Imaginemos por un momento que podemos cortar el edificio por la mitad, abrirlo como si de una casa de muñecas se tratara. ¿Qué veríamos entonces? Lo más probable es que encontremos a un grupo de emprendedores en el piso superior, el espacio coworking destinado a trabajar en todo tipo de proyectos
Justo abajo, en la planta intermedia, quizás se esté celebrando una jornada del programa Aula de Debate, dirigido a mejorar la oratoria de los alumnos de Secundaria. Es solo una posibilidad porque las actividades de formación aquí son constantes y varían según el momento. No se extrañen si hay una clase de jazz o un encuentro de abogados, quién sabe si algún curso de verano. Estén preparados para sorprenderse.
Pero no se entretengan; sigamos nuestro camino descendente para llegar al área que se despliega a nivel de calle. Lo llaman Ágora y acoge actividades de networking y mentorizaciones grupales. Es el momento de fijarse en ese encuentro con empresarios que está teniendo lugar al lado de la chimenea. Y aún no ha acabado nuestro recorrido, ya que en el subsuelo se encuentra el corazón cultural, el lugar en el que disfrutar de la última exposición itinerante que acoge el centro.
Todo esto no es más que un puñado de opciones, una combinación al azar, ya que el Observatorio Activo ‘Ávila 1.131’ es un edificio de una actividad desbordante conformado por espacios tan flexibles como vivos. Mirar dentro de él es parecido a echar un vistazo por un caleidoscopio, con todo tipo de colores y formas que cambian a cada segundo.
El centro recibe su nombre de la altura de la ciudad de Ávila, la capital más alta de España, y se ubica en pleno casco histórico de dicha localidad. Se trata de una iniciativa de la Fundación Tatiana Pérez de Guzmán el Bueno centrada en los campos de la conservación y divulgación del patrimonio histórico-artístico, la investigación científica, la juventud y el medio ambiente.
Allá por mayo de 2016 abrió sus puertas con el fin de “fomentar la ecología urbana y el desarrollo sostenible, a través del emprendimiento y la vida cultural”, según señala Teodoro Sánchez-Ávila Sánchez-Migallón, presidente de la citada Fundación. También destaca la buena acogida que el Observatorio ha tenido desde sus inicios, registrándose un total de 5.500 personas que participaron en algunas de las actividades durante los primeros seis meses de andadura.
PROGRAMA EMPRENDIMIENTO
Dentro de este maremágnum de trabajo efervescente, destaca el Programa de Emprendimiento 1.131 como uno de sus pilares. En la segunda edición, la de 2018, se han lanzado 14 startups (6 más que el año anterior) tras medio año de formación, más de 100 actividades de mentorización y 40 horas de reuniones con inversores y validadores. A esto hay que añadir los 36.000 euros que se han destinado a becas para impulsar la puesta en marchar de los proyectos.
“En este segundo curso la novedad ha sido la introducción, además del apartado general, de las categorías agroalimentaria y social”, afirma Raquel Mozo, coordinadora de 'Ávila 1.131' junto con Daniel García-Moreno. “Y hemos tenido como socios a la Universidad de Salamanca y al Instituto para la Competitividad Empresarial (ICE) de la Junta de Castilla y León”.
Ya están trabajando en un nueva edición, que traerá novedades y que se desarrollará de enero a junio de 2019. Se espera que el nivel sea igual o más elevado que el de este año, en el que han coincidido proyectos tan diversos como una empresa de fabricación de bebidas vegetales, otra dedicada a reproducir de forma natural y ecológica (usando la luz del sol) imágenes en las hojas de las plantas, o un nuevo producto de nutrición para deportistas.
ACTIVIDADES MEDIOAMBIENTALES Y EDUCATIVAS
Tatiana Pérez de Guzman el Bueno (1923-2012), la persona que da nombre a la fundación, decidió construir en vida una entidad que, tras su muerte, conservara unido el patrimonio familiar y lo hiciera rendir en beneficio de la sociedad. Además del fomento de la investigación científica y la formación de los jóvenes, uno de los pilares siempre ha sido el estudio y el cuidado de la naturaleza. Por eso las actividades medioambientales tienen tanta importancia en el ‘Ávila 1.131’.
Muchas de ellas se realizan en colaboración con los centros educativos, ya que, como señala García-Moreno, se quiere así “acercar a las nuevas generaciones el valor del cuidado del medio ambiente”. Un ejemplo son las charlas teóricas donde se da a conocer el patrimonio verde de la ciudad, que se complementan con visitas guiadas por distintos parques o por la ribera del río Adaja.
En la misma línea, se han realizado varias plantaciones simbólicas en la dehesa ‘La Serrota’, una de las dos fincas de la Fundación en la provincia de Ávila, junto con la de Garcipedro. Los alumnos, dirigidos por profesionales del sector forestal, ponen su granito de arena en la repoblación de este hábitat con pino silvestre y roble melojo.
Este apartado, por tanto, está muy vinculado al área educativo del Observatorio, el cual incluye el Aula Innova (alumnos de Primaria reciben formación sobre innovación y emprendimiento) y Aula Debate (se dota a los alumnos de Secundaria de estrategias para la implantación del debate y la oratoria como herramienta educativa).
PATRIMONIO HISTÓRICO-ARTÍSTICO
No hay que olvidar la actividad cultural del centro, un apartado en el que destaca la exposición de Agustín Ibarrola celebrada en 2017 con piezas de su última época (algunas inéditas). Y es que la colaboración con la naturaleza que plantea la obra del artista vasco tiene mucho en común con la visión de la Fundación sobre el desarrollo armónico de la dignidad de la persona en su medio ambiente.
En el año actual destaca la muestra ‘Reflejos y miradas’, en la cual se ha podido ver el estado de conservación de las obras y el proceso de restauración de una selección de cuadros de los fondos propios que van, desde el siglo XVI al XIX. Juan Rodríguez de Solís, Gérard de Lairesse, o José y Federico de Madrazo firman algunas de las piezas, muy variadas, pero unidas por un trabajo común de reparación artística.
Es habitual que estas exposiciones pasen por las distintas sedes de la Fundación: Madrid, Ávila y Cáceres. En este último emplazamiento, ubicado en el Palacio de los Golfines, es donde se está realizando la labor de catalogación, tasación y archivo de la cantidad ingente de obras que tiene la entidad.
Nadie, casi ni ellos mismos, sabe con certeza hasta donde llega el patrimonio histórico-artístico de la entidad. La última sorpresa ha sido encontrar unas imágenes tomadas por el fotógrafo inglés Charles Clifford, las cuales se expondrán en otoño en una nueva exposición itinerante.
Fue en septiembre de 2015 cuando abrió sus puertas el palacio cacereño dedicado a la cultura, y unos meses después, a principios de 2016, echaba a andar el Observatorio abulense. Han pasado poco más de dos años y llama la atención la implantación del ‘Ávila 1.131’ en la ciudad. El centro se ha abierto a la sociedad dando cabida, como lugar de reunión y escenario de sus actividades, a distintos y muy diversos colectivos de Ávila (la lista es larga y va desde la Asociación de Autismo, al Colegio de Abogados, pasando por el grupo de escritores ‘La Sombra del Ciprés’ o el club fotográfico ‘Camara Oscura’). Hay que repetírselo varias veces para creerlo: “poco más de dos años, poco más de dos años”. De lo contrario, da la impresión de que siempre ha estado allí, de que forma parte de la ciudad desde tiempos muy remotos.