Trabajo intensivo durante diez días. Ocho grupos divididos en distintas mesas dan forma a una serie de proyectos innovadores relacionados con los datos abiertos en las ciudades, siempre desde un punto de vista social. La mayoría de los participantes no se conocen, incluso vienen de campos profesionales y formativos muy distintos, un carácter colaborativo que forma parte de la dinámica habitual de Medialab-Prado. Aquí todo se comparte, se divide para multiplicarse, se enriquece con las aportaciones de cada uno.
Estos grupos de trabajo dan vida a lo que se ha denominado Visualizar’16. Españoles, ingleses, mexicanos, argentinos o uruguayos son solo algunas de las nacionalidades de las personas que trabajan en proyectos con muy distintos objetivos: visualizar la vida cultural de las ciudades a través de la actividad de sus salas de concierto, realizar una base de datos con las apps que ayudan a los ciudadanos, mostrar la Ley de Transparencia de una forma entendible… Todos ellos se mostraron públicamente en el Open Cities Summit que acogió Medialab-Prado el pasado 5 de octubre.
Uno de esos proyectos se denomina Urban Art Side B y en él colaboran Vladimir, arquitecto y publicitario, Nieves y Jacobo, ambos licenciados en Bellas Artes. Su idea se centra en crear una plataforma digital en la que cualquier persona pueda subir imágenes relacionadas con obras de arte que vaya encontrando por la ciudad. Se crea así una museo virtual totalmente democrático con piezas poco conocidas, alejadas de los circuitos más comerciales.
En crecimiento
Es un ejemplo más del día a día en este laboratorio ciudadano de producción, investigación y difusión que es Medialab-Prado. Aquí se exploran las formas de experimentación y aprendizaje colaborativo que han surgido en las redes digitales. Y se hace conectando mundos diversos: artístico y cultural, científico y tecnológico, amateur y profesional, académico, empresarial, social… lo único que se repite como una constante es la innovación.
Los orígenes se remontan al año 2000, con un proyecto relacionado con el arte y las nuevas tecnologías que comenzó enmarcado en el Centro Cultural Conde Duque. Siete años después, este laboratorio de experimentación se trasladó a una sede propia en el sótano de la plaza de las Letras y en 2013 volvió a mudarse, esta vez al edificio de la Serrería Belga que ocupa en la actualidad.
“Ahora el proyecto ha recibido apoyo del Área de Gobierno de Participación Ciudadana, Transparencia y Gobierno Abierto del Ayuntamiento de Madrid, con lo cual hemos podido sumar más gente al equipo y creo que en la actualidad contamos con los recursos necesarios para hacer frente a nuestros retos”, afirma el director de Medialab-Prado, Marcos García, quien señala que cuentan con un equipo de 17 personas.
A ellos hay que añadir ocho mediadores culturales, quienes se encargan de atender las denominadas ‘estaciones de trabajo’. Se trata de una serie de laboratorios abiertos al público general en los que aprender y experimentar desde ámbitos como la participación ciudadana en ciencia, el software y el hardware de código abierto, la economía sostenible y el crowdfunding, la visualización de datos, la diversidad funcional o la fabricación digital.
Lugar de encuentro
Talleres, charlas, debates, reuniones de grupos de trabajo, desarrollo de prototipos, actuaciones en directos, etc. La actividad nunca para en Medialab-Prado, pero siempre centrada en la cultura digital. “Sobre todo nos interesan aquellas iniciativas en las que los usuarios juegan un papel muy activo, ya sea aportando conocimientos o con el propio uso”, afirma García. Pone como ejemplo el funcionamiento de Wikipedia, que se enriquece con las aportaciones de los usuarios. La muerte del emisor clásico, de las acciones unidireccionales.
En la actualidad, la dirección del centro quiere incentivar la conexión con la ciudad a nivel de los barrios, en especial con la zona en la que se ubica, el Barrio de las Letras, “donde ha habido algunos intentos pero no han sido suficiente”. “Ahora estamos con un proyecto que tiene que ver con realizar experiencias temporales de laboratorios ciudadanos en los distritos, organizados junto a las asociaciones de vecinos y otros colectivos similares –continúa Marcos García-. Serán los propios ciudadanos los que propongan sus ideas y luego se formarán grupos de trabajo para desarrollarlas”. La primera experiencia piloto tendrá lugar en diciembre, en Villaverde.
Lo que buscan en Medialab-Prado son iniciativas de carácter experimental que beneficien a la comunidad y permitan que colaboren personas de distintos perfiles. El abanico de posibilidad es casi infinito, y va desde el análisis de datos sobre la movilidad en la ciudad, a la experimentación en textil, por poner solo dos ejemplos. Estos proyectos colaborativos suelen llegar a través de las convocatorias que se realizan vía talleres de producción, pero en el centro siempre están dispuestos a escuchar nuevas propuestas.
En ningún momento se presiona para que todos los proyectos que se propongan se conviertan en realidad. Más que la meta, importa el camino que se recorre y, bajo esa premisa, cada prototipo se plantea como un grupo de aprendizaje a la colaboración. “Lo que nos interesa es que lo que se haga sea una experiencia significativa y, sobre todo, que gente que antes no se conocía, que viene de mundos distintos, pueda colaborar en un proyecto”.