Merecía la pena esperar al resultado de la final del Grand Slam de Australia porque Rafael Nadal siempre es el ganador gane o pierda, cosa que en el deporte no es nada habitual. Tan poco habitual como que un jugador vaya perdiendo dos sets y en el tercero pase por algunas dificultades y acabe ganando el partido en contra de lo que decían las predicciones realizadas por los algoritmos de un software. Las recuperaciones de Nadal, muy probablemente facilitadas por elementos innovadores de la medicina deportiva en este caso, la fuerza mental y la voluntad de la persona nos han dado un gran ejemplo de lo necesaria que es la innovación.
Los valores del gran tenista español son similares, por no decir iguales, a los de los grandes innovadores de la historia: ideas, voluntad, trabajo, esfuerzo, asumir los fracasos, capacidad de volver a empezar o modificar entrenamientos (o negocios, en los casos de empresarios).
En una información que publicamos en Innovaspain, Toni Nadal, que fue su entrenador durante muchos años, recordaba los valores que asemejan el tenis con la empresa, que empieza: “El objetivo, decía, no era ganar, sino avanzar y mejorar”.
Es una premisa importante para iniciar un proyecto que, en el caso de Rafa Nadal, desembocó en su primer Grand Slam, ganado en 2005. Va a hacer en mayo 17 años, más o menos cuando otros jóvenes estaban empezando lo que luego serían las grandes empresas que lideran hoy todos los rankings a nivel mundial.
La cercanía del tenista al ecosistema innovador le llevó a fundar su Rafael Nadal Academy by Movistar para después, ya en 2016, presentar su alianza con Telefónica Open Future y la primera convocatoria para encontrar startups para la citada escuela. De hecho, la experiencia fue un éxito: se presentaron más de 160 startups de los cinco continentes; es decir, que no es una experiencia menor y pone de manifiesto la importancia del deporte en general y la educación adecuada, como catalizador de innovaciones.
A estas alturas, detrás del deporte de élite hay todo un mundo donde se juntan investigaciones y desarrollos en campos tan dispares como la medicina o la fabricación de zapatillas o prendas de vestir para el ejercicio de cualquier deporte y no solo el tenis. La experiencia no deja de ser curiosa, porque es una aventura empresarial nada fácil y bastante novedosa y que puede ser un ejemplo para la práctica de otros deportes.
Es por eso por lo que el triunfo de Rafa Nadal tiene una proyección especial. Su nombre ya no es solo una referencia histórica en el mundo del tenis y, por supuesto, en el ámbito nacional. Ya lo es, pero lo será más como referencia de superación ante adversidades, y su capacidad de arrastre será un catalizador de muchas nuevas facetas. Y no solo deportivas: las lecciones que podemos sacar de Rafael Nadal tendrán eco para ambientes que nada tienen que ver.
Cuando escribo estas líneas, alguien en Linkedin reflexionaba sobre las posibilidades que le daba un software y abría el debate sobre cómo puede medir la IA la capacidad de alguien para sobreponerse a una lesión, jugar un torneo realmente duro, con algún partido en el que sufrió un desfallecimiento y en una final en la que perdía por dos sets con situación comprometida en el tercero y era capaz de conseguir ese y los dos siguientes y ganar el partido que le daba, por el momento, la realidad de ser el primer hombre en conquistar 21 Grans Slam en la historia del tenis.