Fundación Naturgy ha presentado su informe anual sobre el sector eléctrico, la cuarta edición que recopila los datos correspondientes al año 2021 que publican múltiples organismos oficiales en un único documento. Un año 2021 que ha sido muy complejo para el sector: el repunte de la demanda tras superar los efectos más intensos de la pandemia ha coincidido con el comienzo de la crisis geopolítica que se empezó a notar en los mercados energéticos a partir del segundo trimestre.
Para tratar de explicar la situación han contado con el economista y consultor de mercados y regulación energética Miguel Ángel Lasheras, que ha incidido en la idea de que, para entender lo que ha pasado en 2022, año tan complicado para el sector, hay que saber lo que ocurrió en 2021.
Un 2021 que empezó con un espíritu de recuperación de lo que había sido el año anterior, año del comienzo de la pandemia, donde la demanda agregada y la eléctrica habían sufrido los efectos del COVID. Y empezó bien, con un semestre donde la demanda empezó a tirar de los precios. Aunque en el segundo semestre, que se esperaba con un cierto ajuste entre la reacción de la oferta y la demanda a las subidas de los precios del primero, lo que ocurrió fue que el impacto en los mercados de gas.
“Ya se empezaba a anticipar que ocurriría en el 22, por los movimientos que empezaba a hacer Rusia en cuanto a dejar de llenar almacenamientos y empezar a recortar el gas. Y también es cierto, por la caída que tuvo la demanda en China y que ralentiza un poco el crecimiento económico, todo esto empezó a plantear un horizonte y unas expectativas inciertas que son las que a través del gas empujaron los precios eléctricos en el segundo semestre a unos niveles relativamente preocupantes de precios elevados”, ha indicado en la presentación del informe.
Incertidumbre por bandera
Para Lasheras, no se comportó mal la transición energética en el sentido de que, desde luego en España, el consumo de CO2 disminuyó y la inversión en capacidad renovable continuó aumentando. «Y bueno, todo anticipaba en este sentido un año 2021 relativamente alineado con los años anteriores y de impulso a la transición energética. Pero la incertidumbre que inundó el mundo durante el segundo semestre arrojó ya una mayor incertidumbre todavía en torno a qué iba a ocurrir con combustibles alternativos, con el carbón, con la nuclear, si el gas seguía manteniendo unos precios elevados y si, como al final ocurrió, los suministros de Rusia empezaban a ponerse en peligro”.
En definitiva, cómo iba a afectar todo esto a una transición energética que ya a final de año anticipaba un entorno bastante más problemático de cómo había empezado. “Veremos a ver cómo se presentan los datos cuando los presentemos del 22 y cómo se aborda sobre todo el invierno del 23, que es lo que en estemos momentos más soporta un ambiente de incertidumbre».
Y es que ya en 2020, Lasheras avisaba de la volatilidad de precios en general. Cosa que, efectivamente, ha pasado durante el segundo semestre de 2021 y que se ha intensificado todavía más en este primer semestre de 2022.
Cómo se combaten los precios del sector eléctrico
Para el sector eléctrico, el problema está en la volatilidad de precios. Algo que para Lasheras está siendo un problema y que tiene también, de nuevo, un coste de incertidumbre que se traslada a los consumidores, por lo que habrá que hablar de contratación a plazo, que estabiliza para un periodo largo de tiempo y estabiliza el precio. “Siempre se ha dicho que en Europa la señal de corto plazo tiene mucho más peso que la de largo y medio plazo. Y ahí estaría bien que se corrigiera de alguna manera esta diferente ponderación de precios de corto y precios de medio y largo plazo”, ha subrayado.
De todas maneras, el problema en estos momentos en Europa más que de volatilidad es un problema de nivel, ha matizado Lasheras. Es decir, que los precios han pegado “un salto enorme» hacia arriba y contrastar o combatir este problema de nivel de precios es aún más complejo que combatir el problema de la volatilidad.
Para ello, Europa está en estos momentos planteándose distintas medidas para poder afectar este nivel de precios en los mercados eléctricos. Desde medidas de control y corrección de la demanda para que la demanda, por lo menos en los momentos pico del día, no tire tanto como ha tirado en el pasado. “O meter un poco el efecto que haría una contratación a plazo a través de poner caps en los precios de lo que son las energías inframarginales para que quede únicamente en lo que son la energía marginal y la demanda que llega en último momento y que necesita del ajuste de los ciclos combinados, la que soporte la variación del precio del gas”, ha especificado.
Por otro lado, también poner medidas de ayuda a los consumidores finales, sobre todo a los vulnerables. O incluso volver a tarifas finales de consumo reguladas para determinados tramos del consumo son temas que, según Lasheras, vamos a ver en Europa próximamente. Es más, ha señalado que, de hecho, se están discutiendo ya medidas para mitigar un poco este impacto en los mercados de la electricidad de lo que está ocurriendo con el precio del gas.
