Con tan solo seis años como media, las niñas son ya menos propensas que los niños a asociar los buenos resultados curriculares con su propio género y la probabilidad de evitar las asignaturas consideradas difíciles es mayor. Una reciente investigación reciente de las Universidades de Nueva York, Illinois y Princeton ha querido indagar en los motivos de esta aparente falta de interés entre las jóvenes hacia las carreras consideras más difíciles. Y sus conclusiones demuestran que los primeros estereotipos de género respecto a la brillantez académica se afianzan muy temprano en las niñas e influyen en su elección de profesión.
Los resultados de este trabajo, publicado recientemente en la revista Science, muestran una tendencia preocupante, dado que las aspiraciones profesionales de los jóvenes de ambos sexos están influidas por estereotipos sociales de esta clase, que tienen un potencial impacto a lo largo de toda la vida. "A pesar de que el estereotipo que equipara la brillantez académica con los hombres no se corresponde con la realidad, podría suponer un alto peaje en las aspiraciones de las chicas a la hora de elegir una carrera universitaria", señala el psicólogo Andrei Cimpian, autor principal del artículo.
Un caso paradigmático de la situación es el ejemplo de la Universidad Politécnica de Cataluña. El simple cambio de nombre de Informática a Ingeniería informática, ha supuesto un descenso del 40 al 11% en el número de alumnas matriculadas en esta carrera.
Y concluida la formación universitaria, en la investigación las cifras son aún más desalentadoras. Si en la etapa de formación las mujeres superan ligeramente a los varones, después del doctorado la tendencia se invierte, y son los hombres los que toman la delantera. Estas curvas se cruzan formando una tijera abierta, por lo que se las conoce como gráficas en tijera de organismos como el Consejo Superior de Investigaciones Científica. Y lo que empieza con ligera ventaja femenina se convierte en una gran brecha en los puestos de dirección a favor de los hombres.
La Comisión Europea fue pionera en 2001 a la hora de recopilar datos empíricos que reflejaran la presencia y participación de las mujeres en la investigación en los distintos países de la Unión Europea. En España en 2013 la Secretaria de Estado de Desarrollo e Innovación, dependiente del Ministerio de Economía y Competitividad publicó el documento “científicas en cifras”, con un elocuente subtítulo: “Estadísticas e indicadores de la (des)igualdad de género en la formación y la profesión científica”. El paréntesis es literal y habla por sí solo.
En la presentación de ese informe, Carmen Vela se expresaba así: “Los datos muestran un cierto avance y pequeñas reducciones en la brecha de género en algunos ámbitos, pero también nos dicen que, a pesar de los progresos realizados en estos años, la infrarrepresentación de las mujeres continúa siendo un tema que requiere de acciones y medidas. La segregación horizontal persiste, con pocas mujeres que estudian en los campos tecnológicos y en algunas ciencias experimentales, y pocos hombres que eligen carreras en las ciencias de la vida. La presencia de mujeres en los escalones superiores de la carrera, y en los puestos de decisión, tampoco ha avanzado en estos últimos años a una velocidad proporcional al número de mujeres capacitadas para acceder a estos puestos”.
A los estereotipos de género arraigados tempranamente en las niñas, como advierte el estudio de Science, se une el hecho de la mujer ha de compatibilizar el cuidado de los hijos con su progreso en el escalafón científico. Y en muchos casos, se prioriza la vida familiar. “Un techo de cristal que nos lo ponemos nosotras mismas”, como explica Adela Muñoz, Catedrática de Química Inorgánica, “porque no se puede hacer una ley que te quite los remordimientos a la hora de compatibilizar crianza de los hijos con tu carrera científica”.
Y desperdiciar la mitad del talento, como suele decir Cristina Garmendia, ex ministra de Ciencia y Tecnología, no es rentable. De ahí que la Administración no debería escatimar esfuerzos en derribar los estereotipos desde la infancia y después en ayudar a las mujeres a conciliar vida social y familiar.