Pocas personas en el mundo conocen mejor las entrañas del sector turístico que Manuel Butler (Madrid, 62 años). Sus credenciales hablan por sí mismas. Ha sido director general del Instituto Español de Turismo en dos periodos (2012-2013 y 2016-2018); director de la Oficina Española de Turismo en Miami (1995-1999), y en Fráncfort (1991 a 1994). Y, desde 2018, director ejecutivo de la Organización Mundial del Turismo (OMT).
A Butler no le termina de gustar un concepto del que se habla con más frecuencia en el pequeño cosmos de los analistas y tertulianos: el turismo de venganza (viajar mucho una vez terminada la emergencia sanitaria). En una entrevista telemática con Innovaspain, Manuel Butler sostiene que el verano de 2021 servirá para que las empresas españolas puedan recuperarse un poco para los próximos dos años y medio, cuando, según pronostica, se regresará a los niveles de 2019: “Lo importante es que estén en posición de poderse activar. [Este verano] la demanda solo llegará a la mitad de lo que era en la vieja normalidad”.
Pregunta. Usted no ha sido muy partidario del término turismo de venganza. ¿Le parece preciso hablar de un bum turístico en la pospandemia?
Respuesta. Yo creo que hay que ponerlo en contexto comparando las cifras de 2019 en turismo internacional. El año pasado hubo una caída de alrededor del 75%. Hemos hecho una proyección hasta 2024, y creemos que entre 2022 y 2023 se llegará otra vez a los niveles de 2019. Se puede recuperar mucho este año, entre 50% o 60%... quizás 70%. Pero dependiendo del valor fundamental que son las restricciones de viaje de los países, que dependen de las condiciones sanitarias.
P. ¿Entonces el crecimiento sería a medio plazo y sostenido?
R. Pongamos el símil de las olas, como en los contagios. En 2021 la marea llegará a un 50%. La demanda solo llegará a la mitad de lo que era en la vieja normalidad. ¿Eso qué quiere decir? Que habrá la misma oferta, con una demanda a la mitad. Hay otro factor, que es lo que señala el efecto champán. Durante 2020 la gente no ha podido tener vacaciones, así que tiene unas ganas locas por viajar. Yo el primero (ríe). Y en general la gente no ha gastado.
P. ¿Y cuál es el reto para el sector?
R. A corto plazo, este verano y el siguiente (2022), el sector turístico está en modo supervivencia. La cifra de caídas del 75% es una barbaridad. Eso afecta al tejido empresarial de forma brutal y, por supuesto, al empleo. El problema básico que tiene el empresariado es la liquidez. Hay que aprovechar esta ola que viene para tenerla. Hasta el año 2019 España lo había hecho muy bien. ¿Cuál es la variable fundamental de cara al verano? Evidentemente la seguridad y la sanidad. En esos dos aspectos España es muy buena. Además de que forma parte de la iniciativa de la OCDE para garantizar la movilidad internacional de manera segura.
P. ¿Entonces, usted cree que España sale bien parada ante este reto?
R. Sí. Por ejemplo, si nos interesamos en Europa, la gente de los países del Norte suele venir en verano y sí tiene un ahorro, cuando pueda viajar lo hará con muchísimas ganas. En nuestra previsión, sí habrá una pequeña remontada. Ese sería el efecto champán, pero esa pequeña cresta va a durar un par de meses.
P. Otro tema que se ha puesto sobre la mesa es la diversificación. Menos turismo de masas y más alternativas sustentables.
R. Estamos ante un paradigma. Hablamos del corto, y al mismo tiempo, del medio plazo. El nuevo turismo está basado en la sostenibilidad y en la digitalización. En 2019 había destinos totalmente saturados de demanda. Había otro factor: la vergüenza a volar (por la contaminación). Y esto lo tienen muy interiorizado los más jóvenes. Y su poder de influencia no se restringe a sus círculos. El comportamiento de 2020, con el turismo de proximidad y al aire libre es una reacción muy lógica. Ese efecto de querer ver la naturaleza aún está por consolidarse. Estamos a la mitad de cambios profundos y de investigar sobre ellos. Lo que sí está claro, es que hay que ir a un modelo muchísimo más sostenible.
P. Sostenible ¿en qué sentido?
R. Para mí, lo que es fundamental es la sostenibilidad social, claro además de la ambiental. El turismo es un fenómeno social. Lo hemos olvidado en los últimos decenios y nos hemos centrado en su componente económico. Pero si vemos las externalidades, notamos que vienen por el factor social. La turismofobia es el rechazo de la población local que no percibe beneficios de los flujos de turistas. Se está trasladando una persona, no un paquete, y normalmente cuando volvemos calificamos esa experiencia según cómo nos han tratado. Y hay que ir en esa dirección. No hay otro camino.
P. ¿Qué lecciones se debe llevar el turismo tras el batacazo de la pandemia?
R. Para los Estados y las organizaciones multilaterales, la cooperación y la colaboración. Es básica. Si hubiera existido un estado perfecto de colaboración internacional estaríamos en una mejor posición para salir de la crisis pero los humanos no somos perfectos. Una de las principales lecciones de la pandemia es esa. Si el bloque europeo, y la riviera sur del Mediterráneo salen conjuntamente de la crisis, colaborando, sería un escenario totalmente deseable. Con lo que respecta al sector, la apuesta por la sostenibilidad. Debe integrar la seguridad sanitaria, y es lo que estamos haciendo desde la OMT.