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María Emilia Correa: “Pasemos de la protesta a la propuesta”

Hablamos con la cofundadora del movimiento Sistema B tras su participación en Globlal Education Forum, el encuentro organizado en Madrid por la Universidad Camilo José Cela para desgranar los retos que tiene ante sí la educación superior en todo el mundo
María Emilia Correa, cofundadora de Sistema B UCJC GEF
María Emilia Correa, cofundadora de Sistema B.

“No soy académica, pero sí emprendedora. Me gusta reflexionar y actuar”. María Emilia Correa se sienta con Innovaspain poco después de concluir una de sus intervenciones en Global Education Forum, el evento organizado por la UCJC donde miembros destacados de la comunidad educativa en todo el mundo analizaron el momento actual de la educación superior. Ni los alumnos ni la sociedad son los mismos, por ello los objetivos y los retos también son otros.

Cofundadora del movimiento Sistema B en América Latina bajo la idea de construir una economía que incorpore entre sus beneficios el bienestar social y ambiental, Correa celebra que la educación superior pueda ejercer como compañera y, “sobre todo”, como fuente de inspiración para afrontar las necesidades de innovación mas urgentes para el planeta, “que no son otras que las especificadas en la Agenda 2030”.

Fellow del Advanced Leadership Initiative en la Universidad de Harvard en 2019, Correa fue elegida por ESGlobal entre los 30 intelectuales más influyentes de América Latina en 2017. Declarada optimista, la colombiana alude a la figura del escritor y activista Paul Hawken, quien habla de una ‘bendita inquietud’ para definir el momento. “Asistimos a un movimiento en el que participan personas de todo el mundo, al margen de su edad, condición o religión. Son personas preocupadas por el medio ambiente que además actúan. Este movimiento suele escapar del radar de los medios, pero no tiene precedentes en tamaño y seguidores”. María Emilia Correa incluye a los niños y niñas. “Reciclan, cuidan de los animales y nunca cortarían un árbol. Es un cambio de valores brutal. Pensemos distinto para hacer otras cosas”.  

“La educación superior tiene la oportunidad de ayudar a las personas a trabajar con mayor cohesión”

La emprendedora vuelve a la educación para analizar las casuísticas que empujan estos cambios. “Antes educábamos para el empleo dentro de un modelo productivo muy pautado. Hoy los jóvenes quieren hacer cosas que tengan sentido para ellos y para el planeta. Acciones de efecto positivo en el mundo, con propósito. Las atroces crisis globales que estamos viviendo, como la pandemia y la emergencia climática, nos recuerdan que nadie se salvará si no lo hacemos todos. Nos enfrentamos a desafíos nunca vistos en la sociedad más interconectada y en el planeta más poblado de la historia. Ante estos problemas, precisamos de nuevas maneras de ser, pensar y actuar”.

Es por ello que María Emilia Correa cree que educarnos para la competencia ha perdido todo sentido. “Aprendemos a competir desde el jardín de infancia. En el colegio, ser mejores significa pasar por encima de nuestros amigos. Es absurdo. Nos enseñan a competir, pero no a colaborar ni a trabajar juntos. La educación superior tiene ante sí una oportunidad increíble para ayudar a las personas a trabajar con mayor cohesión. Nadie tiene las capacidades para dar con una solución que siempre será colectiva, producto de muchas formas distintas de pensar”.

A su juicio, la educación superior puede acelerar estos procesos y anticiparse a la gravedad de las consecuencias. “Nos cuesta cambiar antes de tener el agua al cuello”. Correa no omite que, en paralelo, la educación superior tiene que saber que no vamos a solucionar los problemas del siglo XXI con mecanismos del XIX. “Las universidades y las organizaciones educativas ocupan un espacio de confort del que han de salir rápidamente”.

El mercado como herramienta

“Hace 15 años, cuando teníamos un problema medioambiental o social, poníamos en marcha una fundación o reclamábamos al gobierno de turno un cambio legislativo”. María Emilia Correa percibe que la irrupción de la filosofía emprendedora ha cambiado para siempre este escenario. “Ellos nos han abierto los ojos. Es posible poner el mercado al servicio de los problemas fundamentales del planeta. Podemos generar riqueza y, a la vez, solventar desigualdades o mitigar la destrucción de los ecosistemas”.

En esta cadena, Correa ve que las grandes corporaciones no se mueven a la velocidad deseada, pero que el cambio es inexorable. “La sociedad en la que operan es diferente. Los jóvenes quieren trabajar en empresas con sentido. No tenemos que abogar por la desaparición de estas compañías, sino por que trabajen en la resolución de problemas. El mundo necesita otro sentido de éxito, alejado de la rápida acumulación de dinero sin importar cómo se gana. Resulta que sí importa, y mucho. ¿Qué cosas dejaste maltrechas por el camino? ¿Al servicio de qué intereses pusiste ese crecimiento económico?”

Es más, Correa se declara una “apasionada” de los negocios con ánimo de lucro. “Precisamos que las personas comprometidas con los problemas del mundo se unan a los que saben hacer negocios y obtienen buenos resultados financieros. No es sólo encontrar soluciones: hay que ponerlas en el mercado y hacer que funcionen. Solo así beneficiarán a millones de personas”.

La cofundadora de Sistema B apuesta por perderle el miedo a los negocios, pese a las reticencias de parte del movimiento ecologista. “Soy una gran partidaria de la denuncia; es necesaria y útil, pero una vez detectado el problema lo que hay que hacer es solucionarlo. Pasemos de la protesta a la propuesta. Busquemos la mejor alternativa en lugar de regodearnos en las dificultades”.

América Latina

Mejorar la situación implica que cada región aporte sus fortalezas. En este sentido, Correa cree que América Latina puede ofrecer biodiversidad y diversidad cultural. “Es indispensable que la comunidad internacional nos deje de valorar solo por el petróleo, el carbón o el oro. Ninguno de esos elementos acabará con el hambre o nos hará respirar mejor. Asimismo, devolvamos al lugar que merece el conocimiento ancestral de las comunidades indígenas y su diálogo con el medio natural”.

Correa destaca otro valor añadido de la cultura latina. “El afecto, la parte emocional, el contacto. No dejemos que nadie muera en soledad. Tenemos mucho que enseñar a otros países. También en el plano educativo. Un alto porcentaje de los alumnos de las principales universidades estadounidenses sufre problemas de ansiedad y depresión. Debemos buscar nuevos equilibrios”, concluye.

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