¿Cómo ha cambiado la cultura en esta época tecnológica?

Samsung ha organizado una mesa redonda en la que varios representantes del mundo de la cultura han dado su opinión
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En este mundo de constante cambio, la cultura –que siempre necesita reflexión y reposo– parece haberse dado cuenta de la importancia que tiene la tecnología para su futuro. No porque la cultura vaya a desaparecer en sí, sino porque no puede perder su audiencia; las generaciones que vienen no entienden de otra cosa que no sea su propio universo. Las series, el cine, la literatura, la música, la fotografía… han apostado por adaptarse a los tiempos. Y los museos no iban a ser menos.

Es el caso del Museo del Prado, el Museo Arqueológico Nacional (MAN) o el Teatro Real, que junto a Samsung, han decidido renovarse para seguir siendo atractivos, aunque, a priori, no hiciera falta ni planteárselo. La realidad siempre manda. Por ello, la compañía tecnológica ha organizado una interesante mesa redonda –‘Tecnología y Cultura’– donde varios protagonistas han analizado, según su punto de vista, en qué punto se encuentran ahora, el futuro de su sector o sus casos de éxito con Samsung.

Como la reconocida directora de cine Isabel Coixet, que cree que existe “un hambre de cultura, una necesidad de saber y comprender un mundo” pero que, con los populismos actuales, “cada vez se ve más lejano”. Una de las soluciones: adaptarse al mundo actual, pero con ideas de verdad. “Si Kubrick viviera ahora estaría haciendo películas con su teléfono”, ha asegurado. Además, piensa, “quizá de manera errónea y en contra de mis colegas”, que el problema de la cultura no debe dejarse en manos de la administración. “Las familias tienen una enorme responsabilidad para inculcar el amor por las cosas: literatura, danza, cine… En este momento, todas esas disciplinas están al alcance de todo el mundo, no a la ópera, por ejemplo, pero sí hay elementos para acercarlo.  Siempre es un problema de educación”.

De ópera sabe, y mucho, el director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer. “La colaboración de Samsung con nosotros ha supuesto un punto de inflexión. Parecía que nuestra cultura no encajaba bien en este mundo y, gracias a la tecnología, la juventud viene más a la ópera… Y sí, lo hemos notado. En estos últimos años notamos el crecimiento del público”, ha explicado. “Al final, la ópera tiene un elemento efímero. Es una gran producción, pero al final el sentido se pierde. El hecho de poner mantenerla a través de realidad virtual nos da perdurabilidad en el tiempo. Si, además de eso, te metes dentro del escenario y ves lo que están sintiendo los cantantes, el violinista o el director, que te permite ver las cosas de manera diferente, unos sentimientos que cuestan más en otros medios... La ópera es creatividad, es mimo, es arte y con esta tecnología habrá un gran futuro. Aunque la gente lo disfruta ya”.

“La cultura es parte de la sociedad, y en la sociedad el impacto de la tecnología ha crecido de forma exponencial. En el caso de Samsung hemos hecho casos específicos, pero creo que hay un concepto clave en boga dentro de los museos, y es la curiosidad. Ahí sí que hay un gran interés por la tecnología, y si tres millones de personas, como las que vinieron el año pasado, llegan al Prado mediante estas tecnologías, bienvenidos sean”, ha afirmado Miguel Falomir, director del Museo del Prado. Falomir ha considerado, por otro lado, que “la tecnología no es ni buena ni mala, solo es el uso que hagamos de ella. Los problemas políticos han venido de la masiva tecnología, pero en sanidad han mejorado, al igual que en la cultura. Es cuestión de la educación del usuario, que son los expertos en ella”.

Andrés Carretero, director del MAN, cree que la demanda por la cultura “es enorme”, pero que su economía “no va a la par que el público”. Ha explicado que, “inevitablemente, hemos captado su curiosidad a través de nuestras visitas virtuales o nuestras diferentes innovaciones –realizadas junto a Samsung–. Pero nosotros hemos ido, sobre todo, por el camino del aprendizaje. Cuando te enfrentas en un museo histórico ante una herramienta en principio vulgar como una pluma, no es lo mismo con la tecnología. Estas nos permiten acceder de una manera más ágil y más flexible a que cada usuario absorba la parte que más le interese, y en función de ello, que pueda tomar unos u otros elementos”. Asimismo, ha echado la mirada atrás, reflexionando sobre su posición actual. “Hace diez años, todo esto era impensable. Hay que romper el tópico de que la información da poder, ahora está muy bien distribuida. Aunque tengamos el problema de las fake news…”.

Si había alguien en contra de las fake news en esa mesa, no podía ser otro que el fotoperiodista Manu Brabo (Premio Pulitzer al que le hicimos una entrevista): “han facilitado la inmediatez para la audiencia; para mí no es agradable subir fotografías mientras te disparan. Es precioso que, en un momento dado hagas una cobertura y veas la caída de un dictador en directo. Todos tenemos teléfonos vía satélite, nos facilita el trabajo, pero de poder transmitir las fotos en el mismo momento a que sea bueno… Me interesa que la gente tenga una educación tecnológica, y hace falta que entre toda esta amalgama de información rápida la gente sepa discernir entre lo que está bien y lo que está mal”. Al final, ha dejado una reflexión: “en su día, la rueda era tecnología, pero puede ser un arma si la pones en un carro y atropellas a alguien. En toda esta velocidad tecnológica hay que diferenciar el grano de la paja”.

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