Para la bioeticista feminista estadounidense Lisa Campo-Engelstein es tiempo de que los hombres tomen anticonceptivos. Gracias a su esfuerzo por defender la vida de las mujeres a través de la búsqueda de nuevos métodos contraceptivos, la autora de Justicia Anticonceptiva: Por qué necesitamos una píldora masculina ha sido incluida en la lista de las 100 mujeres más inspiradoras e influyentes del mundo de la BBC, junto a figuras como Greta Thunberg o Alexandria Ocasio-Cortez.
“La investigación empírica muestra que muchos hombres están listos para usar anticonceptivos y lo han estado durante las últimas dos décadas”, sostiene la profesora y directora asociada del Instituto de Bioética Alden March. Un mayor número de hombres solteros muestra interés por más y mejores opciones anticonceptivas, y así poder tener un mayor control sobre su fertilidad, según Campo-Engelstein.
Píldoras, inyecciones, geles, métodos hormonales o no hormonales... Los investigadores están estudiando actualmente una amplia variedad de nuevos anticonceptivos masculinos para hombres que inducen a la infertilidad temporal y se dirigen a los espermatozoides de distintas maneras.
Es el caso de la investigadora del Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Claudia L. Treviño, quien dirige estudios sobre biología molecular de los espermatozoides con el objetivo de desarrollar un nuevo método anticonceptivo masculino. En la página de la Iniciativa Anticonceptiva Masculina es posible encontrar más información sobre algunos de los métodos que se están investigando en el mundo.
Sin embargo, la gran pregunta es por qué en 2019 no existe ninguno de estos métodos en el mercado. De acuerdo con Campo-Engelstein, doctora en filosofía por la Universidad del Estado de Michigan, son varios los factores en juego, uno de ellos es que “existe una norma de género dominante en la mayoría de los lugares que asocia a las mujeres con la reproducción y el cuidado de los hijos”. La contracepción masculina va justamente en contra de esta norma de género dominante, con lo cual el progreso de estos nuevos anticonceptivos se ha visto dificultado, explica la investigadora.
“La anticoncepción es vista como un ‘trabajo de mujeres’ y, por lo tanto, algunos consideran que la idea de los anticonceptivos masculinos es castradora”, añade. Este machismo explica por qué hoy en día la ligadura de trompas en todo el mundo es “casi 10 veces más común que la vasectomía, a pesar de que las vasectomías suelen ser más rápidas, fáciles, seguras y baratas”, subraya Campo-Engelstein.
Una gran parte de la resistencia a las nuevas opciones anticonceptivas masculinas proviene de los organismos de financiación, incluidas las empresas farmacéuticas. “Las compañías farmacéuticas no están interesadas en desarrollar nuevos anticonceptivos masculinos porque piensan que los hombres no estarán interesados y que las mujeres no confiarán en los hombres”, afirma la especialista, aunque reconoce que también existe resistencia por parte de la sociedad.
Incluso algunas investigaciones prometedoras se han detenido debido a los efectos secundarios de estos anticonceptivos, pese a que los mismos hombres mostraron interés en seguirlos usando. Ellos también “valoran mucho poder controlar su reproducción”, sostiene Campo-Engelstein.
La solución es simple. La anticoncepción “debe ser compartida definitivamente entre parejas heterosexuales”. Para ella, es injusto cargar a las mujeres con todas las desventajas asociadas con esta (cargas físicas, emocionales, sociales, financieras y de tiempo), así como inhibir la autonomía reproductiva de los hombres por carecer de buenas opciones.
“Los nuevos anticonceptivos masculinos son beneficiosos para todos y contribuirían a una sociedad más equitativa desde el punto de vista del género. Los hombres se están involucrando más en el trabajo doméstico no remunerado (por ejemplo, en el cuidado de los niños, en la preparación de la cena, etc.) y tomar anticonceptivos masculinos es una extensión natural de esto”, concluye.