Después de estudiar Biología en la Universidad de Alcalá de Henares, Noemí López, que entonces “no tenía vocación investigadora de ningún tipo”, tomó la que considera fue la mejor decisión de su vida. “Durante la carrera, la asignatura que más me gustó fue Antropología Física, por lo que decidí hacer un máster en esa disciplina. Me permitió coincidir con la Dra. María Dolores Marrodán, una profesora maravillosa de la Universidad Complutense”.
López siempre había odiado las matemáticas y no tenía en mente la posibilidad del doctorado, pero descubrió con Marrodán la complejidad biológica y cultural que entraña el estado nutricional de las poblaciones humanas. “Comprendí que la estadística es la lupa que permite sacar a la luz realidades ocultas tras los datos”. En la Complutense cursa el doctorado. Durante la tesis hizo varias estancias en México, en varios centros focalizados en la malnutrición y la obesidad infantil.
Desde 2018 compagina la docencia con su trabajo como técnica de investigación del programa ICCM-PROJECT de Acción contra el Hambre. La iniciativa tiene como objetivo principal reducir al máximo la desnutrición severa infantil en varios países. Para ello el proyecto otorga un protagonismo inédito a los Agentes de Salud Comunitaria, en su mayoría mujeres, que han sumado el tratamiento de la malnutrición aguda a sus conocimientos anteriores, vinculados a otras patologías infecciosas y mortales como la diarrea, la malaria y las infecciones respiratorias.
Un problema con solución
La desnutrición aguda mata cada año a 3,1 millones de niños y niñas. Un 45 % de las muertes infantiles están relacionadas con la desnutrición. Desde Acción contra el Hambre apuntan que en la última década las cosas no han mejorado mucho. Hace diez años, sólo uno de cada diez niños tenía acceso al tratamiento adecuado para curarse. Actualmente, son dos de cada diez. “Todo ello, pese a que la desnutrición severa puede curarse. Un 97 % de los niños tratados salvan su vida”, añaden.
La primera semilla de ICCM-PROJECT es sembrada en 2014. El impulso parte de Saúl Guerrero, entonces director técnico de ACF Reino Unido; José Luis Álvarez, responsable de salud y nutrición también en Reino Unido; Frack Alé, epidemiólogo del equipo de Mali; y Pilar Charle, especialista de salud pública y referente para los países del Sahel en ACF-España.
Como explica Noemí López, hasta los primeros años del nuevo siglo, el tratamiento de la desnutrición aguda solo podía realizarse en hospitales. “Entonces empezó a implantarse el tratamiento ambulatorio gracias al desarrollo de nuevos alimentos terapéuticos. Sin embargo, pese a esta mejora, los datos reflejaban que sólo entre el 20 y el 40 % de los niños con malnutrición severa conseguían acceder al tratamiento, principalmente por vivir en aldeas remotas, lejos de los centros de salud”.
La investigadora señala que, de forma paralela, muchos países empezaron a potenciar la figura del Agente de Salud Comunitaria. “Son personas sin formación médica y, en general, con un bajo nivel de estudios, a los que enseñaron a tratar las enfermedades infecciosas más mortales en la infancia, cuyos efectos consiguieron reducir muy significativamente”.
Los «partners valientes» de Acción contra el Hambre
Los cuatro visionarios de Acción Contra el Hambre, con amplia experiencia sobre el terreno, vieron en los Agentes de Salud Comunitaria la ventana de oportunidad para alcanzar a ese 60% de niños malnutridos severos sin acceso a tratamiento. La prueba piloto de ICCM-PROJECT se lleva a cabo en Mali y Pakistán, junto a la dirección de nutrición del Ministerio de Salud de ambos países.
“Son dos de los países en los que trabaja la red de Acción Contra el Hambre y, en ese momento, se daban las circunstancias para su priorización”. López se refiere a la alta prevalencia de malnutrición aguda severa, una baja cobertura de tratamiento o a un sistema de agentes de salud comunitaria con cierta trayectoria. “Quizá lo más importante fue dar con unos partners valientes que supieron ver la potencialidad de esta intervención y apostaron por ello. Hablo de donantes, ministerios, universidades y centros de investigación locales, y, sobre todo, las comunidades”.
