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Leguminosas olvidadas que ayudan al campo en la lucha contra el cambio climático

Hablamos con Roberto Saiz, responsable técnico del Instituto de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA) de la Comunidad de Madrid. El proyecto ha demostrado la resistencia a la sequía de variedades como la almorta, la alhova, la algarroba o el garbanzo negro

Almorta, alhova, algarroba, garbanzo negro… La Comunidad de Madrid está llevando a cabo un estudio para la recuperación del cultivo de diferentes plantas leguminosas desaparecidas de los campos hace más de 50 años. Los trabajos comenzaron en la región en 2020, liderados por el Instituto de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (IMIDRA). El objetivo que persiguen los investigadores es ofrecer una alternativa de cultivo sostenible a los agricultores y adelantarse a las consecuencias de los ciclos de sequía.

Como explica a Innovaspain Roberto Saiz, responsable técnico de IMIDRA, estas leguminosas se han cultivado tradicionalmente en distintos puntos de España. “En los bancos de germoplasma hemos localizado aquellas variedades que mejor se adaptan a las zonas de cultivo extensivo de la Comunidad de Madrid en clima y suelo”, añade. “Los cultivos de secano, en general, son complicados, pero de aquella preselección, la mayoría de variedades han prosperado”. De hecho, tras tres temporadas de cosecha y la aplicación de diferentes técnicas de cultivo, en IMIDRA han constatado la resistencia de estas leguminosas a las enfermedades, las altas temperaturas de la zona Sur de la región y la falta de agua.

Los ensayos se están llevando a cabo en varias parcelas que ocupan 15.000 metros cuadrados de la finca experimental de La Chimenea, en Aranjuez. La iniciativa forma parte del programa GENVCE (Grupo para la Evaluación de Nuevas Variedades de Cultivos Extensivos en España), para conocer su viabilidad en el territorio nacional.

Del ostracismo a apuesta de futuro

Los cultivos ahora recuperados han vivido décadas en el olvido. Saiz enumera distintas razones que provocaron ese abandono. “Los rendimientos eran muy bajos, incluso ahora lo son. El cultivo de leguminosas no ha variado mucho en los últimos 200 años. Cuando la agricultura entró en la industrialización, perdieron su sitio. Por otro lado, durante la Guerra Civil y la posguerra, el consumo de algunas leguminosas como la almorta, se disparó. Ha quedado demostrado que esta ingesta desmedida puede provocar efectos secundarios en animales y humanos dada la toxicidad de ciertos componentes, como los alcaloides”.

A partir de ese momento, el investigador de IMIDRA detalla que las leguminosas fueron víctima de cierta mala prensa que derivó incluso en la prohibición de determinadas variedades.  “Por fortuna, es cosa del pasado. La seguridad alimentaria hace que aquellos problemas estén superados. De hecho, esos componentes hacen que, a día de hoy, las leguminosas queden libres de plagas, al utilizados como barrera defensiva natural”. En cualquier caso, algunos grupos de investigación trabajan para corregir estas pequeñas toxicidades en el futuro. 

Alimentación sana

De cara a su comercialización, las leguminosas destacan por su alto contenido en proteínas y aminoácidos. “Son idóneas para incluirlas en una dieta más saludable. Tenemos a nuestro alcance la posibilidad de producir proteína vegetal de cercanía en vez de importarla desde lugares muy lejanos. Confiamos además en poder ofrecer al agricultor una alternativa de cultivo que haga más rentables los campos de secano. No es tarea fácil, pero comprobamos que en los suelos arcillosos del sur de la región –el carácter absorbente de la arcilla provoca que las plantas tengan menos agua disponible- las leguminosas no sufren”.

Roberto Saiz señala que el proyecto lleva asociados otros retos a resolver de forma paralela. “La maquinaria debe ser adaptada a los procesos que siempre se desempeñaron manualmente. Por ejemplo, con las cosechadoras hemos de tener en cuenta que muchas leguminosas producen en la parte baja de la planta. También ajustar las distancias entre las siembras y avanzar en la retirada de malas hierbas de forma sostenible y eficaz. En definitiva, tratar de que estos cultivos sean atractivos para los agricultores”.   

Los superalimentos y el futuro del campo madrileño

Además de la recuperación de las leguminosas, el IMIDRA ha comenzado este año otra investigación que trata de conocer cuáles de los cereales denominados como superalimentos podrían ser cultivados con éxito en la región. El trigo sarraceno, el sorgo, el teff o el amaranto son variedades de cereales y de seudocereales sin gluten, procedentes de países con climas y suelos similares al madrileño, de ahí que los ensayos vayan encaminados a conocer su adaptabilidad.

“Hace unos años, empezamos a trabajar con cereales como la quinoa, pero teníamos grandes problemas para adaptarlos a las condiciones de la región”, recuerda Roberto Saiz. En IMIDRA comenzaron a jugar con el calendario y las fechas de siembra de distintos cereales para esquivar los envites del cambio climático y la deshidratación anticipada del cultivo. “A finales de agosto hemos llevado a cabo una siembra de varios cereales que florecerá este mes o en octubre, antes de las heladas. Todo cambia muy rápido y la idea es elaborar guías de cultivo para que, cuando el agricultor se decida a incorporarlos a su parcela, no tenga que romperse la cabeza”.

Desde el punto de vista económico, existe el convencimiento de que estas variedades pueden tener éxito debido al incremento de la demanda de este tipo de alimentos entre los consumidores. Además, se une el interés mostrado por la Política Agrícola Comunitaria (PAC) por aumentar la superficie de su cultivo. De forma paralela, los expertos del IMIDRA tienen puesto parte de sus esfuerzos en la futura creación de un Banco de Germoplasma para la conservación de estas semillas (leguminosas y superalimentos) e impedir su desaparición, como ocurrió con el garbanzo negro. Si se llevara a cabo, este sería el cuarto Banco de Germoplasma del IMIDRA.

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