarizan con el alfabeto y los números, pero también aprenden a jugar en equipo y a desarrollar sus habilidades psicomotrices. A través de dispositivos resistentes y funcionales diseñados para ser utilizados por niños en estas edades, pueden aprender de forma natural y progresiva y practicar la escritura a través de elementos tecnológicos y aprender al mismo tiempo a utilizar los recursos de forma intuitiva.
Durante la educación secundaria, la tecnología ayuda a los alumnos en aspectos tan críticos como estudiar de forma independiente, relacionar materias, gestionar grandes cantidades de información, comunicarse de forma apropiada o desarrollar las capacidades creativas y de diseño. Cuando lleguen a la educación superior, podrán utilizar estaciones de trabajo de alto rendimiento que incluyen paquetes de software creativo para realizar proyectos de ingeniería, diseño o creación audiovisual, y que acercan el mundo de la empresa a las universidades.
La llegada de internet a los colegios supuso una enorme revolución, y los centros educativos están ahora adaptándose a las tecnologías interactivas a través de dispositivos individuales. De cara al futuro, veremos muchos avances en simulación multisensorial, robótica e interacción táctil. La realidad virtual será una realidad común en las escuelas para facilitar el aprendizaje de materias como las ciencias naturales o los idiomas. Cuando estudien el cuerpo humano o el sistema solar, los alumnos podrán “entrar” en estos entornos, moverse libremente y “tocar” los objetos. La enseñanza de ciencias, matemáticas y tecnología se transformará con demostraciones y experimentos prácticos en entornos de realidad virtual. El uso del juego o gamificación en la educación, algo que ya han introducido muchos profesores, será otro elemento clave.
En cualquier caso, la tecnología es solo una pieza más del puzle educativo. La tecnología no hace magia por sí sola en los resultados académicos, sino que debe ir acompaña por una inversión y compromiso constante de los centros y, sobre todo, por la formación continua de los docentes para sacar el máximo partido a los recursos digitales.