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«Si no utilizamos bien el cerebro, nuestra especie se extinguirá»

La pediatra Elena Bermúdez de Castro acaba de publicar «Pequeños pasos», con su padre, codirector de Atapuerca
La pediatra Elena Bermúdez de Castro, junto a su padre, José María, codirector del yacimiento de Atapuerca

Elena Bermúdez de Castro, pediatra, acaba de publicar, “Pequeños pasos. Creciendo desde la Prehistoria” (Crítica). Lo ha escrito junto con su José María Bermúdez, codirector de los Yacimientos de Atapuerca.  Padre e hija, nos muestran en este interesante libro cómo especialidades que a priori pueden parecernos tan diferentes, como la paleoantropología y la pediatría, en realidad tienen mucho en común.

El libro hace un completo recorrido por la evolución del ser humano: el parto, que tuvo que adaptarse al tamaño de nuestro cerebro, en comparación con el de los chimpancés o con los primeros Homo sapiens; la lactancia, los diferentes métodos de alimentación para los niños una vez llega el destete. Las consecuencias de la obligada reincorporación de la madre al mercado laboral, cada vez más temprana, para no quedarse rezagada en el trabajo, la educación, los problemas de la adolescencia….

“Seis millones de años nos separan de nuestros parientes más lejanos y la brecha tecnológica es inmensa. Sin embargo, la distancia genética entre ellos y nosotros es mínima. Por este motivo, podremos encontrar diferencias llamativas en el crecimiento y en el desarrollo, pero seguramente nos veamos reflejados en algunos aspectos del comportamiento de nuestros ancestros. Seguimos siendo territoriales, jerárquicos, tribales y un largo etcétera que heredamos de nuestro ancestro común con los chimpancés”, explican en el libro.

Licenciada en Medicina en 2006 por la Universidad Autónoma de Madrid, Elena Bermúdez de Castro se especializó en pediatría en el hospital La Paz, donde se interesó especialmente por la endocrinología infantil. Desde 2012 es asesora médica de la Asociación Española de Síndrome de Beckwith-Wiedemann. Actualmente es pediatra de atención primaria en Parla. Este es su primer libro de divulgación. Con ella ha hablado Innovaspain.

¿Cómo surge la idea de escribir este libro?

De las conversaciones con mi padre en la sobremesa de las comidas en familia. Cada uno hablaba de su especialidad y nos dimos cuenta de que había cosas en común. Así surgió la idea del libro. Son dos especialidades diferentes, pero se parecen en muchos temas, que tratamos ambos desde distintos puntos de vista. La pediatría lo aborda con un enfoque más dinámico y la paleontología de manera más concreta y puntual.

Le dais mucha importancia al tipo de alimentación. ¿Como se sabe que comían nuestros antepasados?

Se estudian los dientes y con eso pueden averiguar el tipo de alimentación. Así se ha comprobado que tenían una lactancia materna que duraba hasta los 4 o 5 años como ocurre con los chimpancés. También en la actualidad, en poblaciones con caza y recolección, la edad de destete se retrasa. En la actualidad el periodo de lactancia materna ha ido disminuyendo y ahora se recomienda mantenerla como mínimo hasta los seis meses de forma exclusiva, y complementarla la lactancia con otros alimentos hasta los dos años.

Son conocidas las ventajas de la lactancia materna, pero ¿qué papel juega en el cerebro de los bebés prematuros?

La leche materna está preparada para cada caso. Sale a la temperatura correcta, no contamina, tiene todos los nutrientes necesarios para que crezca y se desarrolle, y factores inmunológicos de defensa que permiten protegerle, como una especie de vacuna natural. En los prematuros, en concreto, el desarrollo puede ser mejor que los que toman biberón, y esto se ve a largo plazo. Nacen antes de tiempo, pesan menos de lo normal y necesitan más calorías y la leche de la madre se adapta a ellos hasta que recupere el peso. Y todas esas defensas que lleva la leche les protegen frente a las enfermedades de más riesgo, como la enterocolitis necrotizante.

¿Qué papel ha tenido la alimentación en el desarrollo del cerebro, que nos ha hecho diferenciarnos tanto cognitivamente de otros primates, como los chimpancés?

Ahora encontramos todo tipo de alimentos que nos hacen desarrollarnos correctamente, en el libro vemos cómo algunos favorecieron el desarrollo del cerebro. Uno de ellos, un ácido graso esencial poliinsaturado de la serie omega-3, el ácido docosahexaenoico (DHA) que interviene en la formación de la vaina de mielina que rodea los axones de las neuronas, los nervios y las hace más eficientes para conducir los impulsos nerviosos. Cuando nuestros empezaron a tomar este alimento procedente de los pescados azules, algas y frutos secos, el cerebro empezó a crecer y se hizo más complejo. Hay muchos estudios sobre este lípido que juega papel importante en trastornos tan frecuentes hoy en día como el déficit de atención e hiperacitividad (TDAH) o la enfermedad de Alzheimer.

Nuestro genoma es muy parecido al de los chimpancés, pero hay grandes diferencias, ¿dónde está la clave?

