Licenciado en física por la Universidad Complutense de Madrid y doctor en astrofísica por la Universidad de Paris-Sud XI, Manuel González es el actual responsable de comunicación del Instituto de Astrofísica de Andalucía ( IAA-CSIC ). Su vínculo con la divulgación viene de lejos y, al menos en parte, vino a cubrir un déficit del que fue ‘víctima’.
“Cuando llegó el momento de estudiar una carrera dudé entre física, medicina o traducción e interpretación. Se me daban bien las ciencias, pero también las letras”. La elección final no fue a ciegas, pero casi. “No tenía ningún referente, no existía divulgación por parte de investigadores conocidos. Hace quince años, los periódicos de tirada nacional apenas prestaban atención a estos temas”, recuerda González.
Asume la cuota de culpa de una ciencia a la que, hasta hace cuatro días, le ha gustado sentirse diferente. “Los museos de ciencia son accesibles al público en general y no solo a investigadores desde el siglo pasado. El acercamiento ha sido progresivo. Nos conviene. Necesitamos el apoyo de la gente para continuar trabajando y nuestro deber es explicarle qué hacemos con el dinero que sale de sus impuestos”.
“Quien está fuera de la ciencia tiende pensar que es algo complicado e inaccesible. Tenemos que hacer ver que está hecha por personas y que es fascinante”, argumenta González, para quien esta aproximación tiene muchos posibles abordajes, todos igual de válidos. “Para que la ciencia llegue tiene que emocionar. Una imagen bella, un vídeo sorprendente, una charla en la que queden claros los conceptos… y también la risa. El humor es emoción. Si en mi vida diaria lo practico, pensé, ¿por qué no llevarlo al terreno científico?”
El investigador se propuso estrechar los lazos entre ciencia y sociedad por un camino distinto al que marcan los cánones. Esa fue una de las razones que le llevaron a formar parte de Famelab 2015 (inscripciones de la edición 2020 abiertas hasta el día 15 de enero). En el concurso de monólogos científicos alcanzó las semifinales con una intervención que aunaba la ciencia, la copla y el Carnaval de Cádiz digna de no caer en el olvido.
Sobre la pista de la iniciativa le puso la investigadora Asunción Fuente, con la que trabaja entonces. “Fuimos a comer y acabamos hablando de copla (una de sus pasiones junto a la chirigota gaditana). Me gustó que las bases del concurso incluyeran una recomendación: sé tú mismo”.
Hoy Manuel González forma parte del grupo de monologuistas Big Van, formado por más de 20 personas de distintos campos de la ciencia y la ingeniería. “Mi especialidad es adaptar canciones populares al ámbito científico. Y funciona, sobre todo entre gente no interesada a priori en estos campos. Es un aliciente”.
Opina que otro de los corsés de los que la ciencia empieza a deshacerse es el del individualismo, empezando por el propio IAA-CSIC, centro de excelencia Severo Ochoa desde el pasado año. “Estuvimos involucrados en lograr la primera imagen de un agujero negro, uno de los hitos científicos recientes. En el descubrimiento participaron más de 300 personas –físicos, matemáticos, químicos, ingenieros informáticos, técnicos- lo que demuestra que cada vez es más difícil llegar a algo solo. Todos necesitamos formar equipos grandes e interactuar con gente de nuestra disciplina y de otras áreas”.
El Enigma Agustina
Hace cuatro años Manuel González se embarcó en un proyecto que demostró que es posible divulgar con un enfoque creativo y original sin abandonar el rigor. ‘El Enigma Agustina’, que ha codirigido junto a Emilio García (jefe de comunicación del IAA-CSIC) es una obra documental que indaga en la vida de Agustina Ruíz Dupont, una de las figuras de la ciencia española borradas por la Guerra Civil
La cinta aún está girando por diferentes festivales (es posible verla contactando con el IAA-CSIC). Rodada en Granada, París y Madrid, detalla el descubrimiento en 1980 de la tesis de Ruíz Dupont dentro de un baúl en el Palacio de El Pardo.
Años después, una estudiante de doctorado decide centrar su investigación en este hallazgo y los avatares que rodearon a la científica, una adelantada a su tiempo al plantear una tesis más técnica respecto a las habituales en los años 20. Sus aportaciones demostraban un amplio conocimiento de las teorías de Einstein y de la física cuántica. Precisamente, el investigador que la dirigió, Blas Cabrera, fue el anfitrión de la visita que el responsable de la teoría de la relatividad realizó a Madrid en 1932.
Pese a la brillantez de sus planteamientos, tanto el nombre de Ruíz Dupont como su investigación parecieron no existir nunca. Hasta hoy. El proyecto también aborda la lucha de la mujer por acceder a la carrera científica en España y reivindica algunas otras las figuras de la época. “Fue la edad de plata de la ciencia española”, apunta González al describir el primer tercio del siglo XX, cuando, sobre todo durante la II República, las puertas de un nuevo estatus profesional se abrían para las mujeres.
El investigador se refiere a iniciativas estatales como la Residencia de Señoritas, que becaba a mujeres de provincias fuera de Madrid; los Laboratorios Foster en el País Vasco, donde podían hacer prácticas de química y farmacia o las más de 500 becas concedidas por la Junta de Ampliación de Estudios (organismo que precedió al CSIC) para que las chicas pudieran estudiar en el extranjero. “La Guerra Civil y el franquismo, la depuración y el exilio acabaron con todo aquello”, concluye el integrante del IAA-CSIC.
‘El Enigma Agustina’ se ha proyectado en España, México, Bruselas, Londres y pronto lo hará en Roma. Cuenta con la financiación de la Fundación Española para la Ciencia y Tecnología (FECYT) – Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, y con la colaboración de la Sociedad Española de Astronomía (SEA), la Consejería de Cultura – Junta de Andalucía, y el Instituto Andaluz de la Mujer. En 2018 recibió el primer premio en la Bienal de Cine Científico de Ronda.