Diseños sostenibles, con menos recursos para su fabricación, hechos de materiales biodegradables y que provengan de fuentes alternativas al petróleo son algunas de las características que tendrán los envases alimentarios del futuro. En esta línea, AINIA Centro Tecnológico está trabajando en nuevos materiales para envases de alimentos procedentes de subproductos de la propia industria alimentaria.
Uno de los retos más importantes a los que se enfrenta el sector del envasado es tener en cuenta la sostenibilidad de los envases a partir de sus diseños, además de su elaboración hasta el consumo final para que resulte lo menos contaminante posible. “Los nuevos materiales tienen la ventaja de proceder de fuentes inagotables”, ha explicado Carlos Enguix, jefe del departamento de envases de AINIA, quien ha destacado de los envases del futuro “su capacidad para no contaminar y tener un final de vida útil”.
AINIA ha puesto como ejemplo de nuevas soluciones el proyecto Life + Wheypack, cuyo objetivo es demostrar que es posible desarrollar envases plásticos para productos lácteos 100% biodegradables y viables económicamente, a partir del suero de leche derivado de la producción de queso. Otro proyecto que usa la tecnología para en la búsqueda de una gestión más sostenible para envases es PHBOOTLE, que investiga cómo desarrollar una botella fabricada de un material polimérico biodegradable (concretamente, el PHB) obtenido a partir de la fermentación de las aguas residuales de la propia industria del zumo de frutas. Ana Valera, del departamento de envases de AINIA, ha apuntado que “las botellas que estamos acostumbrados a ver en el mercado proceden de materiales derivados del petróleo, pero las que tendremos en un futuro provendrán de residuos de la industria agroalimentaria”.
En el marco del proyecto EcoFishPack, AINIA trabaja junto a Dow Chemical y ULMA Packaging para disminuir la huella de carbono de envases para pescado elaborado y lograr que sean más reciclables. Por otro lado, el proyecto Biotube Cosmetic se ha convertido en uno de los productos de referencia que marcarán el futuro de los envases, ya que reduce las emisiones de CO2 en un 10% y permite al envase en seis meses convertirse en materia orgánica frente a los 400 años que requiere un envase de plástico tradicional.