Las mujeres de la región mediterránea se han enfrentado a la pandemia en condiciones particularmente duras. Han liderado el frente de la salud con un 79% de enfermeras. A pesar de sus múltiples responsabilidades, las mujeres en la región tienen las tasas más bajas de participación en la economía y fuerza laboral del mundo.
En la etapa post COVID-19, las mujeres pueden marcar la diferencia en el proceso de recuperación y apostar por un nuevo modelo de desarrollo. Ahora es el momento para que ocupen el lugar que les corresponde en la economía, en los puestos de liderazgo en la región, de y que actúen como el motor del cambio y recuperación.
La integración de las mujeres en la economía en la región mediterránea sigue siendo una asignatura pendiente, a pesar de los progresos en algunos países. Lamentablemente la renta per cápita sigue siendo de las más bajas, la pobreza continúa afectando a amplias partes de esta región y la coyuntura internacional ya no es tan favorable como en el pasado.
La mitad de la población mundial en edad de trabajar son mujeres, el 50% de ellas en sectores empresariales frente al 80% de hombres. Se estima una pérdida de riqueza debido a la brecha de género del 10% del PIB en las economías avanzadas y de más del 30% en la región Mediterránea.
Las cifras son abrumadoras: solamente el 49,2% de la población en la parte sur y oriental del Mediterráneo participa en el mercado laboral en comparación con el 63,5% a nivel mundial. De estas cifras, tan solo el 30% son mujeres, alcanzando el paro femenino el 41% en mujeres jóvenes. El desempleo entre graduadas llega al 45% y, pese a que ahora existe un mayor acceso a la educación, todavía están excluidas. En realidad, aumentar la participación de la mujer añadiría un 47% al PIB en la próxima década.
Se trata de una baja tasa de participación en la economía del sur del mediterráneo, con tan solo un 16%, mientras que el promedio mundial es del 33%. Ello implica una triple pérdida en capital humano, en crecimiento y en igualdad social. Con la participación de la mujer en el trabajo se aumenta la clase media y se reducen las desigualdades sociales y de género.
Incorporar a las mujeres es una necesidad que condiciona el éxito o el fracaso del desarrollo económico y social de toda la región. En el proceso de integración mediterránea, es preciso conseguir el equilibrio de género y la igualdad de oportunidades. Hay que disponer de estrategias a largo plazo con programas específicos, ya que el apoyo a las mujeres podría añadir 12 billones de dólares al PIB mundial para el año 2025.
Alentar a las mujeres a emprender y aumentar el número de emprendedoras garantiza ganancias económicas y acelera la igualdad. Se trata de diversidad e inclusión, no de mujeres versus hombres. Se trata de un equilibrio que contribuya a una toma de decisiones mejor informada. La mujer tiene el potencial para ser un contribuyente al crecimiento económico.
Hay mucho en juego. Muchas dificultades se podrían evitar facilitando las condiciones para promover su papel en la economía, eliminando los obstáculos reales para que las mujeres asciendan en el escalafón corporativo, ofreciendo igualdad de oportunidades en retribuciones y ascenso, y no encasillando a las mujeres en cargos determinados.
Las desigualdades que afectan a las mujeres en el sector empresarial tienen, entre otras causas, las normas culturales, el apoyo insuficiente a las empresas lideradas por mujeres, la falta de marcos políticos que aborden la brecha de género, y el reto de equilibrar las responsabilidades familiares con el trabajo.
Pero las mujeres emprendedoras constituyen una realidad cada vez más consolidada y presente en el mediterráneo, y su papel es clave para alcanzar los objetivos de integración regional. Las mujeres comparten una tradición de cooperación, pueden aprovechar su fuerza para crear nuevos escenarios, compartir sus experiencias y establecer relaciones empresariales.
Es preciso aprovechar la creatividad y potencial de las mujeres. Se les debe dar el apoyo, la oportunidad y la libertad para que puedan realizar su contribución. Aferrarse a las tradiciones obsoletas es cómodo, pero puede matar el genio de la innovación. El cambio es inevitable y puede ser enriquecedor si todos participan y se abren a las ideas y puntos de vista de los otros.
La participación de las mujeres en la economía es una prioridad y un imperativo debido a su impacto positivo para impulsar el crecimiento económico. Con su contribución podemos reducir las desigualdades sociales porque la prosperidad es interdependiente de la inclusión. También del hecho de que ningún emprendimiento es sostenible si no incorpora y refleja a su sociedad.
Es imposible avanzar en la región sin construir juntos una sociedad basada en la igualdad de oportunidades o sin asegurar la participación de las mujeres en el desarrollo económico y empresarial. Las mujeres son actores importantes para la creación de empresas y cuentan con una ventaja competitiva: son innovadoras que creen nuevas soluciones para mejorar la vida de las personas. Su impacto en la sociedad puede ser determinante y clave para el desarrollo y la recuperación en esta etapa post COVID-19. Sin ellas es imposible avanzar, ya que son socias en las evoluciones y revoluciones, como lo son en la sociedad.