“Y, en todo caso, a medio plazo yo creo que no hay otra solución que moderar la incertidumbre actual y generar un esquema, sobre todo de cara a la transición energética, que de una manera conjunta para las renovables, para el gas, para el carbón, incluso para las nucleares plantee un horizonte relativamente estable que podamos recuperar esta visión de medio plazo que es imprescindible para la promoción de la contratación a plazo y para mitigar la volatilidad de los mercados a corto”.
La regulación, pieza clave
Ante un movimiento tan fuerte el sector eléctrico, empiezan a surgir una serie de demandas sociales y políticas que son muy inmediatas y que requieren una solución de corto plazo por parte de las instituciones políticas que a veces, como ha recordado Lasheras, “casan mal” con las soluciones regulatorias y con el ritmo que requiere un sector regulado.
En ese sentido, para él el ritmo regulatorio que hasta finales de 2021 se había observado de alguna manera se ve alterado por la irrupción de medidas, muchas veces de corto plazo y que requieren de una respuesta política inmediata. «Y que afectan también muchas veces, no siempre positivamente, a lo que son las instituciones que ponen en marcha y que funcionan mediante una regulación pausada”.
Por ejemplo, este verano en Europa los organismos regulatorios, tanto ACER, que es la Agencia de Cooperación de los Reguladores Energéticos, como CEER, que es el Conglomerado de Reguladores Energéticos, han puesto conjuntamente una consulta pública para ver cómo fortalecer los mercados eléctricos a plazo en Europa.
“La consulta pública -ha explicado- marca un conjunto de medidas que son más de medio que de corto plazo. Por ejemplo, reforzar los mecanismos de contratación a plazo en las distintas áreas de precio, en los distintos mercados de balance y spot europeos. Y sobre todo y lo más interesante, pone en relación con la contratación a plazo los plazos con los que se asigna capacidad en los mecanismos de interconexión que normalmente no ven más allá de un año”.
De este modo, para contratar a cinco a diez años harían falta horizontes de asignación de mecanismos de capacidad en las interconexiones de mayor plazo. Pero todo esto no va a solucionar los problemas sociales inmediatos que para el consultor doméstico, ha asegurado. Para la industria y para el sector eléctrico se plantean estos movimientos tan fuertes en los mercados de energía, y en particular de gas y de electricidad.
La excepcionalidad ibérica
Sobre el caso español, la “excepcionalidad ibérica”, no obstante, habría que mantener un poco “la cabeza fría y, con independencia de las medidas de corto plazo que se vayan poniendo y que serán más o menos efectivas, por ejemplo, la que se ha tomado acogiéndose a la excepcionalidad ibérica de controlar y subvencionar los precios del gas a través de un mecanismo que hace que las ofertas en el mercado eléctrico vayan a un precio que está regulado o que está fijado administrativamente, es una medida que puede tener o que está teniendo un impacto sobre la inflación a corto”.
Pero, por otra parte, como se señala en Europa, esto incentiva el consumo del gas y además traslada determinadas rentas de unos consumidores a otros porque en la medida en la que la energía se exporte, los consumidores franceses o portugueses se estarán beneficiando de este mecanismo mediante rentas que se extraen de los pagos que hace el consumidor español.
“Esto puede tener un efecto a corto plazo, pero a medio no parece que sea una solución que resulte muy estable. Hay distintos mecanismos, pero todo esto no es inmediato. Hay que discutirlo en un ambiente de un relativo sosiego y con participación de todo el mundo”, ha recalcado Lasheras.
Los consumidores: situación de España
Por último, Lasheras ha señalado que en el 2021, España ha estado en línea con lo esperado; es decir, en torno a comportamiento, según Eurostat, de los precios medios en Europa.
«En el segundo semestre, lo que se observa es un salto hacia arriba, que habrá que ver lo que ha ocurrido en el 22 también pero que probablemente se haya mantenido. Entonces, esta es la diferencia que marca de alguna manera una nueva problemática a finales del 2021, y ya de cara al 22, en línea de lo que estaba comentando. Cuando ya nos enfrentamos a estos niveles de precios lo importante es que la señal de muy corto plazo se vea compensada por una señal de coste de las inversiones a medio y largo plazo”, ha destacado.
Según él, España hasta ahora ha ido haciendo sus tareas en lo que es la transición energética avanzando en la inversión en renovables. Y espera que esto siga. Aunque para ello va a ser fundamental que no solo en España, sino Europa en general, avance en las reformas de la regulación y de los mercados; “que sean capaces de trasladar a la sociedad esta visión de medio plazo; y se generen estas expectativas relativamente estables para que el proceso de inversión no solo no se detenga, sino que avance al ritmo que exige el acelerar la transición energético”.