Catherine Tallon-Baudry, investigadora de la Escuela Normal Superior de París, detalla en un artículo publicado en Nature Neuroscience cómo el corazón interviene en nuestras percepciones. Un trabajo de la Universidad de Stanford liderado por el doctor Kevin Yackle y publicado en Science, establece el vínculo entre la respiración y las áreas cerebrales responsables de la atención, la memoria y las emociones. Por su parte, John Cryan, investigador principal del APC Microbiome Institute de Cork (Irlanda) atribuye a la microbiota intestinal un papel protagónico en el crecimiento neuronal, y por tanto en el aprendizaje y el estado de ánimo. Estos y otros sólidos ejemplos son expuestos en un lenguaje para todos los públicos por Nazareth Castellanos en su nuevo libro, ‘Neurociencia del Cuerpo’ (Kairós).
Al igual que los investigadores citados, la directora de Investigación del laboratorio Nirakara y cátedra extraordinaria de Mindfulness y ciencias cognitivas de la Universidad Complutense de Madrid, es parte de un cambio de paradigma en el abordaje científico de las conexiones mente-cuerpo. “Nos habíamos olvidado durante demasiado tiempo de la relación directa entre el cerebro y el resto del organismo. He querido llevar a la sociedad las evidencias que ya manejamos en la comunidad médico-científica”, explica Castellanos al otro lado del teléfono.
Lo ha hecho con un riguroso trabajo investigador revestido con la síntesis de publicaciones validadas y muy referenciadas. Por ejemplo, en las páginas del libro, la autora trata de hacernos ver que el cuerpo es imprescindible para comprender los vericuetos de la salud mental y sus cuidados. “Si no conocemos el organismo, difícilmente haremos un abordaje correcto de la salud metal”.
Un nuevo escenario
Inicialmente, la ciencia recibía este tipo de planteamientos con rechazo. “Eran interpretados como ataques frontales al cerebro-centrismo. Por fortuna, hoy ya contamos con una masa crítica de aceptación que deja poco espacio para las dudas”. A ello ha contribuido notablemente las tesis del prestigioso neurocientífico portugués António Damásio. “En su obra invita a rendirse a la evidencia: la mente está distribuida por todo el cuerpo, no vive encerrada en el cerebro. A partir de este punto, son miles las preguntas que habrá que responder”.
El progreso tecnológico también ha ayudado a llevar más lejos estos planteamientos. “Pensemos en lo que sería capaz de hacer Ramón y Cajal con las máquinas de hoy. Manejamos una tecnología muy sofisticada. Es inimaginable hasta dónde llegará dentro de 50 o 100 años…” Pero Nazareth Castellanos insiste en que, a las limitaciones técnicas del pasado, había que sumar una total falta de miras para negar, por ejemplo, que el Alzhéimer es una enfermedad que va mucho más allá de lo neuronal. “Sabemos que la microbiota intestinal y oral influye en el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas”.
Volver al origen
Pero la biología humanista ya estaba presente en los orígenes de la medicina occidental. El libro atiende a estos episodios históricos. “La medicina griega, pilar de la medicina occidental, con Hipócrates o Galeno de Pérgamo, adoptó una visión integral de la medicina. Sus postulados se mantuvieron vigentes a lo largo de 1.200 años. Después llegamos al tiempo de Descartes, a una medicina más estadística, capaz de desentrañar los mecanismos de los sistemas circulatorio o cardiorespiratorio. Comienza a individualizarse el funcionamiento de cada órgano. El cuerpo se fragmenta”.
La investigadora afirma que es entonces cuando gana terreno la idea por la que el cerebro es el asiento exclusivo de la emoción, el pensamiento o la conducta. “El mecanicismo aisló cada sistema corporal. Es obvio que permitió la especialización y que ganamos un conocimiento valioso. Actualmente hemos regresado a aquella mirada integral de los pioneros: somos mas que la suma de las partes”.
Desmontar prejuicios
En ‘Neurociencia del cuerpo’, Nazareth Castellanos también explica los beneficios de prácticas hoy generalizadas, pero durante mucho tiempo castigadas por el prejuicio. “Muchos piensan que la meditación es una exclusiva del budismo. Todas las religiones, incluido el cristianismo, incluyen técnicas meditativas, de contemplación de uno mismo. Ya era una realidad en el Templo de Delfos, no hacía falta viajar a Nepal o al Tíbet”.
“Lo espiritual se ha ganado el respaldo de la ciencia con evidencias. En Estado Unidos sin estudiados sus efectos sobre la mente desde principios de los años 70. Nadie del mundo académico rechaza ya la meditación. De hecho, Harvard es uno de los estandartes de la medicina preventiva”, detalla Castellanos.
Dieta y mente
En un reciente artículo, los investigadores de la Universidad de Almería Carmen Noguera Cuenca y José Manuel Cimadevilla, exponían que la sobrealimentación nos hace más torpes y que la restricción calórica mejora la memoria. “Está claro que ciertas modificaciones en la dieta y en los hábitos alimentarios están relacionadas con mayores índices de evaluación cognitiva, mejor capacidad de aprendizaje, más fluidez verbal o un incremento en nuestras habilidades aeroespaciales”, señala Castellanos.
“Si adecuamos la dieta a cada persona, podemos favorecer el cerebro y potenciar ciertas funciones”. Pero la investigadora lanza una advertencia: “Antes de lanzarse a un cambio en la alimentación, más o menos radical, lo mejor es ponerse en manos de un experto. No es un mito que existan tantas dietas como personas y si omitimos la ayuda profesional podemos hacernos mucho daño. Todo repercute en la biología”.
Calado y vocación
Que el cambio de chip empieza a calar en la sociedad es palpable en los cursos y encuentros organizados por Castellanos. “La sociedad ha cambiado. Existe un interés por el bienestar, por explorar nuevas dimensiones del cuidado. Los centros de meditación han proliferado porque la gente no es tonta y siente el beneficio directo. Hay modas que enseguida decaen, pero no es el caso”.
Licenciada en Física teórica y doctora en Medicina (Neurociencia) por la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), la vocación científica de Nazareth Castellanos se nutrió de distintas fuentes. De niña sentía una curiosidad innata por el funcionamiento de los procesos. A la física llegó desde su fascinación por la biología.
Para entender su dedicación actual hay que viajar a la consulta de un dentista una tarde cualquiera. “Casi de casualidad leí una entrevista con el neurocientífico Javier de Felipe en la que avanzaba el cambio hacia lo multidisciplinar en el estudio del cerebro. Estaba en tercero de físicas, sumergida en el estudio de los campos electromagnéticos. Me presenté en su despacho y me ofrecí a colaborar. De los primeros pasos en el laboratorio con una beca, acabé por firmar mi primer artículo científico junto al propio De Felipe. Fue todo un regalo. A partir de ahí, todo cambio en mi trayectoria”.