Estudiar la vida que existe en el desierto de Atacama da pistas para indagar la posible vida que hubo en suelo marciano. Esto es lo que intentan hacer investigadores del Centro de Astrobiología (CAB), el primer centro del mundo dedicado específicamente a la investigación astrobiológica, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA).
Este desierto, el más antiguo y seco del planeta, ubicado al norte de Chile, es uno de los ambientes terrestres más parecidos al Planeta Rojo. La radiación solar altísima (incluso en el rango de los ultravioletas), las fluctuaciones de temperatura extremas y la composición del suelo rica en elementos inorgánicos que también existen en Marte (como los percloratos) hacen de este sitio el lugar idóneo para estudiar el planeta Marte, según explica Miguel Ángel Fernández-Martínez, investigador del CAB.
En este desierto, las lluvias más significativas (más de 2 milímetros por año) se registran apenas una vez cada diez años pero en marzo de 2015 un temporal trajo consigo acumulaciones de entre 40 y 90 mm. Las consecuencias de estas abundantes lluvias sobre los microorganismos del suelo y el subsuelo han sido investigadas desde entonces por un grupo de investigadores del CAB.
“Cualquier tipo de vida que pueda encontrarse allí ha tenido que desarrollar una estrategia de supervivencia muy especial para soportar estas condiciones durante tanto tiempo. Y los campeones en esto de la supervivencia en condiciones extremas son los microorganismos”, asegura Fernández-Martínez.
Él es el autor principal de un estudio, publicado en la revista Frontiers in Microbiology, en el que muestra que tras este episodio de intensas lluvias, hubo microorganismos que sobrevivieron al aumento de las condiciones de humedad, pero también hubo algunos que “no solo resistieron estas nuevas condiciones creadas, sino que aprovecharon el incremento de la humedad para activar su metabolismo celular y, por tanto, su desarrollo”, puntualiza.
Y esto mismo pudo haber sucedido en Marte, en el periodo del ‘Marte Temprano, húmedo y frío’, según Fernández-Martínez, quien refiere a una de las múltiples teorías acerca de la presencia de agua líquida en el Planeta Rojo. En esta época, “las lluvias eran escasísimas y muy poco frecuentes, pero aparecían de cuando en cuando en la superficie del planeta”, afirma el científico.
La posible vida que hubo en el suelo marciano en aquella época, si alguna vez la hubo, “tendría que ‘responder’ a este cambio en el ambiente, de manera similar a lo que sucede con las comunidades de microorganismos del desierto de Atacama”, asegura el investigador. “Así, podríamos ver cómo sería el desarrollo de estos microorganismos para adaptarse a las nuevas condiciones de extrema aridez presentes en el ambiente y qué restos (‘biomarcadores’), entendidos como marcas de vida actual o extinta en el ambiente, pueden dejar en él”, detalla. Todos estos resultados permitirán orientar mejor una posible misión futura a Marte en busca de vida.
Al mismo tiempo, esta investigación ha permitido poner a prueba las técnicas utilizadas por los científicos para analizar las muestras, con instrumentos que fueron desarrollados por el CAB. Uno de estos es el LDChip (un detector de vida), un inmunosensor basado en anticuerpos acoplado al instrumento SOLID (un detector de signos de vida). El estudio “permite reforzar la capacidad del LDChip para proporcionar información fehaciente y de gran valor en una posible misión de detección de vida enviada al Planeta Rojo”, subraya Fernández-Martínez.
No son las únicas herramientas que ha desarrollado el CAB. Ha creado el instrumento REMS (una estación de monitoreo ambiental rover) para la misión MSL de la NASA, una estación medioambiental que está a bordo del rover Curiosity, presente en Marte desde 2012. También ha desarrollado el instrumento TWINS (unos sensores de temperatura y viento) para la misión InSight de la NASA, que está en Marte desde 2018. Actualmente el Centro está trabajando en la creación de MEDA (un análisis ambiental y dinámico de Marte) para la próxima misión de la NASA, Mars 2020, así como en RLS (espectrómetro láser raman), para la misión de la ESA ExoMars 2020.