Resultados evidentes
Durante 12 meses compararon dos grupos de niños que siguieron el tratamiento contra la desnutrición aguda severa. Uno lo recibió en distintos centros de salud, y otro fue tratado por Agentes de Salud Comunitaria. Entre los primeros, la recuperación fue completa en el 88 % de los casos. En los segundos, este porcentaje ascendió hasta el 95 %.
Desde Acción contra el Hambre detallan otras ventajas ligadas al trabajo de los agentes. “Con ellos, la probabilidad de dejar el tratamiento es un 50 % menor. Los niños son atendidos de manera precoz, con menos complicaciones que en los centros de salud. Además, las familias usan la mitad de tiempo y gastan un tercio del dinero respecto al coste en los centros de salud”.
Agentes de Salud Comunitaria, la clave de ICCM-PROJECT
Noemí López detalla que los agentes de salud son supervisados periódicamente por los enfermeros de referencia en el centro de salud, a quienes reportan sus actividades mensuales y las necesidades de insumos médicos y nutricionales. También es a ellos a quienes deben referir aquellos casos con complicaciones que necesitan una atención especializada. Asimismo, los agentes deben coordinarse con los líderes comunitarios y otros grupos sociales relevantes dado que, otra parte importante de su trabajo, son las actividades de sensibilización y prevención.
“El papel de Acción Contra el Hambre es el de reforzar las capacidades a través de la formación, tanto de los agentes como del personal de los centros de salud”. La entidad facilita espacios de encuentro con la comunidad y potencia un sistema de supervisión formativa que permita asegurar la calidad de la intervención y su sostenibilidad en el tiempo.
Figura de referencia
El denominador común de todos los agentes de salud comunitarios es que deben ser personas elegidas y reconocidas por la propia comunidad. “Este es precisamente un aspecto clave que puede determinar el éxito o fracaso de una intervención de este tipo. Que el agente sea un propio vecino o vecina de la comunidad, no solo proporciona cercanía geográfica, también proximidad humana y empatía”, señala López.
El agente no solo habla la misma lengua local que las familias, sino que conoce de primera mano sus dificultades y preocupaciones, los recursos del entorno, etc. “Ante cualquier problema o duda, las familias se sienten con la confianza de acudir al agente, consultarle y hablar de temas que nunca podrían hablar con un médico o enfermero del centro de salud. Esto no solo facilita el seguimiento estrecho de los niños y niñas enfermos, sino también la transmisión de conocimiento que empodera a las familias y favorece la prevención en pequeños sanos. El reconocimiento de la comunidad supone una importante motivación para estos agentes que, en muchos casos, son voluntarios que no reciben un salario fijo”.
Apoyos extra
La investigadora cree que la salud de ICCM-PROJECT es buena. “Por suerte, los mayores avances vienen de los gobiernos. Tras cinco años, hemos podido replicarlo en otros países del Sahel como Níger y Mauritania. La evidencia científica generada ha permitido visibilizar la efectividad de esta intervención y eso ha atraído la atención de los gobiernos”.
El pasado junio, el equipo organizó un taller regional en Dakar para presentar los resultados y plantear una nueva estrategia para la zona de África del Oeste. Acudieron representantes públicos de Mali, Níger, Mauritania y Senegal. “Todos confirmaron que implantar este modelo de tratamiento comunitario sería una prioridad en sus planes de acción a partir de este año. En Mali, concretamente, ya se han cambiado las políticas para permitir que cualquier agente de salud del país pueda ser formado para tratar la malnutrición aguda”.
Despliegue adicional de Acción contra el Hambre
Sin salir de Mali, Acción contra el Hambre comenzó en 2019 la implantación de ICCM-PROJECT a mayor escala. “Abarcamos todos los centros y agentes de salud de la región de Kayes. Nuestro objetivo es consolidar el tratamiento comunitario en esta zona y replicar el escalado también en la región de Guidimakha, en Mauritania, y en la región de Mayahi, en Níger.
Un reto adicional que se han propuesto es probar este sistema de intervención en otros contextos de urgencia donde la inseguridad es mayor y el perfil de los agentes es diferente. “En estos casos, hemos diseñado un nuevo protocolo de tratamiento, adaptado a estas circunstancias especiales, y vamos a pilotarlo en tres de los países: Mali, Níger y Senegal”, concluye Noemí López.