El filósofo y científico argentino Mario Bunge ha fallecido este martes a los 100 años en Montreal (Canadá), donde residía desde 1966. Nada escapó de la crítica del también físico: ni el psicoanálisis, ni la homeopatía, que calificó de pseudociencias, tampoco corrientes filosóficas como el existencialismo o el posmodernismo. Bunge, quien publicó más de 500 artículos y más de un centenar de libros, es uno de los científicos hispanohablantes más citados de la historia.
El humanista nacido en Florida Este, en la provincia de Buenos Aires, en 1919, defendió el pensamiento como arma para conocer y mejorar el mundo. “Yo no creo, como creía (el filósofo francés Michel) Foucault, que la ciencia sea un arma política. Los científicos no se proponen alcanzar el poder, sino conocer. Politizar la ciencia es distorsionarla”, dijo en una entrevista con la Agencia Sinc hace seis años.
Hijo de un médico y político socialista y de una enfermera alemana, el autor de La ciencia, su método y su filosofía (1960) vivió casi toda su vida en Argentina bajo una dictadura militar y por su oposición al régimen pasó un tiempo en la cárcel. Estaba casado con la matemática italiana Marta Cavallo y tenía cuatro hijos.
El filósofo, reconocido con el Premio Príncipe de Asturias de Humanidades y Comunicación en 1982 por la influencia internacional de sus teorías, fue profesor en la Universidad Nacional de La Plata, y en la de Buenos Aires (UBA). Actualmente era profesor de lógica y metafísica en la Universidad McGill ( Montreal), donde impartió clase desde su llegada. En 1938 participó, con menos de 20 años, en la fundación de la Universidad Obrera Argentina, clausurada por Perón en 1943 (centro que precedió a la Universidad Obrera Nacional).
En su artículo “Elogio del cientificismo”, que forma parte de un libro que lleva el mismo título, publicado en 2017, recopilado por Gabriel Andrade y editado por Laetoli, Bunge asegura que la vía científica “es la que mejor conduce a verdades objetivas o impersonales porque se adecúa tanto al mundo como a nuestro aparato cognitivo”.
Y es que el también autor de Ciencia, técnica y desarrollo, obra en la que se muestra a favor de la ciencia y la técnica como motores de la sociedad moderna, era un fiel defensor de la verdad. “La verdad no es una construcción social como pretenden los posmodernos. Existe la verdad objetiva y sin ella no podríamos vivir una hora”.
Bunge creía también que la ciencia necesita a la filosofía. De hecho, en su libro de ocho volúmenes Tratado de Filosofía Básica explica que la ciencia no se hace en un vacío filosófico sino en una matriz que incluye distintas posiciones como el realismo, el materialismo, el sistemismo y el humanismo.
Era defensor de “una sociedad socialista auténtica”, que no es más que una ampliación de la democracia política en la que hay igualdad de sexos, de razas y de grupos étnicos. “Una democracia económica alcanzable mediante las cooperativas; una democracia política, con acceso al poder por medios limpios, sin cabildeos que trabajen en función de los intereses particulares. Y una democracia cultural, con educación para todos”, aseguró en la misma entrevista.
Bunge, quien criticó a los populismos de derecha, consideró que la filosofía estaba en decadencia “debido a la invasión de charlatanes como Foucault, Deleuze, De Man, y otra gente que se inspira en Nietzsche y Heidegger”.