Al parecer, no hay nada mejor que una crisis para las fintech. Este tipo de empresas surgió tras la del 2008 –aunque en Latinoamérica no aparecerían hasta 2014– y han conseguido el combustible perfecto con la pandemia por la COVID-19. América Latina no ha sido ajena al estallido de compañías de tecnologías financieras y, de hecho, ha sido una de las regiones más fértiles para el sector, según explica Francisco Meré, fundador de Uellbee y expresidente de la asociación Fintech México. Estas empresas han suplido las carencias en el sistema bancario de la región, argumenta Meré, y han abierto un canal para la inclusión de personas que han estado fuera de los mecanismos habituales. Aunque no sin sus consecuencias.
Las fintech están contribuyendo a impulsar la inclusión financiera, el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y la desigualdad en Latinoamérica. Según un informe del Banco Central del Ecuador, publicado en febrero, las firmas de tecnologías financieras podrían llenar los vacíos que deja la falta de infraestructura bancaria en la región. Sin embargo, para Meré, esta inclusión podría ser algo superficial sobre todo en el área de pagos y créditos. Personas que no estaban alfabetizadas en finanzas accedieron a préstamos con dilatación de pagos –como los de tarjetas de crédito– en una época de mucha necesidad y con mucha facilidad. Esto ha dejado una deuda difícil de pagar.
Meré cree que la solución estará en las manos del mismo sector, por eso creó Uellbee, una plataforma de concentración de deuda con planes de pago más sencillos y asesoría para el manejo financiero individual. “Nos estamos anticipando a la segunda ola de las fintech en Latinoamérica”, asegura el empresario. Una nueva etapa en la que se pueden resolver los problemas de la primera y calar un poco más profundo en la inclusión financiera. Todo esto sin renegar de los avances que ha traído el sector a la región.
Los beneficios son innegables. Según el informe ecuatoriano, el aumento de la inclusión financiera digital impulsa el crecimiento económico hasta en un 2,2%. Aunque este haya sido desigual. El documento acude a la clasificación mundial Global Fintech Rankings Report que contempla la cantidad y calidad de las fintech en cada Estado. Esto ha revelado una disparidad en el avance de las empresas de tecnologías financieras en la región. Según el ránking, los países más avanzados son Brasil, Colombia, México y Uruguay. Sin embargo, este último no está entre los que más empresas alojan. Al poner el foco solo en ese criterio, Argentina lo reemplaza en los primeros puestos: de las más de 2.000 entidades en el sector, un 81% se concentra en las cuatro naciones.
Una sana competencia
Además, estas compañías han contribuido a diversificar el sector, según apunta un estudio publicado el año pasado por el Fondo Monetario Internacional. Esto ha hecho que los bancos cambien su comportamiento hacia los usuarios e incorporen más digitalización. En ello también incide un libro publicado por el Banco Nacional de Comercio Exterior de México: “Hoy, las conversaciones ejecutivas giran cada vez más en torno a la importancia de desarrollar soluciones centradas en el cliente y no en el producto”, versa la introducción. Gabriela Siller, profesora de economía del Tecnológico de Monterrey, explica que “son una buena opción para la bancarización”, en países con tasas muy bajas de acceso a la banca. Aunque hace un apunte sobre esta competencia: “Hace falta una mejor regulación, pero esto irá avanzando”.
El único país latinoamericano con una ley fintech es México, algo que aporta mucha seguridad a las empresas y ha impulsado la inversión, según Meré. Brasil es el segundo país más avanzado en el área, pero su marco jurídico se limita a decretos. “Las regulaciones y decretos pueden cambiar de un día para el otro, pero una ley no. Ofrece más estabilidad, aunque necesite mejoras”, explica Meré al hablar del mercado Méxicano como uno atractivo para empresas de los demás países de la región.
Con él coincide Alicia Salgado, columnista especializada del diario mexicano Excélsior. “Muchas de las empresas que operan en México son de otros países latinoamericanos como Chile o Colombia”, asegura, “que tienen mercados un poco más pequeños y en México ven uno más grande y poco penetrado”. La expansión de empresas desde el país norteamericano hacia el sur y viceversa es otro de los ejemplos del beneficio de estas compañías: se anulan las fronteras y, con suerte, se unifica la región.