La historia se repite en cada esquina del mundo. La COVID-19 ha dado un golpe en la economía mundial de proporciones inmesurables. El encierro no ha hecho más que atizar unas finanzas globales que, en muchos casos, aún tenían secuelas del mazazo de la crisis de 2008. Y uno de los sectores que ha quedado como un damnificado más en este torbellino es el de los eventos. Con todo esto de fondo, Emmanuel Asperó, de 31 años, y David Galván, de 29, se quedaron fuera del estudio donde trabajaron hasta antes de la pandemia. Ambos sabían que solo había dos opciones: lamentarse o innovar. Optaron por lo segundo y fundaron su propia firma: Oculta.
La apuesta, en las circunstancias en las que se dio, pudo parecer suicida. Pero eso no los detuvo. Galván cuenta todo con un tono optimista que contagia del otro lado del teléfono: "Nadie nos iba a hacer caso porque no había shows. Decidimos tomar las cosas que sí sabíamos hacer y entender cómo las podíamos aplicar al nuevo contexto". La idea habría sido vista hace unas décadas como un juego de palabras sacado de la ciencia ficción: laboratorio de arte digital.
El reto mayor era aplicar las cosas que habían aprendido en más de cinco años de experiencia en el sector de los espectáculos y eventos en vivo. Pero eso venía de la mano con otro dilema: ¿cómo venderle productos a las empresas cuando, en teoría, no iban a organizar nada en un espacio físico? Tecnología, tecnología y tecnología. Y claro, mucha creatividad.
Primero el producto y luego la propuesta
Según cuenta Galván, en Oculta se decidió por hacer las cosas al revés. En vez de ofrecer un producto a un posible cliente, lo que los dos cofundadores hicieron fue crearlo y ofrecerlo una vez hecho. Como casi todo en este siglo, la solución estaba al alcance del móvil. Los dos jóvenes decidieron que una de las primeras experiencias que podían ofrecerle a las grandes marcas, y a las agencias de márketing que las rodean, podía ser un filtro de Instagram con realidad aumentada. "La realidad es que los desarrollos que existen para esa red social son mucho más potentes".
Esas primeras propuestas, en momentos de inestabilidad justo cuando la pandemia tomó forma tras la primera ola de 2020, hicieron que grandes jugadores, como la trasnacional estadounidense Quaker —conocida mundialmente por su avena— los miraran. "Abrimos muchas puertas", recuerda Galván. Lo que quedó claro es que no hacía falta que mucha gente estuviese físicamente en un mismo lugar para crear experiencias. Poco a poco, el portafolio de este estudio, con sede en Ciudad de México, fue sumando otros grandes del mercado, como Nike o Johnnie Walker.
Uno de los proyectos que más le gusta presumir a Galván durante la entrevista por teléfono es una experiencia inmersiva para la empresa de güisqui Johnnie Walker. La metáfora es adecuada a la desescalada que están haciendo los países para volver a salir de las casas. Al entrar, el visitante pasará por tres salas que, a través de diferentes estímulos externos, irá experimentando lo mismo que un astronauta cuando vuelve a la Tierra. "Esto queda bien porque justamente nosotros también estamos volviendo".
Cuando los dos jóvenes fundaron la empresa dejaron claro que, para ganar terreno en un océano lleno de grandes peces y tiburones, tenían que romper con el molde. No podían seguir la lógica de los grandes estudios donde comenzaron sus carreras. "Una parte es el de los costos [costes]. La regla que nos puimos es que haríamos las cosas que en otra empresa se haría por millones pero por mucho menos".
Es decir: un presupuesto ajustado no sería una barrera. Por otro lado, continúa Galván, está la cuestión del tiempo. Ganarle la batalla a cronos. Si un gigante del sector tarda semanas en hacer un presupuesto, ellos lo harían en días... y por menos dinero. Un ganar-ganar. Claro, sin olvidar el factor creatividad y el talento. "Además, gracias a nosotros muchas agencias han ganado sus pitches [propuestas]", agrega el cofundador de Oculta. Innovar o morir.