Nuestro cerebro tiene una característica muy importante. Crece poco durante muchos años, es muy flexible y está influido por muchos factores ambientales. Si al cerebro de un niño tan flexible le sometemos a alimentos negativos, guerra, agresividad, su potencialidad van a disminuir, sin embargo, si son positivos, conseguiremos un cerebro con su máximo potencial.

¿Cómo se consiguió compatibilizar crecimiento del cerebro con el tamaño del canal del parto a lo largo de la evolución?

Consiguiendo que el cerebro del recién nacido en el momento del parto sea más pequeño en comparación con el de otros simios, y que posteriormente crezca durante más tiempo. Así el tamaño de la cabeza se pudo adaptar al de la pelvis de la madre. El tamaño de la pelvis cambió al caminar erguido. Para nuestros antepasados cuadrúpedos el parto era más fácil, pero con la bipedestación empezaron a surgir problemas obstétricos, y lo hemos solucionado con un cerebro más inmaduro en el momento del nacimiento que crecen durante más tiempo. A cambio somos más vulnerables en esa etapa de la vida. Un recién nacido es totalmente dependiente, y no empezamos a caminar hasta los 12 meses de forma torpe. Por el contrario, el cerebro de un chimpancé recién nacido es más grande y avanzado.

¿Y eso que consecuencias ha tenido en nuestra especie?

Lo que hemos conseguido es incorporar la niñez, para permitir al cerebro crecer durante más tiempo y que tengamos más posibilidades de aprender. Hasta dos años se extiende el periodo de lactancia, de 2 a 7 años la niñez, etapa en la que el cerebro crece y madura y hay mucho tiempo para aprender. En la actualidad, al reducir la lactancia, hemos conseguido que la madre pueda volver a ovular antes de tiempo, porque durante la lactancia se inhibe la ovulación. Esto permite que nuevos embarazos y facilita la continuación de la especie.

Hablaba de nuestra etapa como cuadrúpedos. La representación de las manos ocupa una gran superficie del cerebro. ¿Qué importancia han tenido en nuestra evolución?

Cuando éramos cuadrúpedos necesitábamos las manos para caminar, al liberar las manos tuvimos libertad para usar herramientas, lo que supuso una ventaja importante, la más llamativa es el cambio que produjo en el tamaño del cerebro y su estructura, que nos facilita mayor inteligencia. Las manos nos han ayudado a evolucionar. Incluso ahora, a nosotros mismos, porque con las nuevas tecnologías las usamos mucho, son una herramienta básica.

Ahora hay muchas modas en alimentación, restringiendo alimentos, eliminando la carne… O en el extremo opuesto, comiendo demasiado. ¿Estamos preparados para eso? ¿Cómo era la alimentación de nuestros antepasados?

Nuestros antepasados sabemos que eran omnívoros, comían todo tipo de alimentos, pero en función de dónde vivieran tenían acceso a unos u otros. Ahora podemos acceder a todo tipo de alimentos, y esto lo consideramos como una ventaja evolutiva. Esto porque podemos comer de todo. Pero a veces se nos escapa de las manos y no supone ventajas, porque comemos en exceso y mal, somos más sedentarios. Esto favorece la obesidad. Y tenemos también el caso contrario, hacemos dietas muy restrictivas, y esto nos hace daño. Podemos pensar un poco en el pasado y ver que ellos no podían tener estas cosas y seguramente se escuchaban más a si mismos y sabían regularse en función del clima y de cada estación. Hay evidencias que nuestros antepasados usaban plantas, que reconocían aquellas que podían calmar el dolor o combatir una infección.

¿Y las dietas vegetarianas tienen sentido desde el punto de vista evolutivo?

Como decía, nuestros antepasados eran omnívoros por algo, y tomaban todo tipo de alimentos a su alcance para desarrollarse y sobrevivir. Ahora con todas estas modas y la influencia de la publicidad, se nos olvida que tenemos que comer de todo y si restringimos algunos alimentos, como en la dieta vegana estricta, por ejemplo, nos hacemos daño.

Y qué pasa con el consumo de carne. Ahora se restringe, pero jugó un papel importante en el desarrollo del cerebro, ¿no es así?

La carne ha ayudado a la evolución del cerebro. Nuestros antepasados pasaron de vivir en bosque llenos de árboles a las sabanas, con menos vegetación, y tuvieron que cambiar el tipo de alimentación, podía acceder a frutos semillas y también comer restos de animales. Cuando empezaron a comer más carne, su aparato digestivo evolucionó, se acorto, porque no es necesario que sea tan largo y complicado como el necesario para digerir vegetales. La energía que ahorramos con este cambio en la alimentación se dedicó a aumentar el tamaño del cerebro y la inteligencia. Cuando decidimos no comer carne tenemos que saber que contiene nutrientes como la vitamina B12 difíciles de sustituir y que es muy importante para el sistema nervioso.

¿Cómo seguirá evolucionando nuestro cerebro?

Tenemos un cerebro muy complejo con muchas posibilidades. Seguramente iremos en el futuro a utilizarlo de forma más eficiente y compleja. Pero si no lo utilizamos bien nuestra especie se acabará.