Jane Jacobs, intelectual y activista urbana norteamericana en el Nueva York de mediados del siglo XX, y sus tesis sobre cómo configurar las ciudades modernas para tener vida en sus calles han inspirado el trabajo de investigadores de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), que han ideado una nueva metodología para analizar y cartografiar cuantitativamente los espacios vitales de una ciudad. Se trata del primer estudio que sintetiza estas ideas y se ha desarrollado utilizando datos de la ciudad de Barcelona y 9 municipios de su entorno más próximo.
Desde que publicara su libro Muerte y vida de las grandes ciudades, las ideas de Jacobs han sido fuente de inspiración para numerosos estudios urbanísticos, principalmente en el mundo anglosajón. En este caso, gracias a fuentes censales y catastrales y a sistemas de información geográfica, y a partir de seis variables, han creado un índice de análisis que han llamado JANE y una metodología que suponen una interpretación espacial detallada de un área que combina atributos de ciudades tradicionales mediterráneas y las lógicas modernas en la construcción de tejidos urbanos.
En opinión del investigador Xavier Delclòs, “el índice JANE nos permite entender dos elementos clave: por un lado, que la manera como diseñamos y construimos las ciudades puede resultar en entornos con niveles de vida en la calle muy diferentes y, por otro, en el caso concreto de Barcelona, que podemos hallar entornos con una elevada vitalidad urbana en lugares más bien periféricos y en barrios tradicionalmente humildes y, por lo tanto, no sólo en el centro de la conurbación”.
Según se desprende de esta investigación, hay tres corredores de gran vitalidad, partiendo del centro de Barcelona, aunque también se ha observado una alta vitalidad en barrios periféricos que no necesariamente coinciden con un tejido histórico. “Esto nos muestra que también se puede favorecer la vitalidad urbana en nuevos desarrollos, si son diseñados apropiadamente”, han explicado la también investigadora Carme Miralles.
Por su parte, las zonas con baja o nula vitalidad se encontrarían principalmente en la periferia, donde hay numerosos ejemplos de edificios aislados, legado del crecimiento urbano de los años 60 y 70. No obstante, en este grupo también hay ocupan un lugar destacado aquellas urbanizaciones recientes que han fracasado en el intento. “Habría que analizar en profundidad qué condiciones faltan en estos proyectos específicos (tipos y usos de los edificios, densidad y diversidad de sus habitantes, etc.) para poder generar la variedad necesaria para que sean espacios no sólo para vivir, también para vivirlos”, ha indicado Miralles.
En concreto, en el área analizada, el estudio ha mostrado que los niveles de vitalidad están lejos de ser homogéneos en la ciudad condal y los municipios circundantes: el 23% del territorio presenta una vitalidad alta y un 34% moderada, mientras que una parte significativa ha sido clasificada como baja (25%) o nula (17%).
PROMOCIONAR LA VIDA URBANA
El estudio también es capaz de caracterizar el entorno edificado y su capacidad teórica para promocionar la vida urbana siguiendo unas variables. De ahí que, según han resaltado los investigadores, el índice “se puede replicar en otras ciudades, dada su simplicidad en la definición y el hecho que se basa en datos generalmente disponibles en abierto. Aun así, es sólo un inicio. Se trata de irlo mejorando y añadiendo nuevas variables que podrían ser específicas en función del tipo de ciudad donde se aplican, y relacionarlo con otros datos sobre cómo estos entornos son usados y cómo se suceden fenómenos específicos actuales”.