La mascarilla se ha convertido en un artículo de primera necesidad. Hasta el mismo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que la despreciaba hace unos meses, ahora defiende su uso. Pero, para ser realmente efectiva para todas las personas, requiere de unas características y de un uso específicos.
Un equipo liderado por Miguel Huerta Gutiérrez, profesor del Departamento del Hábitat y Desarrollo Urbano (DHDU) del ITESO (Guadalajara, México) trabaja en el desarrollo de una mascarilla incluyente, ergonómica y altamente efectiva. Cinco estudiantes de las carreras de Ingeniería Industrial, Ingeniería Mecánica y de la licenciatura en Diseño integran el Proyecto de Aplicación Profesional (PAP) “Diseño e ingeniería de objetos para la mitigación y combate de desastres y contingencias”.
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“Se trata de un producto de bajo costo que puede ser fabricado en México. Desde el ITESO es algo que podemos mejorar a nivel de diseño y que podemos fabricar a nivel de ingenierías”, ha asegurado Huerta, y añadido que también se consideran opciones para hacer más sustentables los procesos y materiales para la creación de la mascarilla.
“Estamos apostando no solo a que sea una N95, sino que incluso pueda ser N96 o N97, es decir, que pueda retener hasta 97 % de las partículas aéreas. Esto es importante porque mientras más alto sea este índice, disminuye más el riesgo de contagio”, ha precisado Huerta.
La mascarilla es incluyente, ya que el material transparente que utiliza permite que se pueda ver la boca del usuario y facilitar que personas con discapacidad auditiva puedan leer los labios.
“Estamos evaluando a varias empresas para ver con quiénes comenzamos la producción. Esperamos estén a la venta en un par de meses”, ha señalado Huerta. El equipo estima también que el precio de la mascarilla podría ser hasta 50% menos que el de los N95 que hoy en día se encuentran en el mercado, con una efectividad igual (o hasta mayor, aseguran).
El proyecto apuesta por la reactivación económica de la región y el apoyo a los sectores más vulnerables. Por ello, están viendo la posibilidad de trabajar con talleres de termoformado (un proceso que consiste en dar forma a una lámina plástica por medio de calor y vacío), inyección de plásticos o pequeñas empresas de la industria textil.
“A veces no nos damos cuenta de en qué México estamos. Queremos que todo mundo esté en su casa y usando cubrebocas, pero para muchísima población hacerlo no es factible. En las empresas los parámetros de seguridad implican dar a sus empleados equipamiento que es muy costoso, incluyendo cubrebocas N95 fabricados en el extranjero”, ha comentado. La producción local también permitirá dejar de importar este insumo de países como China o Estados Unidos.
Respecto a los materiales, es probable que utilicen un plástico de origen reciclado aunque todavía están evaluando otras alternativas. “Es un material flexible, por lo que no lastima”, ha asegurado el profesor.
Incluyente y 100% limpia
Además de la mascarilla, el equipo también trabaja en una caja de desinfección con rayos UV para alargar la vida útil de estas y garantizar la seguridad de quien las use.
“La idea es desarrollar una caja que tenga la capacidad para desinfectar seis cubrebocas en menos de un minuto, reduciendo abismalmente el desperdicio”, ha agregado Huerta.
Para los estudiantes este proyecto significó una exhaustiva investigación y revisión sobre análisis de riesgos, materiales y creación del concepto. “Esta es la importancia de la multidisciplina en los proyectos”, ha señalado el profesor. “Los alumnos pueden ver que su conocimiento aplicado puede generar grandes cosas. Ven que como profesionales tienen la capacidad y la responsabilidad de hacer un cambio en su país”.
“Creo que, sin importar nuestra profesión, siempre deberíamos buscar cómo ayudar. De nada sirve un abogado, un ingeniero o cualquier profesional si no se preocupa por su comunidad”, ha asegurado César Iván Velarde González, alumno de octavo semestre de Ingeniería Mecánica.
Paulina Ramírez Enríquez, que está a punto de graduarse de la licenciatura en Diseño, ha resaltado el impacto social, económico y ecológico que puede tener este desarrollo. Sobre este último aspecto, ha añadido que además de tratarse de una mascarilla reutilizable se está pensando en opciones para incluirla en un ciclo de reciclado una vez que sea desechada definitivamente.
“Es un proyecto que en verdad puede tener un gran impacto en la vida de las personas. Es una tarea muy intensa y todo el equipo está realmente entregado para que el cubrebocas sea, más que estético, eficiente, porque se trata de la seguridad de las personas”, ha concluido Ramírez.
El proyecto se impartió en el ciclo escolar Verano 2020 para trabajar en soluciones en el marco de la emergencia sanitaria, que beneficien particularmente a los grupos más vulnerables, así como para facilitar la labor del personal sanitario y del sector industrial, entre otros. Huerta prevé que en futuras ediciones de este PAP sigan trabajando proyectos que puedan impactar en contextos de desastres naturales.