Seguimiento ocular, sudoración de la piel, ritmo cardíaco… Todo sirve para mejorar las notas de los alumnos universitarios, siempre y cuando esté relacionado con la neurología. Así ocurre en Neuroedulab, el primer laboratorio de neuroeducación de España, que desde Alcoy permite la monitorización del rendimiento del alumnado con el objetivo de mejorar su aprendizaje y asimilar de forma óptima nuevos conocimientos.
David Juárez, coordinador del Neuroedulab e investigador del Macom Research Lab de la UPV -universidad desarrolladora del proyecto-, cuenta que lo que preparan y lo que investigan en este laboratorio de neuroeducación es, básicamente, la medición de las metodologías activas de aprendizaje y ver el valor que tiene a nivel de activación cerebral, a nivel de métricas cerebrales de los alumnos.
“Lo que hacemos -explica- es monitorizar a los alumnos para mejorar su rendimiento, mientras los profesores, los docentes, emplean diferentes metodologías de aprendizaje activo para poder comparar esto con lo que sería la clase magistral tradicional”.
Neuroedulab cuenta para ello con varias tecnologías para llevar a cabo este seguimiento: equipos de electroencefalografía, respuesta electrodérmica de la piel, reconocimiento de emociones a través de la codificación facial, ritmo cardiaco y seguimiento de la atracción visual del estudiante universitario.
Para qué sirven esas tecnologías
El mismo Juárez señala que, por ejemplo, en Neuroedulab, la respuesta electrodérmica o galvánica de la piel (también conocida como GSR) es la que proporciona los valores de intensidad emocional; “la electroencefalografía, la que nos da métricas de rendimiento cerebral, como es la atención, el nivel de interés, el nivel de conexión emocional con el profesor o con la materia, los niveles de relajación o de estrés… Es decir, todo aquello que nos ayuda a entender si la metodología está funcionando mirando o no”.
Y continúa citando: “También contamos con eye tracking para saber si el alumno está mirando la pizarra, está mirando una diapositiva, al profesor, los apuntes, etcétera. Es decir, combinamos diferentes biometrías, eye tracking, respuesta galvánica de la piel y electroencefalografía para, de esa manera, poder monitorizar todas las metodologías activas de aprendizaje.
¿Y funciona?
¿Cómo puede mejorar esto el rendimiento del alumnado? “Pues podemos establecer como una especie de ranking en el cual valoramos cada metodología con qué métrica cerebral mejora. Si es el interés, si es el nivel de atención, si es el nivel de conexión emocional, etcétera. Tanto a nivel individual como trabajo en grupo. Y esto lo podemos clasificar”, asegura Juárez.
A su vez, también el propósito de Neuroedulab es determinar en qué orden se podrían ir combinando dichas metodologías: desde partir de una clase magistral -una base de conocimiento-, a ejecutar una gamificación en el aula. “Pasando por una dinámica de grupo, después una píldora de formación en formato lección magistral, luego pasar a un roleplay, etcétera”, apunta.
Es decir, según él, ver cuáles son las posibles combinaciones de las diferentes metodologías para “que mantengamos altísimos niveles de atención, interés y conexión emocional por parte del alumnado, lo cual ayudará a mejorar su rendimiento y su capacidad de memoria".