En las Reales Academias, las mujeres están en “superminoría”, como destacaba María Antonia García de León Álvarez en un estudio del Instituto de la Mujer publicado en 2005: “La excelencia científica. Hombres y mujeres en las Reales Academias”. Ha pasado más de una década y el panorama no ha cambiado mucho.
¿Por qué no hay cambios en las cifras? La repuesta que ofrece García de León es contundente: “La discriminación de las mujeres académicas y científicas tiene muchas y diversas causas concretas pero un solo origen: la división del trabajo y de los roles de género en una sociedad patriarcal, la cual proyecta su sombra sobre toda actividad humana. Efectivamente, el problema central (o el problema tomado desde su raíz) es la pervivencia de una sociedad patriarcal en una sociedad en transición hacia otro modelo social”.
Un problema que crece a medida que aumenta el prestigio de las instituciones. No en vano esta misma semana, el presidente de la Fundación Nobel, Carl-Henrik Heldin, reconocía en la Fundación Ramón Areces que hay un problema de diversidad de género también en los premios de la Academia Sueca. Algo de lo que no se libran los premios que se conceden en España, como ya publicó Innovaspain,
Gran parte de las Reales Academias surgen surgieron durante la Ilustración, amparadas por la Corona, como delata su nombre. Su objetivo era establecer un sistema centralizado de instituciones culturales paralelo al formado por las universidades, entonces vistas “como vestigios medievales incontrolables por parte del Estado”, como explica Wikipedia. Entonces eran un referente en investigación y divulgación cultural, científica y artística.
De las once Reales Academias centrales, la más veterana es la de la Lengua (RAE) creada en 1714. La más joven, la de Ingeniería (RAI), creada en 1994. Pese a los casi tres siglos que separan a ambas instituciones, el porcentaje de mujeres en la RAI sigue la tendencia de sus predecesoras. Tanto solo hay 3 mujeres académicas en la RAI y solo una es ingeniera. Las tres entraron en 2009, quince años después de la creación de la Academia. Aunque, según indicaba a Innovaspain Sara Gómez, responsable del proyecto Ingeniería y Mujer, “es intención del presidente, Elías Fereres, que accedan ingenieras al menos a tres de las cinco medallas ahora vacantes”.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2017 solo el 10% de los sillones en las Reales Academias están ocupados por mujeres. Cuatro puntos porcentuales más que en 2006. La Real Academia de Doctores de España es la que tiene más mujeres, 11 en total. Pero su primer puesto está algo empañado por la tendencia a la baja de sus académicas que se han reducido en 2 desde 2006. Le sigue la de Farmacia, con 10 mujeres en 2017 frente a las cinco que tenía once años atrás. El farolillo rojo lo tiene la Academia de Jurisprudencia y Legislación, en la que solo hay una mujer que entró hace tan solo tres años. Le siguen muy de cerca la Academias de Ciencias Políticas y Morales, con 2, y la de Medicina, con 3.
Como resume María Antonia García de León Álvarez, “son muy pocas las mujeres miembros de las Reales Academias, no podemos establecer grandes regularidades y/o estadísticas, pero sí que estas pocas son exponente de muchas cuestiones de interés. Por decirlo en breve, primero, el atraso de las Academias en la apertura social a la cuestión de igualdad de género en comparación con otras instituciones, asimismo y en segundo término, el cierto atraso en la conciencia de los temas de género de las propias mujeres académicas, en líneas generales que hacen de ellas una élite en este sentido poco activa para liderar un cambio al respecto”.
Esta hiperminoría de mujeres han pasado “el filtro del filtro del filtro”, en palabras de García de León. “No sólo han pasado el filtro de la excelencia científica o artística, sino el filtro de los complejos mecanismos sociales que rodean al fenómeno del poder, como es sabido eje central de la vida social. Dicha afirmación no es un argumento «ad personam» (o «ad mulierem», en este caso). Estamos hablando de las férreas estructuras del sistema patriarcal, sus círculos androcéntricos, los sesgos de género del sistema de cooptación que preside la elección de miembros de las Academias, en suma, mecanismos estructurales que dichas élites femeninas han logrado que en una determinada coyuntura les fueran favorables, sobrepasándolos de este modo con éxito”.
Ejercicios como este del INE, de desagregación de las estadísticas por género, algo que se ha empezado a hacer solo muy recientemente, son fundamental para evidenciar la exclusión a la que se ven sometidas las mujeres en ámbitos de relevancia.